Angélica Joya: "Los padres no somos ingenieros diseñando hijos"

Une en un libro sus conocimientos como madre y psicóloga para allanar el camino de la educación y que nadie desespere en el intento.
Angélica Joya. ANTONIO NAVARRO
photo_camera Angélica Joya. ANTONIO NAVARRO

Sabe que no es original. Angélica Joya no ha descubierto la pólvora, pero sabe utilizarla en beneficio de sus intereses. Ha escrito un libro para que cualquiera pueda manipularla con seguridad y sin riesgo de provocar una explosión.

¿Hay alguien que no desespere educando?
Si lo hay, que me lo presenten. El título del libro es una llamada de atención para quien se siente así. Desesperar es darse por vencido y este libro intenta evitarlo, ofrecer herramientas, que quien lo necesite pueda encontrar luz cuando esté a ciegas.

Respeto, calma, dar ejemplo, poner límites… está todo inventado. ¿Hay algo nuevo que la haya impulsado a escribir este libro?
Lo primero que pensé es que estaba todo escrito, pero hay una clave que marca la diferencia. Lo que hay sobre el tema o son libros muy teóricos o un conjunto de frases sin fondo. Mi idea fue abordar el tema como madre y psicóloga, ordenarlo en capítulos, ofrecer ayuda específica para entender cada situación y herramientas de gestión.

Hablamos de la educación de niños sin ninguna singularidad, de los hijos de todos.
Totalmente. Yo tengo tres hijos y de cada uno me preocupa una cosa diferente. El libro pretende ofrecer un acompañamiento integral ante problemáticas diversas y muy frecuentes.

¿Por dónde empezamos?
Lo primero es hacer un duelo de control. No podemos controlar el comportamiento de nuestros hijos. No somos ingenieros diseñando una persona. Mi hijo es una persona diferente a mí y, como mucho, puedo ser su pastor. Yo le ofrezco el mejor prado y la oveja decide si comer o no. Una vez hecho este duelo y asumido que no somos controladores aéreos, hay dos pilares: la conexión y la contribución. Cuando vemos a nuestro hijo como un ser independiente es más fácil percibir de qué pie cojea y dónde necesita apoyo. Hacerle ver la importancia de su contribución es también fundamental para que se sienta capaz, necesario, que puede decidir.

Apuesto a que el capítulo más leído será ese que dice "no me escucha hasta que grito".
Ahí hay mucho de control. Los hemos acostumbrado a que el grito marca el límite y esperan a escucharlo. La prioridad de un niño no es recoger los juguetes cuando llega la hora de la cena. Cuando el adulto llega con prisa para que lo haga el niño no ve la necesidad. Hay que buscar la forma de mostrar el límite de otro modo.

La mayoría de los padres que gritan ya han dicho eso mismo 20 veces en voz baja.
Creemos que lo hemos dicho bien, pero a veces no conectamos con el otro. Cuando un niño está jugando o viendo la televisión está en su mundo. Podemos decir 20 veces desde la cocina que es hora de cenar, pero es más efectivo si nos acercamos y lo decimos una vez mirándole a la cara. Hay que sumergirse en su mundo y pedir lo que queremos desde dentro de la piscina, no gritar desde el borde. Si entre adultos no nos gritamos para pedirnos las cosas, no hay más motivo para hacerlo cuando nos dirigimos a un niño.

Creemos que hemos dicho bien lo que queremos, pero a veces no conectamos con el niño

En lugar de amenazar...
Marcar límites claros, explicar e involucrar al niño lo máximo posible en la definición de la norma. Hay que comunicarla claramente. Podemos hacer recordatorios, pero el silencio educa mucho. Dices las cosas, lo miras, esperas 20 segundos y, si no reacciona y te hierve la sangre, es mejor que te vayas hasta que te calmes. Es más fácil que dé su brazo a torcer si no estás delante. Siempre hay que valorar la necesidad de lo que pedimos y ver si hay opciones. En una lucha de poder el niño siente que tiene soberanía si puede elegir entre varias opciones.

En lugar de un premio...
Hacerle ver la satisfacción interna cuando hace las cosas bien. Con tanto premio acaban adictos al azúcar. Fomentar las legumbres sería preguntarle cómo se ha sendido, darle las gracias, hacerle ver cuánto ha ayudado con su comportamiento...

Hay que marcar límites, pero también ver la necesidad de lo que pedimos y si hay más opciones

¿Cuándo hay que recurrir a un profesional?
Cuando se ha intentado y no se ven cambios hay que pedir ayuda, pero hay que dar un plazo. No se puede generalizar, pero por dar una idea, podrían ser 15 días por cada año del niño. No se puede esperar un cambio de un día para otro.

Un límite que nunca se debe sobrepasar.
El respeto mutuo.

Sobre la autora
► Angélica Joya es psicóloga clínica, entrenadora de disciplina positiva, madre de tres hijos y fundadora de Impliquo, un espacio donde realiza terapia y apoyo grupal a familias y adultos, formación y conferencias.
► En Educar sin desesperar pretende condensar una guía con herramientas para afrontar conflictos frecuentes en la educación de cualquier niño o adolescente.

Disciplina positiva
► Además de aplicar esta corriente en todos sus ámbitos laborales, ha impulsado su crecimiento desde la Asociación Disciplina Positiva España, desde su creación, y como presidenta durante más de tres años. También es miembro de la Asociación de Disciplina Positiva Americana (Positive Disciplina Association).

 

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