Buenaventura del Charco: "El pensamiento positivo es como el postureo del Instagram"

El psicólogo se carga de un plumazo los manuales de autoayuda y advierte del peligro de ocultar el dolor del alma con una tirita
Buenaventura del Charco Olea
photo_camera Buenaventura del Charco Olea, psicólogo autor de 'Hasta los cojones del pensamiento positivo'.

Está Hasta los cojones del pensamiento positivo y así titula su libro para que quede claro. Se revela contra quienes disfrazan la vida de arco iris y reivindica el derecho a sentirse mal. La solución empieza por asumir el problema.

A juzgar por el número de libros que ha vendido parece que hay mucha gente hasta los cojones del pensamiento positivo.
El libro salió hace año y medio con una editorial pequeña que hizo tres ediciones de 10.000 ejemplares cada una. El 11 de enero lo reeditó Planeta y ya va por la tercera edición de nuevo.

No hay que ser un lince para ver que la vida no es rosa. Lo difícil es que alguien crea que el día se puede arreglar con una sonrisa.
Eso viene por una serie de procesos. Por una parte, está la tradición del pensamiento platónico. Platón dice que las cosas son como las interpretamos, filosofía barata que encaja bien en la sociedad occidental. Por otro lado está la privatización del malestar. Nos hacen ver que nada tiene que ver con lo colectivo. La culpa es tuya porque no manejas el estrés. Nada importa que tengas un curro de mierda o un convenio laboral abusivo. Y después, los anuncios de modelos te dicen que eres feísima... Todo se reduce a la culpa individual, como si la parte colectiva, social, no influyese en tu estado.

Te hacen ver que si no manejas el estrés la culpa es tuya. Da igual que tengas un curro de mierda

Pero cuando la vida se nubla no hay arco iris que resista.
Sería incongruente. Si un paciente llega a mi consulta destrozado porque ha roto con el amor de su vida no me preocupa, es normal. Lo que me preocuparía es que estuviese bien. Se llama malestar adaptativo. Está en su casa llorando, pero es lo que necesita para superar ese momento. Es importante pararse a sentir.

¿La solución tiene que doler?
Hay que mirar el dolor para entenderlo. Si te duele una rodilla el médico no se centra en tu hombro. Solo va a solucionar el problema si te mira la rodilla.

Solucionar requiere asumir, cambiar… en definitiva, un esfuerzo.
Y sentir rabia, ansiedad, miedo, culpa, tristeza... son emociones adaptativas para poder seguir adelante. Pero hay que saber por qué sientes eso.

De otro modo puedes acabar con una úlcera por tragar todo.
Ese es el problema, que te explota en la cara. Fíjate: en la pandemia aumentaron un 300% los casos de ansiedad y depresión. Estábamos en casa pidiendo comida a domicilio, no en una trinchera. No era una situación tan terrible, pero nos obligó a tomar conciencia de lo que había en nuestras vidas.

¿Qué propone?
Reivindicar dos cosas. Primero, el valor de la humanidad. Dejar de tecnificar todo y poder estar tristes, empatizar, pedir ayuda. En segundo lugar, el valor de la honestidad y la congruencia con uno mismo. No ser indiferentes ante lo que nos pasa.

El pensamiento positivo favorece procesos terriblemente negativos

Para eso hay que tener valor.
Sí, porque mirar el dolor da miedo. Pero si encima hay un discurso que dice que la culpa es tuya por no ser positivo, te incita aun más a la cobardía. Tengo pacientes que vienen a la consulta con sentimiento de culpa por estar mal. El pensamiento positivo favorece procesos terriblemente negativos.

Esa frase se carga de un plumazo los manuales de autoayuda.
El pensamiento positivo es iatrogénico, contraproducente. Es el postureo de Instagram aplicado a las emociones humanas.

Ese postureo emocional es la búsqueda de la perfección irreal que impera en todos los ámbitos de esta sociedad.
Una perfección que te lleva a no aceptarte. La mejor versión de ti misma no siempre es la que sonríe. El pensamiento positivo te quita el dolor, pero no cura la infección. Con el tiempo, o te explota o se extiende y gobierna tu vida.

Pero hay psicólogos con un título en la pared que lo defienden.
Hay dos corrientes peleadas. Para que te hagas una idea, existen 192 tipos de terapia psicológica, pero todas coinciden en tres puntos: reprimir cosas desagradables se convierte en patología, ya sea obsesión, ansiedad, etc... Lo que ayuda a superar un problema es la empatía con uno mismo, la aceptación incondicional. Y la autocrítica sin límites es muy lesiva, te hace sentir que no eres suficiente. Todo lo que contradiga estos tres puntos es negativo para las personas. Pero hay un abismo entre formación y práctica clínica, entre quien da conferencias sobre psicología y quien consulta. Es como un general que sigue la guerra por los blogs y un soldado que está en una trinchera.

La mejor versión de ti no es la que sonríe. Eso te puede quitar el dolor, pero no cura la infección

Hay talleres de autoayuda, blogs de influencers... está de moda.
Es el consumismo llevado al ámbito emocional. Hay quien va de un taller a otro para probar todas las técnicas nuevas. Hay que crear necesidad para vender un producto. Te hacen ver que es muy malo no saber meditar, pero eso ya lo hacía mi abuela cuando rezaba el rosario. Hacer mindfulness o correr te viene bien, pero no soluciona tu problema. Un café con un amigo es más beneficioso que la meditación, pero si tienes un cáncer la curación no depende de tu actitud.

¿Qué debemos hacer?
Ser honestos y leales con nosotros mismos. Darnos un hombro sobre el que llorar, que mi dolor me importe. Activar la rabia para defender lo que amo, no para ser la mejor versión de mí, sino para amarme, para responsabilizarme. Hazlo porque te importas.

En su libro hay un capítulo titulado La sesión más dura de mi vida.
Ese día le di el alta a un paciente que había tenido un problema de ansiedad, considerado poco grave. Se puso a llorar y yo no entendía nada. Tenía 63 años y por miedo al dolor había vivido como un esclavo, no había hecho cosas que quería por temor a enfadarse, a estar triste. Me preguntó: ¿Y quién me devuelve mi vida? No le pude decir nada, solo darle un abrazo y llorar con él porque la vida ya la había perdido por miedo.

Comentarios