El vino y las bodegas atraen a cientos de personas a Vilachá

La pequeña feria vitícola de A Pobra do Brollón cada vez es más visitada por propios y extraños debido al encanto que la rodea

Un grupo de amigos disfruta de los vinos de Vilachá junto a las bodegas centenarias. TOÑO PARGA
photo_camera Un grupo de amigos disfruta de los vinos de Vilachá junto a las bodegas centenarias. TOÑO PARGA

La 27 edición de la feria del vino de Vilachá celebrada en un entorno único, en bodegas centenarias bajo la sombra de un pequeño bosque de robles y castaños, fue la más concurrida de todas. El alcalde de A Pobra do Brollón, José Luis Maceda, estaba exultante por tal hecho, que comentaba con todos. "Na tarde do sábado a cousa foi espectacular, de medo, pois chegou un momento que non se collía na contorna, e hoxe (por este domingo), coma se pudo ver, case non entraba un alfinete".

Y es que la pequeña feria vitícola de A Pobra do Brollón cada vez es más visitada por propios y extraños debido al encanto que la rodea y que se materializa gracias a la existencia de unas bodegas de piedra granítica y tejados de pizarra que se unen unas con otras, integrándose en el paisaje, para acabar por constituir un conjunto etnográfico y patrimonial sin comparación.

El visitante accede a su interior y disfruta de los caldos que los vecinos de la zona elaboran en la ribera que da al río Sil. Es una especie de regreso al pasado, en un espacio que se mantiene idéntico al creado hace cientos de años, cuando fueron levantadas estas bodegas. Todo ello convierte el festejo en algo singular e incluso mágico para muchos, sobre todo para la gente más joven, que tanto el sábado como este domingo fueron los verdaderos protagonistas de la fiesta, que mantuvieron viva hasta altas horas de la noche.

Los historiadores atribuyen a las bodegas de Vilachá un origen monástico y han llegado a indicar que pudieron haber pertenecido al monasterio ourensano de Montederramo, uno de los más relevantes de la Ribeira Sacra. El caso es que su utilidad ha servido para que no les ocurriese lo mismo que a otras edificaciones típicas del rural gallego, que con el paso del tiempo acabaron desmanteladas.

En Vilachá, por el contrario, tuvieron la suerte de que especialistas en la conservación del patrimonio se fijasen en ellas y se procediese a su restauración gracias a subvenciones dispuestas años atrás por parte de la Xunta de Galicia.

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