De profesión...¡médico de la risa!

Han abandonado las carpas de circo para ocupar calles, teatros y hospitales, reinventándose para seguir creando momentos mágicos
Miriam Crespo
photo_camera Miriam Crespo

Peter Punk es el nombre artístico de Isaac Rodríguez, que con 11 años ya trataba de hacer reír a sus compañeros: "Era o paiaso da clase". Ahí empezó todo. En el colegio actuaba para los más pequeños y, con unos años más, del teatro pasó a los malabares antes de debutar como clown. El Festiclown le ayudó a formarse y a entrar en contacto con artistas de renombre como Leo Basi y Johnny Melville, a los que tanto admiraba, para inmediatamente actuar en las calles. Isaac es un "paiaso de rúa" y cualquier rincón de la ciudad es un buen sitio para instalar su maleta y, vestido con zapatones y nariz roja, buscar las sonrisas del público, su mayor premio.

Peter Punk no cree que el oficio de payaso esté desapareciendo. Sí, es cierto que ya no salen en televisión ni llevan la cara pintada de blanco -su escenario ya no es el circo-, pero "mentres haxa nenos con ganas de rir, seguirá habendo paiasos", asegura.

Detrás de esta labor hay muchas horas de trabajo, porque aquí no hay horarios. Isaac no conoció otra profesión, pero se siente afortunado por poderse dedicar a lo que le gusta. Trabajar en la calle para él es algo mágico, pero también un reto. Hay que mantener la atención del público en todo momento, porque si no prosigue su camino. No es un teatro o un circo en el que hayan pagado por una butaca, sino un público que continuamente está llegando y marchándose.

Iván Prado y Fran Rei acaban de regresar del campamento de refugiados de Idomeni, situado entre Grecia y Macedonia

Estos días Isaac ha hecho sus maletas para estar junto a los refugiados en Idomeni, en la frontera entre Grecia y Macedonia. Acompaña a Pallasos en Rebeldía. Su objetivo, apoyar a toda esa gente que está sufriendo. "É unha satisfacción moi grande", dice con orgullo. Crear un momento mágico que dure una eternidad y que ayude a los refugiados a olvidarse de todo por un instante es su objetivo. A cambio, en Idomeni todo es agradecimiento e Isaac confiesa regresar satisfecho.

Junto a Peter Punk está el lucense Iván Prado, que lleva años recorriendo el mundo arrancando risas allí donde reina la injusticia.Su vida entera ha estado dedicada a ello. "Miña nai sempre conta que xa de neno me encantaba facer rir á xente. Ía polos asentos dos buses e se non me aplaudían, choraba. Sempre fixen papeis cómicos, a medias entre actor e activista social, ata que descubrím que podía unir as dúas cousas sendo ‘artivista’. O pallaso dame a oportunidade de comunicar, de facer rir á xente e facer un traballo para construír un mundo no que teñan cabida todos os mundos", asegura.

Iván lo tiene claro. En los últimos años los payasos han vuelto a sus orígenes, las calles. «Nas rúas naceron os primeiros pallasos e voltar de novo é como recuperar esa libedade e facer outro tipo de espectáculo no que se mestura a danza, a maxia, o humor...», apunta.

Junto a los más desfavorecidos, él ha vivido momentos que le han arrancado las lágrimas. En Gaza, mientras las bombas no dejaban de caer, los niños, impasibles a lo que estaban viviendo a su alrededor y ajenos a que su vida pendía de un hilo, solo pedían una cosa, ver actuar a los payasos para reírse durante unos minutos. Y son esos los instantes que compensan toda una vida dedicada a arrancar sonrisas.

IMPROVISACIÓN. El también lucense Fran Rei es compañero de profesión, de una profesión que, asegura, ahora mismo «goza de boa saúde». Sus orígenes también están en el Festiclown, aunque el teatro ya le había acercado a ese mundo desde bien pequeño.

La calle es su escenario: ahí no hay luces ni un telón que suba y baje, pero sí un público agradecido que exige improvisar cada minuto. El clown no puede ser ajeno a lo que ocurre a su alrededor: un niño que pregunta, un espectador que llega tarde, un coche que se cruza... todo tiene que formar parte del espectáculo. «Queremos as risas neses momentos en que están sucedendo as cousas, o que che obliga a ter os ollos e os oídos ben abertos porque a improvisación é o pulmón do paisaso», apunta.

Fran Rei asegura que con el paso del tiempo, la profesión de payaso se ha dignificado. «Somos uns currantes do sector do entretemento, é unha profesión cada vez máis cercana, na que temos que mirar aos ollos á xente e tratar de adiviñar que é o que nos está pedindo», explica.

Este lucense forma parte de una nueva generación que está pisando fuerte y que ha conseguido hacerse un hueco en el sector. «Hai un traballo diario moi grande, porque o sector móvese cada vez máis rápido, o que che obliga a estar ofrecendo espectáculos novos constamente para estar aí presente. A evolución desta profesión é paralela á de todas as artes circenses», explica.

PAYASOS SIN FRONTERAS. Miram Crespo también tiene mucho rodaje en la calle. Ahí estuvieron sus comienzos y aunque ahora también llena teatros, ese contacto directo con la gente sigue siendo muy especial. Los comienzos, dice, fueron muy duros y a base de mucho trabajo y esfuerzo descubrió ese payaso que llevaba dentro desde que era una niña, cuando ya empezaba a hacer sus primeros juegos de malabares.

Cuando habla de Payasos sin Fronteras se le llena la boca de orgullo. Su ilusión era formar parte de una ONG para ir allá donde la necesitaran y se hacía realidad en noviembre. Llevaba dos años pendiente de sus proyectos hasta que por fin recibió el visto bueno de la organización. Miriam hizo las maletas para marcharse a zonas de conflicto y estar al lado de niños que estaban viviendo situaciones muy tensas y a los que había que conseguir arrancar una sonrisa. Fue una experiencia única e inolvidable que espera repetir. "Fue la primera vez que tuve que contener las lágrimas durante una actuación, porque es tan grande el agradecimiento de esa gente a la que le estás abriendo una puerta hacia la esperanza, aunque solo sea durante unos minutos...", explica.

Miriam Crespo también ha visitado zonas en conflicto de la mano de la ONG Payasos sin Fronteras

Esta viguesa aún recuerda cuando un niño se acercó a ella y se agarró a sus piernas como pidiendo ayuda, hasta que un adolescente lo vino a buscar para que regresara con el resto. "Estaba solo, sin padres, como muchos de los niños refugiados que se encuentran en las fronteras. Son situaciones tan duras y dolorosas, pero al mismo tiempo es tan gratificante ver que estás consiguiendo arrancar cientos de sonrisas...", explica.

Miriam cuenta como una madre no dejaba de darle las gracias porque su hija no había vuelto a reír desde que había perdido a su padre hacía ya meses, y ella lo había conseguido. "La madre de esa pequeña lloraba sin parar", dice emocionada.

Su trabajo como clown lo compagina con el de dar clases en una escuela circense en Pontevedra. Allí trabaja con niños que también sueñan con seguir sus pasos algún día. "Todos tenemos un payaso dentro, pero lo perdemos cuando crecemos. Pero para dedicarse a esto ha que ser honesto, el payaso no se hace, se busca, se encuentra y luego se es, es una terapia interna", asegura.

EN LOS HOSPITALES. Además de las calles, los teatros y en zonas de conflicto, los payasos también buscan arrancar una sonrisa en los hospitales. Ahí es donde entra en acción Laura Muñoz, con la Fundación Teodora. Esta argentina, que lleva años afincada en Galicia, compagina su trabajo en la calle con el acompañamiento a esos niños hospitalizados que están viviendo momentos de tensión y de angustia. No es fácil, reconoce Laura. Entrar en una habitación sin saber con lo que se va a encontrar la obliga a observar, a escuchar y a analizar qué es lo que necesita esa familia en ese momento y, después, a actuar. "Estás trabajando con el dolor ajeno y hay que intentar naturalizar esa situación que está viviendo el niño para llevarlo hasta un mundo mágico y conseguir entonces arrancar la sonrisa que tanto necesita y que tan importante es", explica. A su lado siempre hay un terapeuta al que consultar cualquier duda o problema.

Laura reconoce que atrás han quedado esas sagas de payasos en las que iban pasando de generación en generación esas rutinas aprendidas como el "¿Cómo están ustedes?", que tanto ha sonado en la televisión y en los circos. "Hoy los payasos trabajamos con nuestro propio material, que vamos creando a base de horas de esfuerzo. Hay que experimentar, probar y si no funciona, cambiar", explica.

Cada día Laura se acuesta satisfecha por la cantidad de risas que ha conseguido arrancar. Ser payaso para ella es la mejor profesión del mundo, la que más satisfacciones es capaz de dar.

Comentarios