Un Camino de Santiago inédito

Los hospitaleros sarrianos Antonio Martos y Marcela Caballero recorrieron durante el estado de alarma las etapas lucenses de la ruta jacobea, una experiencia muy distinta, pues la vivieron en la "más absoluta soledad", lejos del bullicio habitual.
Marcela Caballero y Antonio Martos, de Sarria, recorrieron el Camino durante el estado de alarma. EP
photo_camera Antonio Martos y Marcela Caballero, con el monasterio de Samos al fondo. EP

Los hospitaleros sarrianos Antonio Martos y Marcela Caballero tenían pendiente desde hace tiempo recorrer el Camino de Santiago juntos y al fin lo pudieron hacer durante el estado de alarma, una vez que se levantó el confinamiento. Se encontraron la pasada semana con una ruta jacobea muy distinta, completamente vacía, en la que pudieron disfrutar del silencio y la soledad.

Para Antonio este es su octavo Camino, mientras que para Marcela, el tercero. Nunca lo habían completado juntos y querían hacerlo, por lo que aprovecharon este momento para cumplir su deseo. Ante las restricciones de movilidad entre provincias recorrieron únicamente las etapas lucenses y tanto la variante de San Xil como la de Samos.

Fue una ruta jacobea "muy rara" y al mismo tiempo "un privilegio" al contar con "todo el Camino para nosotros". Vivieron la experiencia en la "más absoluta soledad" y les permitió disfrutar de la "música ambiente, los pajarillos, el río..." y rebasar ardillas o corzos. "Fue un Camino muy interno, de sentirlo, gozarlo, vivirlo...", asegura Marcela Caballero, quien es originaria de Chile. Por su parte, su marido es madrileño.

Al estar cerrados los albergues tuvieron que llevar a cada etapa dos coches, uno que dejaban al final del tramo y otro en el que se desplazaban hasta el inicio. Comenzaron en O Cebreiro, un núcleo que siempre es un "hervidero" y parecía un "pueblo fantasma". "Nunca lo habíamos visto así, no vimos a nadie", afirma. Y esta fue la tónica general en el resto de la provincia. "Solo vimos alguna persona en las aldeas", dice.

Destaca especialmente el caso de un hombre que "salió con una sonrisa y nos dijo ‘bienvenidos’". "Me pareció tan especial para la época que estamos viviendo. Fue bienvenidos a la vida de vuelta, a la normalidad. Una mujer que tiene un bar antes de Palas nos dijo ‘¡qué alegría ver gente de nuevo!’", relata. En su itinerario se encontraron también con el miedo de algún vecino al coronavirus. "Nuestro acento no es gallego y un señora nos preguntó de dónde veníamos, si no vendríamos de Madrid y traeríamos la enfermedad. Ya le explicamos que somos de Sarria", cuenta.

La pareja se encontró con pueblos "fantasma", como O Cebreiro, que habitualmente es un "hervidero"

La pareja espera poder finalizar pronto su Camino, una vez se permita la movilidad interprovincial. Mientras tanto, aprovechan para acondicionar los dos establecimientos que tienen en Sarria —el albergue La Casona y La Posada Hostal— a la espera de la llegada de los primeros peregrinos. Al igual que el resto de hospitaleros, están "bastante preocupados", ya que contaban con "todo reservado para casi todo el año". "Vamos teniendo consultas y alguna reserva", explica Marcela Caballero, quien, junto a su marido, abandonó Madrid en 2013 para instalarse en Sarria y rehabilitar una vivienda en ruinas con sus propias manos para poner en marcha un albergue.

Estos días lo pintan, acondicionan el jardín y se adaptan a los protocolos del Covid-19, que llevará a que no haya habitaciones compartidas "con gente extraña, solo por familias o amigos", y que cada grupo cuente con baños privados. "Estamos deseando volver a nuestra normalidad", concluye la hospitalera, quien apela a la "responsabilidad individual".

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