"Caían bombas en la misión"

El fraile mercedario José Estévez fue misionero en Burundi y Ruanda, donde los religiosos desarrollaron "una actividad tremenda". En el último país fue testigo del horror de la guerra que hace 25 años se cobró miles y miles de vidas
José Estévez muestra una fotografía con sus compañeros de misiones. PORTO
photo_camera José Estévez muestra una fotografía con sus compañeros de misiones. PORTO

HACE 25 años la sociedad quedó conmocionada por las imágenes llegadas desde Ruanda, que fue escenario de un genocidio que se cobró la vida de más de 800.000 personas. Testigo directo de aquel horror fue José Estévez Iglesias, fraile de la orden de La Merced de Sarria, uno de los últimos españoles en salir del país.

Llegó a Ruanda en 1986, después de que el gobierno expulsara a los misioneros de Burundi, país en el que estuvo desde 1973. "El presidente decía que la Iglesia era otro gobierno dentro del gobierno y que no lo toleraba, por eso expulsó a todos los misioneros", explica el fraile, quien en noviembre de 1986 acaba en Ruanda. Los recibió un país "más desarrollado y seguro" que Burundi.

Al igual que en su anterior destino, los mercedarios pusieron en marcha diversas iniciativas para ayudar a la población local. Contaban con escuelas de formación profesional, alfabetizaban y "evangelizaban". También crearon centros de salud, donde trabajaba José Estévez al haber estudiado en la Escuela de Medicina Tropical de Amberes (Bélgica).

Los religiosos tuvieron "una actividad frenética", pero en 1990 comenzó la guerra. Entonces se vivieron los "primeros ataques, escaramuzas". "Había tiempos de paz, de espera...", describe. Marcó un antes y un después el 6 de abril de 1994, día que asesinaron a los presidentes de Burundi y Ruanda al derribar su avión cuando aterrizaba en el aeropuerto. Este suceso lo pilló impartiendo clase de latín. "Oímos dos ruidos. Otra vez oímos dos golpes y escuchamos en Radio Bélgica que fueron asesinados", explica el religioso, que estaba "a 18 kilómetros en línea recta" del aeródromo. Ante la muerte de los mandatarios, los misioneros se dijeron: "no hay nada que hacer".

El asesinato de los dos presidentes fue el preludio de la muerte de miles y miles de personas. Cuando los rebeldes llegaron a la misión, hablaron con su jefe, los religiosos preguntaron si podían estar tranquilos y les dijeron que sí. Sin embargo, después se encontraron en una choza con 20 muertos, entre los que se encontraba "un muchacho de 15 o 16 años" que se salvó. Este joven llamó al otro fraile con el que estaba José Estévez, ya que lo conocía al aprender albañilería y carpintería con los religiosos. Estévez suturó las heridas al adolescente, que sobrevivió.

"A un lado y otro del camino había cadáveres. Dijimos que no teníamos nada que hacer", rememora. El 11 de abril había "docenas de muertos, noticias cada vez más terribles y nos invitaron los superiores a abandonar la misión".

Incluso "caían bombas sobre la misma misión". Uno de esos episodios se produjo un día que distribuyeron las últimas reservas de habichuelas. "Recuerdo una chica de 16, 17 o 18 años que iba contenta con sus habichuelas. Cayó una bomba y ella murió", narra sobre aquella experiencia, la cual está recogida en la película "Redentores de cautivos". En ella se cuenta el papel de los misioneros de La Merced en Ruanda y Burundi.

En un primer momento pensaron que la "fuerza de apoyo de la Onu" los evacuaría, aunque nunca lo hizo. José Estévez estaba "muerto de miedo". Por ello, una noche le dijo a su compañero, Juan Carlos Mancebo, de dejar Ruanda. "No aguantaba", afirma. En la madrugada abandonaron la misión, pero "a un kilómetro nos pararon los rebeldes, uno decía que no podíamos pasar y el otro que sí". "El que decía que sí, nos dijo que entonces era de noche, pero que al día siguiente podríamos pasar", relata. Consiguieron abandonar el país por Uganda, tras pasar varios controles. "Fuimos los últimos españoles en salir, el 17 de abril", asegura.

Ya desde Uganda regresaron a Madrid, donde unos días después recibieron la noticia del asesinato de un misionero en Ruanda, Joaquim Vallmajó. Estévez afirma llevar "una espina clavada" por lo acontecido en el país, "ver que yo me salvé y otros murieron".

El importante trabajo llevado por las misiones españolas en este país y en Burundi les valió que ese mismo año les concedieran el premio Príncipe de Asturias de la comunicación y humanidades.

Tras regresar de Ruanda, José Estévez estuvo un tiempo en Madrid y Sarria, aunque después fue como misionero a Puerto Rico. También acudió, pero de visita, a Ruanda, Burundi o los campos de refugiados de Congo. A partir de entonces permaneció la mayor parte del tiempo en el convento sarriano, donde fue profesor, y desde hace ocho meses el monje, de 86 años, reside en la casa sacerdotal de Lugo.

La distancia y la edad no impiden que el mercedario continúe colaborando con las misiones. "Seguimos ayudando, también desde Sarria, gracias a esas familias que llevan 30 años colaborando con las misiones, todo ello promocionado por las hermanas Viñas", destaca el fraile, quien asegura que "no nos damos cuanta de lo que tenemos hasta que vemos lo que no tienen los demás".

Crear desde cooperativas a traídas de agua

Las misiones llevaban a cabo un destacado trabajo, desde crear cooperativas y mejorar viviendas hasta construir traídas de agua, fuentes o lavaderos.

"Se cocían los ladrillos, se enseñaba a construir y se les de daba el material gratis para que se hicieran una casa. Se lograron hacer tres pequeños poblados, más bien eran la semilla de tres poblados", dice.

También construyeron iglesias, como en Burundi. "Era un tejado de cinco vertientes, nos dijo un arquitecto que jugábamos con la arquitectura", rememora entre risas.

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