"Cuando terminé la quimio la gente dejó de llamar, pero yo seguía igual"

Una paciente de Madrid da las claves del impacto social de la enfermedad y de cómo cambia la forma de relacionarse al enfermar
Realización de una mamografía dentro del programa de cribado en una imagen de archivo.
photo_camera Realización de una mamografía dentro del programa de cribado en una imagen de archivo. EP

María José Ivars, paciente con cáncer de mama metastásico, contó este miércoles su lucha contra la enfermedad tras ser diagnosticada de su tumor. "Empezó después de la pandemia. Yo tenía unos calambres y no le daba mayor importancia, suponía que era la regla que me venía a destiempo. Hasta que mi pareja me obligó a ir al médico. Un mes y medio después me habían hecho muchas pruebas, todo era muy rápido. Cuando me lo diagnosticaron el 6 de abril pensaba que era una broma. No me dolía nada exagerado para decir que estaba enferma. Lo primero que pensé es que tenía una reunión, dónde estaba la cámara oculta. Fue un shock de repente", relata.

Ahora, una vez terminó con la quimioterapia, María José sigue en tratamiento, que conlleva una serie de secuelas. "He tenido que reestructurar mi vida porque me ha cambiado en todos los aspectos. No me reconozco, no soy la misma que antes", explica.

Toda esta labor emocional es lo que está trabajando con una psicóloga de la AECC. Además, su vida laboral se ha visto muy afectada, teniendo que cerrar la empresa que tenía antes del diagnóstico del cáncer de mama metastásico.

"Todo mi futuro no es el que tenía previsto. Tengo que recomponerme e ir pasito a pasito. Mi día a día es complicado, no puedo hacer planes a una semana vista. Si un día me levanto con fuerzas quedo con gente, si no no. Ha cambiado mi vida en todos los aspectos de presente y futuro. Tengo que vivir el día a día", esgrime.

Para Ivars uno de los aspectos negativos más sorprendentes ha sido también a nivel social: "Cuando terminé la quimioterapia la gente de mi alrededor empezó a dejar de llamarme y a preguntarme cómo estaba. Yo pensaba ‘por qué la gente ha dejado de llamarme si yo estoy igual’".

La razón, según ella, es que su aspecto de fragilidad había cambiado: "A nivel visual ahora se me ve morena, con pelo, más fuerte que antes, con buena actitud... Y la gente deja de tenerte en cuenta. Te llaman pero con períodos más espaciados".

En este sentido, la responsable de Atención Psicológica de la AECC, Carmen Yélamos, resaltó que el caso de Ivars es una situación común: "Nos queda mucho por aprender al entorno familiar o de amigos, que muchas veces no sabe actuar. El hecho de ver al paciente sin pelo o más cansado genera a las personas la necesidad de estar más cerca, pero tendemos a normalizar la situación cuando ya tiene el pelo corto y físicamente está mejor. La tendencia a pensar que ya está bien y el paciente no nos necesita probablemente sea un error".

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