Las cifras de lo que se considera una tensión arterial normal no han dejado de bajar en las últimas décadas. ¿Cuáles han sido los criterios para este cambio?
En general, las recomendaciones se han ido haciendo más exigentes en base a la asociación claramente conocida entre cifras de tensión y posibilidad de sufrir un evento cardiovascular. Además, los objetivos de tensión arterial también se han intensificado en pacientes con daño cardiovascular establecido, a fin de mejorar su pronóstico, como sucede por ejemplo en aquellos casos con enfermedad cardíaca o renal.
En EE UU, la definición de hipertensión es aún más estricta, ¿por qué hay esa diferencia?
Ciertamente, las recomendaciones de la Asociación Americana de Cardiología ofrecen una definición de tensión normal más rigurosa que las guías europeas. No obstante, ambas definiciones incorporan la evaluación del riesgo cardiovascular en sus objetivos de tratamiento, por lo que en la práctica la forma de actuar en EE UU y Europa es muy parecida. Independientemente de que el nivel de tensión que marquemos como normal sea más bajo, los pacientes con estas cifras tendrán menos enfermedad asociada y por tanto recibirán un tratamiento más basado en el ejercicio, cambio en estilo de vida y dieta mientras que el tratamiento farmacológico y los objetivos más agresivos se reservarían para los casos con daño cardiovascular más importante, que en el fondo son los que se identificarían siguiendo la definición europea.
¿Qué porcentaje de población se estima que la sufre?
El porcentaje puede variar en función del método de diagnóstico: medida en consulta, automedida en domicilio o mediante un monitor de 24 horas (coloquialmente conocido como Mapa o Holter). Aproximadamente, un 40% de los españoles mayores de 18 años son hipertensos. En Lugo, al ser una población más envejecida, con alta presencia de obesidad y diabetes, el porcentaje es más alto.
En más del 90% de los casos, la hipertensión es 'esencial', al no tener una enfermedad identificable que la cause
¿Qué factores son los que más influyen en la hipertensión?
En más del 90% de los casos, la hipertensión se define como esencial, al no tener una enfermedad causal identificable. Este tipo de hipertensión tiene un importante componente hereditario, asociándose además a la edad y al género, así como a otros factores de riesgo como sedentarismo, estrés, obesidad, diabetes, consumo de sal y de alcohol, etc.
¿Hay algún modo de evitar ese ascenso ligado a la edad?
A medida que envejecemos, nuestros vasos sanguíneos se vuelven más rígidos y por tanto la presión de la sangre que circula por ellos es más elevada. Un estilo de vida sano, asociado a la práctica regular de ejercicio y a una dieta pobre en grasas saturadas, evitando tóxicos como alcohol y tabaco, conservaría la salud de nuestros vasos y por tanto nos protegería del desarrollo de hipertensión, así como de enfermedad cardiovascular.
Las mujeres y los hombres no regulan su tensión arterial del mismo modo, ¿cuáles son las diferencias?
La frecuencia de hipertensión es mayor en los hombres que en las mujeres. Independientemente de las diferencias asociadas al estilo de vida entre ambos, la influencia hormonal es la causa que explica en mayor medida estas diferencias. La menopausia, y la ganancia de peso que sucede tras ella, influye en el aumento de la presión arterial en las mujeres, igualando la prevalencia de hipertensión entre ambos sexos. A partir de la séptima-octava década de la vida, el porcentaje de mujeres hipertensas supera al de los hombres. Por otra parte, las mujeres con problemas de hipertensión o diabetes en los embarazos presentarán un mayor riesgo cardiovascular en el futuro, lo que también se debe tener en cuenta.
A partir de la séptima u octava década de la vida, el porcentaje de mujeres hipertensas supera al de los hombres
Varios estudios recientes han demostrado que las mujeres son más sensibles a la influencia de la sal, especialmente tras la menopausia. ¿A qué se debe esto?
Se habla de sensibilidad a la sal cuando existe una tendencia a retener la sal –y por tanto, también el agua– en lugar de eliminarla por los riñones, siendo este uno de los mecanismos por los que aumenta la presión arterial. Esta sal-sensibilidad, condicionada entre otras por los cambios hormonales en la menopausia, se asocia a daño en los vasos, aumento de colesterol, obesidad y mayor resistencia a la insulina y también mayor riesgo de daño renal, lo que agravaría el problema. Por otra parte, el déficit de estrógenos asociado a la menopausia estimularía también otros sistemas hormonales (como el del eje renina-angiotensina), que a su vez conducirían a un aumento de presión arterial y daño cardiovascular.
Hay un pequeño grupo de pacientes con hipertensión resistente, que son aquellos que a pesar de tomar los fármacos indicados y de seguir un estilo de vida saludable no logran el efecto deseado. ¿Qué alternativas terapéuticas existen en estos casos?
Definimos como hipertensión arterial resistente aquella que no logra controlarse a pesar de un tratamiento adecuado, incluyendo al menos tres fármacos a dosis óptimas, y siendo uno de estos fármacos un diurético. Como ya hemos comentado, en la mayoría de los casos la hipertensión es esencial o primaria –es decir, no es debida a una enfermedad causal–, por lo que una hipertensión resistente debería hacernos al menos sospechar una causa secundaria.
Estas causas incluirían enfermedades renales, endocrinas, apnea nocturna y fármacos como antidepresivos, esteroides, descongestionantes, antiinflamatorios, anticonceptivos orales, etc. Identificar y tratar estas causas ayudaría a mejorar el control de la presión arterial. También deberíamos descartar una falsa resistencia como la que ocurre en la hipertensión de bata blanca o en aquellos pacientes con mala adherencia al tratamiento o a la dieta hiposódica. Un estudio por el médico de familia o el especialista en nefrología es de gran ayuda en estos casos.