El déficit de descanso tiene indeseadas consecuencias para los jóvenes

Dormir poco siempre es un problema. Pero, durante la adolescencia, sus consecuencias son mucho más importantes que en la edad adulta. Además de descenso del rendimiento escolar o irritabilidad, varios estudios lo relacionan con mayor susceptibilidad de sufrir distintas enfermedades.
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photo_camera Adolescente con problemas de sueño. EP

Cuando dormimos poco, todo el día se hace lento y pesado. Eso en el caso de un adulto, porque cuando el que prescinde de horas de descanso es un adolescente, todavía lo acusa más, como explica el doctor Luis Pérez de Llano, jefe del Servicio de Neumología y responsable de la Unidad del Sueño del Hula, quien destaca que "es algo que afecta a la madurez intelectual de los jóvenes y les provoca irritabilidad, problemas de conducta o un menor rendimiento escolar".

¿MAYOR RIESGO DE ESCLEROSIS MÚLTIPLE?

Pero las consecuencias pueden ser mucho peores. Un estudio publicado en el año 2021 en el Journal of Child Psychology and Psychiatry –tras analizar el comportamiento de 5.000 personas en distintas etapas de su vida– establecía que la mayoría de los adultos jóvenes que sufrieron depresión y trastornos de ansiedad habían dormido peor y durante menos tiempo durante la adolescencia que los que no tenían estos problemas. Otros trabajos han corroborado estas mismas conclusiones.

Ahora, científicos del Instituto Karolinska de Estocolmo –la institución sueca responsable de designar a los premios Nobel de Medicina– también han hallado una preocupante asociación entre la falta de horas de sueño o el sueño de mala calidad durante la adolescencia y un mayor riesgo de desarrollar esclerosis múltiple con posterioridad. Su investigación establece que el sueño insuficiente de menos de siete horas y de mala calidad durante la adolescencia incrementa el riesgo de aparición de esta enfermedad incapacitante y progresiva, que se suele manifestar durante la juventud.

Los científicos del instituto Karolinska han encontrado una asociación entre la falta de horas de sueño en la adolescencia y un mayor riesgo de desarrollar esclerosis múltiple

El trabajo, cuyo primer autor es Torbjörn Åkerstedt, profesor titular del departamento de Neurociencia Clínica del Instituto Karolinska, ha sido publicado en la revista Journal of Neurology, Neurosurgery and Psychiatry, del grupo British Medical Journal (BMJ).

Aunque no se conoce cuál es el desencadenante de la esclerosis múltiple y todo indica que sería multicausal, es cierto que otros estudios de enfermedades neurológicas como el deterioro cognitivo también han establecido una relación entre la escasez de horas de sueño y la mala calidad del mismo y el riesgo de sufrir dolencias neurodegenerativas.

RITMOS FISIOLÓGICOS Y OBLIGACIONES SOCIALES

La Asociación Española de Pediatría (AEP) explica que con la adolescencia varía el patrón de sueño: "En esta etapa tienen lugar cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales que también afectan al patrón de sueño. Se produce, por ejemplo, un retraso normal del inicio del sueño y se necesita dormir más que durante los años anteriores".
El organismo de los adolescentes libera melatonina –la hormona del sueño– más tarde de lo que lo hace el de los niños y adultos. Por eso los jóvenes prefieren acostarse más tarde por la noche y levantarse también más tarde por la mañana, pero como durante la mayor parte del año acuden a clase y estas comienzan temprano, es fácil que no cubran sus necesidades de descanso.

El doctor Pérez de Llano indica que para los adolescentes "dormir menos de ocho horas no es suficiente. Lo recomendable es más de nueve horas seguidas durante la noche, todos los días, ya que el déficit diario de sueño no se recupera con la siesta ni tampoco durante el fin de semana".

Esta necesidad más elevada viene determinada por las exigencias "de la época de crecimiento neuronal en la que se encuentran", explica Pérez de Llano.

Las teorías actuales sobre el sueño sostienen que este es un proceso activo con múltiples fases. Las fases se establecen según las ondas cerebrales y actividad del músculo y de los movimientos de los ojos, distinguiendo entre fase no REM y REM. Esta denominación viene de las siglas en inglés de movimientos oculares rápidos (REM: Rapid Eye Movement). 

El ciclo del sueño se reinicia cada 80 o 100 minutos y en una noche se suceden entre cuatro y seis ciclos

El sueño noREM se divide en los estados N1 (de adormecimiento, con una duración de unos pocos minutos), N2 (dura entre diez y veinte minutos y concluye al alcanzar un sueño profundo), N3 (son entre quince y treinta minutos en los que los músculos están completamente relajados, las constantes vitales descienden y no hay movimientos) y N4 (es una fase profunda del sueño en la que resulta muy difícil despertar a la persona y dura también entre quince y treinta minutos). Tras estas llega la fase REM, de sueño profundo, que se inicia unos noventa minutos después de haberse quedado dormido y cuya duración se estima en unos veinte minutos. Durante la fase REM el sistema músculo-esquelético pierde tono y es el cerebro el que está muy activo —puede haber sueños vívidos en color—, resultando fundamental para los procesos de memoria y aprendizaje. Este ciclo se reinicia cada 80 o 100 minutos y, normalmente, en una noche se suceden entre cuatro y seis ciclos. 

HIGIENE DEL SUEÑO

El responsable de la Unidad del Sueño del Hula tiene claro que "el déficit de horas de descanso en la adolescencia es un problema serio, que casi siempre está causado por una mala higiene del sueño ya que en esta etapa –exceptuando algunos casos de narcolepsia o de síndrome de piernas inquietas– no suelen darse los problemas fisiológicos que provocan insomnio en otras etapas de la vida". Pérez de Llano recomienda "limitar la exposición a las pantallas un par de horas antes de acostarse, evitar estudiar por la noche y tratar de recuperar después ese tiempo en la siesta, no consumir alcohol ni otras sustancias estimulantes y prescindir de hacer deporte a última hora, una costumbre muy arraigada entre los jóvenes".

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