"Sabemos que el aire de las casas está más contaminado que el del exterior"

Pocas personas saben tan bien lo que se esconde entre las paredes de nuestros hogares como Elisabet Silvestre, doctora en Biología, máster en Biología Humana y en Bioconstrucción, quien reorientó su trabajo desde el campo de la genética, que desempeñó en diferentes hospitales de Barcelona, al de la biohabitabilidad.
Generated by  IJG JPEG Library
photo_camera Elisabet Silvestre, bióloga y experta en bioconstrucción.

Elisabet Silvestre aborda la relación existente entre el ambiente interior de casas y edificios y la salud de las personas en su último libro, La oficina en casa, en el que sigue la estela que inició con Tu casa sana o Casa saludable.

Asegura que el aire de nuestras viviendas está más contaminado que el del exterior, ¿cómo es posible?

Así lo evidencian los estudios cuando se realizan mediciones ambientales, como por ejemplo de algunos compuestos orgánicos volátiles (COVs). Estos COVs proceden de los materiales de construcción, de los de los acabados de interior y de los productos de decoración (pinturas, barnices, colas, alfombras, moquetas, tapicerías, muebles…). También acaban en el aire que respiramos en casa los COVs que se emanan desde los productos de uso cotidiano, como los de limpieza del hogar, ambientadores, higiene personal… En cada elección, en cada compra que realizamos, podemos llevar unos productos u otros a casa. Si introducimos en casa materiales y productos más naturales, ventilamos a diario… seguro que respiraremos un aire más limpio. 

Los compuestos volátiles de las pinturas, barnices, moquetas, tapicerías, ambientadores... acaban en el aire que respiramos dentro de casa

¿Qué elementos de los que hay en las casas resultan más nocivos para la salud?

Pues serían aquellos que usamos de forma habitual. Las principales vías de exposición a los tóxicos son a través de la alimentación, de las bebidas y de todos sus envases, y también a través del aire que respiramos y aquí juegan un papel relevante los productos de limpieza y mantenimiento del hogar. Después ya vendrían todas aquellas sustancias con las que tenemos contacto por vía dérmica y a través de la respiración, con los cosméticos y productos de higiene personal. En cuanto a lo que comemos y bebemos, se deben priorizar los alimentos frescos, de temporada, sin procesar, de cultivo ecológico, que no se comercialicen en envases de plástico. Si eliminamos los ultraprocesados y muy procesados de la cesta de la compra, ya habremos dado un paso importante en términos de salud. Evitar los envases y recipientes plásticos de los productos que compramos y de los utensilios de cocina también es otra forma de evitar la exposición a las sustancias nocivas asociadas a los plásticos y plastificantes, que pueden actuar como disruptores endocrinos. Hay muchas evidencias sobre como actúan desregulando las hormonas, alterando la microbiota o como obesógenos.

¿Cómo nos afectan los plásticos?

Los plásticos, aunque hay distintos tipos, son materiales que persisten décadas y décadas en la naturaleza, contaminan el mar, los océanos, la tierra y también el aire. Cuando se descomponen por la acción del sol, por ejemplo, acaban en forma de micro y nanoplásticos, que por su diminuto tamaño llegan al interior de los peces o se encuentran en la sal y en otros productos alimentarios... vaya, que llegan al plato y al interior de nuestro organismo, y también se está estudiando su capacidad de traspasar la placenta y de interferir en los procesos del desarrollo intrauterino. Cada día hay más información científica de cómo compuestos presentes en los plásticos, como el bisfenol A o los ftalatos, alteran el equilibrio de los diferentes sistemas hormonales, relacionándose con problemas de tiroides, infertilidad, inflamación, ganancia de peso, cambios de comportamiento, problemas metabólicos, neurológicos, cáncer hormonodependendiente… Y lo más relevante es que a dosis bajas, las habituales en los productos de consumo, ya producen efecto. 

Muchos compuestos presentes en los plásticos, a dosis muy bajas, ya resultan nocivos para nuestra salud

Tiene claro el peligro que entrañan los plásticos que se emplean para contener alimentos y bebidas, pero evitarlos parece casi imposible.

Los envases plásticos de los alimentos y bebidas son una fuente de exposición a sustancias nocivas, en concreto del grupo de disruptores endocrinos que a dosis muy bajas pueden desequilibrar nuestras hormonas. Evitarlos es un paso para minimizar la exposición. En cada compra podemos elegir de forma preferente envases de cristal, por ejemplo, y apostar por los productos frescos, de temporada, sin envasar. Podemos llevar un táper de cristal a la pescadería y evitar las bandejas y los films de plástico, o prescindir de tomar esos alimentos listos para calentar en su envase y comer. También podemos llevar un termo de acero inoxidable para llevar el café o la infusión del bar a la oficina... Se trata de ir adoptando esos pequeños hábitos que nos ayuden a evitar los plásticos y derivados en contacto con los alimentos y bebidas.

¿Qué sucede con los productos de limpieza e higiene?

Los productos de limpieza, por ejemplo, se usan cada día, cada tres días o cada semana... pero las sustancias que los componen siguen presentes de forma recurrente en el espacio. Se suele limpiar de microorganismos, pero a veces se ‘ensucia’ de sustancias químicas, algunas de ellas nocivas incluso a dosis bajas. En el caso de la limpieza, si se hace un mantenimiento regular del espacio, que no deja acumular la suciedad, con productos como bicarbonato, limón, vinagre y jabón natural —se pueden hacer en casa detergentes que ayudan a eliminar el polvo y la suciedad—, o optar por marcas que en su formulación tienen en cuenta la salud (del planeta y de las personas). Y por supuesto, hay que extremar la precaución con todo lo que ponemos en la piel, el pelo y el cuerpo cada día, en nuestra higiene personal. Porque esta es otra forma de exponernos a dosis bajas de sustancias nocivas de forma continuada. Si estás planificando un embarazo, estás embarazada o tienes un bebé tener en cuenta cómo minimizar las exposiciones a sustancias nocivas es clave para su desarrollo y para poner unos pilares de salud para toda una vida.

Limpiamos nuestras casas de microorganismos, pero lo hacemos usando productos que muchas veces las 'ensucian' de químicos

 Pero es que estos productos no solo inciden en nuestra salud a nivel físico, sino también a nivel mental. 

Hay una relación cuerpo-mente y mente-cuerpo. Nuestro organismo es un todo y vivir y trabajar en un entorno más sano es clave para disfrutar de un organismo en equilibrio. El exposoma, es decir, todas las exposiciones ambientales que tenemos a lo largo de la vida, pueden sumar o restar en términos de salud, tanto física como mental. De hecho, el exposoma se presenta como una gran herramienta para promover la salud: podemos intervenir en el ambiente, y esta es una buena noticia, apostando por entornos más verdes y con un aire más limpio. Reverdecer, renaturalizar, tomar la referencia de los ritmos de la naturaleza equilibrando nuestros ritmos circadianos, con un contraste claro entre el día y la noche –evitando la luz brillante y azulada a partir del atardecer–, respetando los periodos de ingesta y dando descanso al sistema digestivo entre comidas, evitando el sedentarismo y ejercitando el cuerpo… todo ello forma parte de una medicina del estilo de vida. Si vamos a favor de nuestra naturaleza biológica podemos recuperar el equilibrio de cuerpo y mente. 

Una de sus grandes recomendaciones es ventilar y volver a ventilar. ¿Qué se logra con este gesto?

Al ventilar se renueva el aire, así que es una forma eficaz de dejar salir muchos de los compuestos que se acumulan en el espacio interior, algunos debidos al metabolismo propio de las personas como respirar, que genera CO2. Así que cuando te sientas cansado o te cueste concentrarte… abre las ventanas, así bajan los niveles de CO2 y recuperas la energía. Tener un medidor de CO2 en la oficina, en la escuela, en casa, ayuda a conocer cuándo hay que ventilar, ya que este parámetro es un buen indicador de la calidad del aire. Cuando sube por encima de los 700 ppm, por ejemplo, ya es momento de ventilar. Si es una ventilación cruzada, que genera un poco de corriente de aire, es más efectiva. Y mejor ventilar en las horas de menor tráfico.

Comentarios