Así se siente una mujer violada

Una artista madrileña, agredida sexualmente en Harlem en 2001, hace una estremecedor relato de lo que sintió y lo que supuso para el resto de su vida
Jana Leo. AEP
photo_camera Jana Leo. AEP

En Violación Nueva York Jana Leo (Madrid, 1965) rememora cada instante del momento en el que un hombre entró en su apartamento de Harlem, en enero de 2001, y la violó. Tras llamar a la Policía, que mostró un desinterés absoluto, esta artista multidisciplinar se dio cuenta de que la violencia no acababa con la violación. Preocupada por la posibilidad de que su agresor regresase, contactó con su casero, que se negó a poner medidas de seguridad en el piso. 

Jana Leo estuvo seis años llenando cajas con documentos judiciales, archivos fotográficos (fotografió cada uno de los rincones del apartamento en el que vivía, tal y como quedó después de su violación) e infinitas visitas a abogados y bibliotecas que le permitieron, en 2007, poner fin a los procedimientos legales y meter entre rejas al violador. 

Obligar a una persona a tumbarse y violarla significa también ningunearla y humillarla de por vida

El agresor no fue el único encarcelado. El casero de Jana Leo también. El primero, por violación; el segundo, por fraude. El arrendador sabía que tanto la cerradura de la entrada como la de la azotea estaban rotas. Y éste era su negocio: desatender las viviendas que alquilaba para que los inquilinos dejaran los pisos. Por cada nuevo arrendatario no solo recibía una nueva comisión sino también se beneficiaba de la subida del alquiler. 

Diez años después de que los ejecutadores de este horrible trauma estén entre rejas, cuenta que aún siente la huella dejada por el miedo. Como relata en Violación Nueva York, Leo memorizó "cada detalle de la fisonomía del violador". El miedo a que su agresor volviera la llevó a analizar cada uno de sus movimientos que la ayudaran a anticiparse a las acciones de este hombre: "Lo hice tanto para protegerme a mí misma como para facilitar su captura". 

Lo relata al detalle: "No quería la cámara, ni la tele, ni el vídeo. Me quería a mí. No quería solo sexo, quería despojarme de mí misma, destruir cualquier rastro de confianza que yo tuviera en mi persona. Estaba a punto de violarme. Más tarde pensé lo que significa obligar a otra persona a tumbarse, no solo para forzarla a mantener relaciones sexuales contra su voluntad, sino también para ningunearla, hacerla de menos, humillarla".