La sarriana Lola Álvarez mantiene a los 98 años su pasión por la costura

Cose cada día y aprovecha trozos de retales para elaborar mascarillas
photo_camera Lola Álvarez, con su hija Lolita. VILA

La vecina de Sarria Lola Álvarez García nació con un don especial para la costura. Desde muy joven sus manos confeccionaron con destreza un sinfín de vestimentas para mujeres y niños y aún hoy, a sus 98 años, no hay día en que no enhebre la aguja para, con el cuidado que siempre la caracterizó, arreglar un pantalón o hacer mascarillas con las que luchar contra un virus que, como ella dice, "non se entende".

Nacida en Armea de Abaixo (Láncara) en 1922, Lola Álvarez fue la mayor de cinco hermanos (uno de los cuales también ejerció como sastre) y heredó de su madre el gusto por la costura, oficio que a su vez transmitiría a su hija, Lolita. De su progenitora recibió las primeras enseñanzas, que completó asistiendo a clases con Julia, una modista lancaresa que se había formado en Madrid.

Desde temprana edad, cosió por las casas hasta que puso un taller en su pueblo natal. A los 26 años de edad contrajo matrimonio con Antonio Balboa y se instaló en Sarria, donde siguió cosiendo, primero en el barrio Novo, luego en la calle Matías López y finalmente en una vivienda en la Gran Vía, en la que conserva la máquina Singer que la acompañó durante gran parte de su vida y que hoy continúa utilizando.

"Cosín para avoas, fillas e netas", cuenta Lola, quien siendo solo una niña ya diseñaba la ropa para unas improvisadas muñecas. "Facía a boneca cun carozo de millo, con pernas e brazos de garabullo e vestíaa con retallos da miña nai", explica la nonagenaria, quien posee una memoria envidiable y todavía recuerda aquel día en el que, sin darse cuenta, utilizó para el traje de la muñeca la manga de un vestido que su madre tenía ya preparado.

En los tiempos de la posguerra, con recursos muy escasos, sus habilidades y una aguja especial le permitieron también hacer zapatillas con telas para ella y sus vecinas aprovechando viejas suelas.

"A agulla cólloa todos os días, aínda que só sexa para dar sete puntadas"

Maestra de modistas, Lola Álvarez elaboró su propio traje de novia y vistió a muchas otras, a las también hizo tocados. Sus trabajos eran tan perfectos que en una ocasión una clienta se vanaglorió ante los invitados de haber comprado el vestido de novia en la ciudad herculina. "A Coruña está nestas mans!", exclamó la modista sarriana cuando se enteró.

En su taller, las largas colas se planchaban hasta en el aire con unas máquinas de carbón. "Teño traballando moito, cosendo día e noite", afirma la mujer, mientras rememora la mala pasada que le jugó la bambula, una nueva tela que acababa de salir y de la que todavía no se sabía que encogía al plancharla con agua. Pronto lo pudo comprobar la costurera, que llevó "moita rabia" al ver que, a solo dos días de la boda, el traje de la madre de la novia se quedaba pequeño. Para remediarlo, Lola Álvarez pasó la noche en vela y en un tiempo récord logró presentar otro vestido perfecto para que luciese la clienta en la ceremonia.

¿Dónde se reconoce a una buena modista? "O máis delicado é o corte", responde la nonagenaria, quien no oculta que las mangas también tienen su aquel. Seguidora del programa de televisión 'Maestros de la costura', comenta que a ella siempre le encantó "«mirar figurines de moda" y, entre los personajes públicos, destaca la elegancia de doña Sofía. "Gústame porque viste moi sobria, pero moi fina. A nora tamén me gusta como viste e o traxe que levou na voda, moito", opina.

Según apunta su hija, Lola siempre destacó por realizar una costura «impecable» y con gran aprovechamiento de las telas. "Se chega a estar nunha cidade como Madrid ou Barcelona e se bota para adiante sería unha firma no mundo da costura, porque isto naceu con ela", asegura. Y a sus 98 años conserva intactas sus facultades. "Facer traxes non podo das mans, pero idea aínda teño", dice Lola Álvarez, a quien una catarata no le impide "fiar as agullas".

Con los restos que le quedaron de telas elabora con esmero -nunca le gustaron "as zarapalladas"- mascarillas para toda la familia, perfectamente rematadas y con espacio para poner filtros. Su afición por la costura la lleva en la sangre y, por ello, no pasa una sola jornada sin ponerla en práctica. "A agulla cólloa todos os días, aínda que só sexa para dar sete puntadas", concluye.

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