La villa encantada de Monforte

La casa del capitán Núñez es una rareza constructiva, obra de Carlos Mariño, que está abandonada en el centro de la ciudad

Vista de la casa del capitán Núñez desde la Rúa de Cobas de Monforte. TOÑO PARGA
photo_camera Vista de la casa del capitán Núñez desde la Rúa de Cobas de Monforte. TOÑO PARGA

MARTA Y CLARA quieren ser exploradoras. Sueñan con viajar por todo el mundo en busca de restos de civilizaciones desaparecidas o de tribus indígenas desconocidas. A sus poco más de nueve años de edad, las expediciones de Marta y Clara se ciñen a Monforte y sus alrededores. Ahora los niños de las ciudades casi no pueden jugar en la calle sin supervisión de un adulto, pero en una ciudad sui generis como la del Cabe aún tienen la posibilidad de coger sus bicicletas y perderse por los senderos de Cobas, Vilanova o Piñeira.

A Marta y a Clara les gusta recorrer los caminos que dan al río cuando el tiempo acompaña. Sueñan que en el fondo del Cabe yacen enterrados los tesoros que no lograron esquilmar los 6.000 soldados franceses que, comandados por el mariscal Soult, intentaron arrasar Monforte en 1809.

Cuando llueve, sus recorridos tienen que acortarse, pero no es un problema porque uno de sus rincones favoritos está en el centro de la ciudad, en la esquina que forman la calles Ourense y Cobas.

Marta y Clara imaginan que es la mansión de un capitán de ultramar que recaló en Monforte buscando un retiro alejado de sus enemigos

Un cierre desvencijado y un jardín comido por la maleza esconden lo que estas aventureras llaman la villa encantada. Es un edificio ennegrecido por el paso del tiempo y la falta de cuidados. Está compuesto por un cuerpo rectangular de bajo y una altura que remata en una torre cuadrada en una de las esquinas de la cabecera. En sus ventanas todavía se aprecian los restos de las cornisas decorativas y algunos escudos. En su entorno quedan las palmeras de lo que pudo ser un jardín de gustos tropicales y las columnas que sujetan el vallado conservan azulejos en tonos azulados. Reminiscencias que recuerdan a las construcciones indianas.

Marta y Clara imaginan que es la mansión de un capitán de ultramar que recaló en Monforte buscando un retiro alejado de sus enemigos. Sueñan con acceder al interior en busca de pistas para reconstruir la trayectoria de un héroe en la sombra.

La villa encantada es para los vecinos de Monforte la casa del capitán Núñez, en referencia a su dueño. Según las investigaciones de Felipe Aira Pardo recogidas en el trabajo Las calles y plazas de Monforte de Lemos, historia de sus nombres y oficios, el encargado de construir el singular edificio fue el abogado Carlos Mariño, artífice también de una pequeña casa de la Rúa Chantada.

Para la mansión, Mariño eludió el consejo de los arquitectos y empleó su propio método. Según relata Aira, "tenía la costumbre de irse a Ourense a una tienda en la que vendían jaulas de grillos y las que más le gustaban las utilizaba para elaborar maquetas que servían de base para la construcción de los exteriores de los edificios". El interior se ajustaba a las necesidades de la época y a criterios de comodidad.

En Monforte hay vecinos que recuerdan que cuando falleció el capitán Núñez su féretro fue expuesto en la planta baja

La construcción data del primer tercio del siglo pasado y en su texto Aira hace referencia a unas palabras de Salvador Fraga, expresidente de la Delegación de Vigo del Colegio Oficial de Arquitectos de Galicia, que calificó el inmueble de «rareza» por los materiales usados. Según el especialista, la talla de la vivienda es habitual en construcciones de granito, pero como en el valle de Lemos no hay este material, se usó el modelo con cemento y ladrillos. Eso la hace única.

En Monforte hay vecinos que recuerdan que cuando falleció el capitán Núñez su féretro fue expuesto en la planta baja. Las ventanas que dan a la calle se encontraban semi abiertas y el difunto se mostraba con su traje militar y sus mejores galas castrenses.

A Marta y Clara sus abuelos también les han contado esa historia. Por eso, cuando las niñas atraviesan el parque de Os Condes con sus bicicletas, toman la pasarela de hierro que cruza el Cabe y llegan a la villa encantada, el corazón se les acelera, su rostro palidece y su cerebro se debate entre la idea de entrar y responder a su instinto aventurero, y el miedo que les infunde la imagen del capitán en su ataúd.

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