"En mi casa no se escuchaba música ni había tocadiscos"

Sociólogo graduado y melómano formado en un hogar sin afición a la música, David Saavedra ha conseguido sobrevivir 20 años haciendo lo que más le gusta: contar historias originales que ‘suenen’ bien
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photo_camera David Saavedra. SANDRA GARCÍA REY

David Saavedra (A Coruña, 1971) es uno de los periodistas musicales con más trayectoria de nuestro país. Fiel a su vocación, ha logrado mantenerse en activo desde 1999, cuando comenzó como redactor en Diario 16 «con su primer y último contrato». Desde entonces, ha sobrevivido como freelance en un sector que, como el musical, «está cada vez más precarizado». Colabora habitualmente con periódicos de tirada nacional, como El País o El Mundo; con revistas especializadas, como Rockdelux; y con programas televisivos, como ‘Un país para escucharlo’ (TVE). Ahora acaba de publicar ‘Guía de los festivales de España’ (Añaya Touring, 2022), un completo recorrido por nuestra geografía musical.

¿Cuándo comenzó su pasión por la música? ¿Desde niño?

La verdad que no, fue a partir de la adolescencia. Con 16 años empecé a escuchar a U2 y me hice superfan. De hecho, una de mis frustraciones vitales fue no ir al concierto que dieron en el Santiago Bernabéu en el 87. (Ríe). A partir de ahí me fui enganchando a otros grupos que sonaban en Radio 3. Fui completamente autodidacta: en mi casa nadie escuchaba música, no teníamos ni tocadiscos. La música fue mi salvación. Gracias a ella, encontré mi lugar en el mundo en esa época tan compleja que es la adolescencia, donde todos necesitamos encontrarnos.

Sin embargo, estudió sociología, ¿cómo llegó ahí?

La verdad que yo siempre quise hacer Periodismo, pero no me dio la nota, así que entré en Sociología que, si bien fue una carrera que no me sirvió para encontrar trabajo, si me ofreció toda una serie de conocimientos que luego he podido ir aplicando a lo largo de mi vida. Además, mis mejores amistades las hice allí. Luego me fui un año a Londres y, cuando volví, tuve una especie de epifanía y acabé haciendo un máster de Periodismo, con el que entré de becario en Diario 16, donde luego tuve mi primer y único contrato.

¿Es muy difícil abrirse camino en España como periodista musical?

Antes era mucho más fácil. Diario 16 dedicaba cada día un montón de páginas a Cultura. Yo estuve dos años ahí y, cuando cerró, enseguida me llamaron de El Mundo y de Rockdelux para colaborar con ellos. Había muchísimas publicaciones en papel que, además, pagaban bien. Yo, en 2002, cuando apenas tenía dos años de trayectoria, ganaba 1.500 euros solo con colaboraciones, y ahora, con 22 años de experiencia, si me saco 500, es un buen mes.

Viendo cómo está el sector, si alguien joven le dice que quiere ser periodista musical, ¿qué le diría?

Le diría que, si de verdad quiere serlo, que no desista, porque, si crees en lo que haces, siempre merece la pena.

En Galicia, entra a una cafetería y la gente está leyendo el periódico. ¿Cree que la comunidad es un reducto de la prensa local en papel?

La prensa local tiene una fuerza y un poder en Galicia que no he visto en otros sitios. Es un poder fáctico: todavía puede derribar alcaldías. De hecho, los grandes medios nacionales nunca han triunfado, porque la gente es muy fiel a su periódico local. 

Acaba de publicar Guía de los festivales de España. ¿Cuáles son sus favoritos?

Mis favoritos han ido cambiando con el tiempo. El primero fue Benicásim.

¡Pensaba que diría Ortigueira!

(Ríe). A Ortigueira fui antes. Es un festival bastante iniciático para los gallegos. Pero no, al primero que fui pagando mi abono fue Benicásim, durante los ochos primeros años. Luego, entre 2002 y 2012, fui fiel al Primavera Sound. Ahora ya, por tema de edad, familia y pasta, ya no voy tanto a los festivales, pero mi favorito es el Monkey Week de Sevilla, que es la ciudad donde vivo.

De todos los grupos que ha visto, ¿cuáles son sus preferidos?

También han ido cambiando con el tiempo. U2 fue decayendo mucho y ya no me gusta tanto. De los españoles, Los Planetas es el grupo que más he visto en directo, me encanta; y Triángulo de Amor Bizarro me parece el mejor grupo actual de España.

¿Y de los españoles más jóvenes? 

Me gusta mucho Depresión Sonora, que mezcla música urbana, trap y pospunk; y también me parecen bastante buenos VVV [Trippin’you] y Antifan; y el disco que más me ha fascinado este año es el de Rocío Márquez y Bronquio [Tercer Cielo, Universal Music, 2022], que mezcla flamenco y electrónica, haciendo algo nuevo.

En general, ¿cómo ve el sector de la música en España?

Está en un momento complicado y con la pandemia se ha complicado aún más. Con el sector musical pasa un poco como con el sector periodístico, que se ha precarizado todo muchísimo. De hecho, a muchos artistas, como a muchos periodistas, les cuesta mucho vivir de la música; la mayoría de las salas no apuestan por artistas nuevos y hay muchos eventos que solo tiran de viejas glorias de los 80 porque son apuestas seguras.

¿Qué opina de que los adolescentes escuchen reguetón o trap?

A mi me parece guay que se escuche reguetón, que se escuche música urbana o hip hop, aunque también hay mucha gente joven que escucha rock. En realidad, se escucha más música que nunca y más variada. Lo fundamental es que la gente mayor no digamos que la música que escucha la gente joven es peor que la que escuchábamos nosotros, ni les indiquemos qué deben escuchar.

¿Cuál es la entrevista que más le ha marcado?

Podría responder algo evidente —como por ejemplo la entrevista que hice a R.E.M., que para mí fue un privilegio—, pero prefiero destacar otras dos que me emocionaron profundamente: la que hice a Edwyn Collins y la que hice a una de las componentes de Pussy Riot. La primera me conmovió porque Collins había sufrido un derrame cerebral muy grave y, cuando fui a entrevistarle, le quedaban aún muchas secuelas. Él hacia grandes esfuerzos por responderme, pero era su mujer la que tenía que terminar las respuestas. Fue una de las entrevistas más emotivas que he hecho (se le quiebra la voz), porque realmente él estaba feliz de estar ahí y fue muy generoso con las respuestas.

¿Y la segunda?

La segunda me marcó porque las chicas de Pussy Riot llevan 10 años perseguidas por Putin. Entrevisté a una de las componentes por Telegram y ella no me podía decir en qué lugar se encontraba, porque su teléfono estaba pinchado. A los pocos días, se reveló que había huido de Rusia a Islandia disfrazada de repartidora de comida. La verdad que acabé muy tocado por la valentía de estas mujeres, es verdaderamente admirable todo lo que han hecho.

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