"Vi a mi padre disparar a mi madre"

La sarriana Rosa María Beltrán fue testigo con tan solo 5 años de la muerte de su madre adoptiva a manos de su padre de acogida en Alicante. Según relata, incluso se vio obligada por el hombre a ayudarle a enterrarla junto a su casa, donde permaneció el cadáver hasta que ella escapó años después y pudo contar lo ocurrido

Rosa María Beltrán. PORTO
photo_camera Rosa María Beltrán. PORTO

LA VIOLENCIA DE GÉNERO se lleva cada año a decenas de mujeres a manos de sus parejas y en algunos casos las muertes incluso se producen delante de los propios hijos. Esto le ocurrió a la sarriana Rosa María Beltrán Mira-Perceval, quien hace más de cuatro décadas presenció cómo su padre adoptivo mataba a su madre de acogida.

Nació en Sarria hace 46 años, pero con cinco meses fue entregada por sus padres biológicos a una casa cuna de Lugo. Según cuenta, con dos años y medio fue adoptada por un matrimonio de Alicante, Francisco Beltrán y Adelina Mira-Perceval, y se trasladó a vivir con ellos a esta provincia.

Asegura que hasta los cinco años y medio todo fue "muy bien". "La que más me quería era mi madre, no miraba que fuera adoptada. Mi padre, quien era policía jubilado, era más suyo, te quería a su manera", dice.

Todo cambió en agosto de 1976, cuando la familia se encontraba en una vivienda que tenían en Bolón, en el municipio alicantino de Elda. Un día el matrimonio protagonizó una discusión, de la que Rosa María Beltrán no sabe las razones. "Mi padre mandó a mi madre a dormir al coche, en el garaje, y me dio las llaves para que le abriera a ella la puerta del vehículo. Mi madre me mandó sentarme con ella en el coche y me dijo que si algún día le pasaba algo me fuera a la casa de mi tía Mercedes, su hermana", rememora la sarriana.

Según explica, al día siguiente su madre preparó el desayuno con normalidad y "sacó la basura, que tiraba en un pozo, pues de aquella no había contenedores como ahora". Francisco Beltrán salió detrás de ella "armado". "Pensé que podía pasar algo y salí detrás. Estarían a cuatro o cinco metros de distancia. Apuntó a mi madre y me puse delante. Me dio un manotazo, caí de culo mirando para mi madre y le disparó", cuenta todavía conmocionada. Ahora tiene 46 años y vive con uno de sus tíos biológicos en Sarria, donde retomó sus estudios de Eso.

Asegura que en ese momento no supo reaccionar, lo normal para una niña de tan solo 5 años de edad. "No sabía si levantarme o quedarme sentada. Mi padre se acercó para mirar si estaba viva y me dijo que íbamos a enterrarla en un barranco. Yo lo hice porque también podía matarme. La bajamos unos metros y le pusimos unas piedras encima", relata.

Su padre la envió después para su habitación y "él fue a mirar por si alguien había visto algo, pero nadie frecuentaba el sitio, la casa estaba apartada". Posteriormente padre e hija regresaron a Alicante y él le ordenó a ella decir que su madre se había ido. "Creo que la tía sospechaba, pero la único testigo era yo y mientras no hablara...", indica Rosa María Beltrán, quien entonces no confesó lo ocurrido por temor a su progenitor.

ESCAPAR. Los siguientes cinco años fueron para la sarriana "un cautiverio" porque afirma que su padre le "pegaba". "Me cambiaba de colegio cada dos por tres, creo que para que no hablara. Incluso me metió en un psiquiátrico en Teruel durante un año. También me dejaba encerrada en la casa de Bolón en una habitación con pan y agua o leche y un orinal", explica. En unas vacaciones, en una de sus estancias en Bolón en la que su padre la dejó sola, Rosa María Beltrán, que entonces tenía 10 años, aprovechó para huir. Las ventanas del inmueble tenían rejas, aunque en la cocina estaban rotas. Escapó tras hacer con un palo "un agujero" a su medida en la puerta de la habitación y romper el cristal de la ventana de la cocina.

Después de cruzar el monte salió a la carretera de Madrid y Alicante, en la que hizo "autostop" para viajar hasta la casa de su tía en la última ciudad. Asegura que en los tres vehículos en la que la llevaron no le hicieron preguntas a pesar de ser una niña de tan solo 10 años. Únicamente una mujer se interesó, pero "estaba atemorizada de encontrarme con mi padre y no quería hablar", rememora.

Ya con su tía, le confesó lo ocurrido cinco años atrás. "Al llegar le dije que tenía que hablar con ella a solas, nos fuimos a la cocina y le conté que mi padre mató a mi madre y que sabía donde estaba enterrada", recuerda. Pusieron una denuncia en la comisaría contra Francisco Beltrán, quien fue detenido en Albacete, y la sarriana indicó el lugar en el que estaba el cadáver de su madre. Dos años después se celebró el juicio y el hombre fue condenado a "29 o 30 años, pero le rebajaron a 21 o 22 por buena conducta".

Ella quiso visitar a Francisco Beltrán en prisión porque "era mi padre y llevo su apellido". "Esperaba que él me dijera por qué lo había hecho. Nunca tuve respuesta ni le pregunté", apunta.

Después de que su padre ingresara en prisión su tía pasó a tener la custodia de la niña, quien apunta que la tuvo interna en colegios y después en un centro para huérfanos de la Policía en Madrid.

Su padre acabaría muriendo en la cárcel cuando ella tenía unos 20 años, momento en el que quiso viajar a Galicia para saber de sus orígenes. En la comunidad conoció a su familia biológica y solo un tío quiso mantener contacto con ella, afirma la mujer. Con él vive ahora en Sarria, localidad en la que reside desde hace 26 años.

Transcurridas ya cuatro décadas de la muerte de su madre adoptiva, afirma que "los recuerdos de aquel momento nunca se olvidan". "Tratas de dejarlo atrás, pero hay momentos en que se recuerdan", señala. Todavía hoy echa "mucho de menos" a su madre, quien "tenía un carácter alegre y me quería muchísimo". Para tenerla siempre cerca de ella, la mujer se tatuó el pasado verano su nombre en un brazo. "Yo la quería y la seguiré queriendo toda la vida. Fue una madre como tenía que ser, era muy especial para mí, me quería como hija", apunta emocionada la sarriana.

Esta espera que su historia "le sirva a mucha gente que sufre algo parecido". "Las personas que adopten a niños que sepan lo que hacen, que no los hagan sufrir", concluye Rosa María Beltrán.