¿Qué hay detrás de los incendios en Galicia?

Una gran ola de incendios no responde a una única causa sino que es fruto de una combinación de factores muy distintos: decisiones políticas, leyes ridículas, conductas individuales, problemas globales... Y a todos ellos se suma aquí la realidad gallega.
Voluntarios observan los efectos del incendio forestal de O Courel. CARLOS CASTRO (EP)
photo_camera Voluntarios observan los efectos del incendio forestal de O Courel. CARLOS CASTRO (EP)

Para que haya llamas se necesitan tres elementos básicos: calor, oxígeno y combustible. Es el principio fundamental de la teoría del triángulo de fuego. Sin embargo, para que se produzca una ola incendiaria de gran magnitud no basta solo con eso, sino que tiene que haber algo más: intencionalidad, intereses, abandono, negocio, climatología... Estos son algunos de los ingredientes que alimentan los incendios forestales de Galicia, aunque hay más. Por separado son peligrosos para el monte. Pero cuando se combinan entre ellos, como acaba de ocurrir, son directamente devastadores. 

1. Cambio climático 

Sin duda es el factor incendiario en boca de todos, desde los negacionistas hasta aquellos que lo responsabilizan de todos los males. La relación entre el calentamiento global y los incendios es evidente. En la actual tragedia, la sequía prolongada y el calor prepararon el escenario y las tormentas eléctricas secas prendieron la llama. Tres ejemplos claros del impacto del clima, que no solo incrementa el número de fuegos, sino que les da otra dimensión: comienzan antes, son más grandes y difíciles de extinguir y causan más daños. Por desgracia, no es algo que se solucione a través de un bando municipal o de un decreto ley. 

2. Abandono del rural 

Otro de los grandes relatos que acompaña al fuego en Galicia es el abandono del rural, un fenómeno que comenzó a mediados del siglo pasado y que parece vivir su momento culminante con el vaciado masivo de las aldeas. Abandonar el rural significa que no hay mantenimiento para las fincas y el monte, así que la maleza crece sin control y se convierte en el combustible perfecto para las llamas. Además, la falta tanto de gente como de interés en el rural deja miles de hectáreas sin vigilancia vecinal y expuestas a intereses de todo tipo. 

3. Estructura de la propiedad 

La estructura territorial gallega es un auténtico despropósito. El minifundismo, alimentado por la tradición de las herencias y enquistado por la incapacidad de la Administración de realizar concentraciones parcelarias —algunas se prolongan décadas—, tiene un doble efecto nocivo para el fuego. Por un lado, es el principal freno al desarrollo del campo y el monte a nivel económico, lo que deriva en abandono. Y por el otro, dificulta las labores de extinción, ya que impide desarrollar pistas de acceso decentes y otras infraestructuras antiincendios. 

4. Medios de extinción 

Si los incendios son cada vez más grandes y se estiran más en el calendario, es necesario adaptar los medios de extinción a esa nueva realidad. En cierto modo ya se intenta, con la ampliación de meses de las brigadas temporales o la incorporación de tecnología, pero parece no ser suficiente. Aun admitiendo que en fuegos como los de Valdeorras y O Courel poco más se puede hacer que usar medios aéreos durante el día y rezar durante la noche, no se puede obviar que se necesita más para combatir el fuego los doce meses del año. Algo que con la crisis económica que se avecina parece difícil de conseguir. Cuestión aparte es el debate sobre tener un servicio de extinción público, privado o mixto, ya que tampoco hay datos claros sobre criterios de eficacia. 

5. Planificación forestal 

El tópico de los tópicos del fuego gallego consiste en reducir todos los debates a uno: ¿especies pirófitas o frondosas autóctonas? O Courel fue el mejor ejemplo de cómo arden y extienden los fuegos unos y otros. "Salváronnos os soutos", decían algunos vecinos. Hay que asumir que dos millones de hectáreas de monte gallego no pueden ser todas de frondosas, por muy bien que combatan el fuego. Pero lo que evidencian las olas de incendios es que un monte bien planificado arde menos; y en Galicia no lo está porque desde el franquismo hasta hoy se tomaron decisiones erróneas, desde plantaciones masivas de pino hasta dejar extenderse el eucalipto desde la línea litoral al interior. Son solo dos ejemplos, pero hay más. Planificar implica diseñar paisajes con discontinuidad, plantar cada cosa en su sitio, supervisar, vigilar, sancionar, investigar... 

6. El negocio del fuego 

Es innegable que existe una economía alrededor del fuego, aunque eso no signifique que sea la que está detrás de los incendios forestales. Sin embargo, es una realidad que no se puede obviar en ningún análisis: solo el Pladiga contempla la movilización de 7.000 efectivos cada verano, que son más que los que contrata el comercio para la campaña de rebajas. Fue la Administración Fraga la que creó esta industria de la extinción que, con el paso del tiempo, se demostró que no resolvía los problemas de fondo. 

7. El peso de la tradición 

En Galicia, especialmente en algunas zonas de Ourense, la quema controlada de pasto o maleza es una actividad agraria tradicional, arraigada y heredada de generación en generación. Sea para limpiar o para regenerar, existe y, cuando se produce en un escenario de extremos climáticos, puede resultar muy peligrosa. 

8. Lagunas en la legislación 

Hace tiempo que la legislación vinculada a los incendios necesita una vuelta. Por un lado, repensar normas ridículas como no poder hacer cortafuegos en Red Natura. Por otro, intensificar la persecución y pena del incendiario. Y por último, hacer cumplir la legislación que existe y es efectiva, porque de nada sirve que los particulares estén obligados por ley a limpiar sus fincas y las franjas alrededor de las casas, o que haya que plantar a una distancia determinada de una carretera, si después nadie, especialmente en los concellos, se preocupa de que eso se cumpla. Después arden casas y coches y llegan los lamentos. 

9. Intereses variados 

Hubo episodios dentro y fuera de Galicia donde el fuego se utilizó como arma para intereses muy variados. Algunos de película, como los narcos que prendían para despistar y entretener a las autoridades mientras descargaban o quien lo usaba para vengarse del vecino; y otros más terrenales, como los incendios para liberar terrenos para edificar, cazar o asentar industrias. Es un debate siempre polémico que ahora renace con los eólicos pero sobre el que todavía hay más fantasía que hechos. 

10. Cambio de mentalidad 

Llegó un momento en el que la realidad climática obliga a repensar el papel del monte en Galicia. El de mentalidad es, sin duda, el cambio más difícil de todos, pero poco a poco hay que dejar de pensar en el monte como un depósito bancario de pinos y eucaliptos y empezar a ver que su papel es mucho más importante. Cuando apriete el calor y falte agua, que cada ves es más a menudo, el monte salvará muchas vidas.

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