La inclusión marca golazos

Hugo tiene 20 años, pero juega con una licencia PDA en el cadete B del Calasancio, club que ya tiene cuatro fichas de este tipo
Xurxo Fortes, con Hugo (izquierda), Roi (centro) y Robert, tres de los cuatro jugadores del Calasancio con licencia PDA. miguel piñeiro
photo_camera Xurxo Fortes, con Hugo (izquierda), Roi (centro) y Robert, tres de los cuatro jugadores del Calasancio con licencia PDA. miguel piñeiro

Juegan en uno de los campos de fútbol de las instalaciones deportivas Álex Blanco Regalado, en el colegio de los Escolapios, el cadete B del Calasancio contra el Barbadás. Hay un penalti a favor del conjunto local. Hugo, uno de los delanteros, se encarga de tirarlo y marca un gol.

Podría ser una jugada más de las muchas que se producen cada fin de semana en el fútbol gallego, pero no. El de Hugo es un tanto histórico, el primero que anota en Monforte un futbolista con una licencia PDA (Persona Discapacitada Adaptada), que le permite jugar con cadetes, categoría para niños de 14 y 15 años, a pesar de haber cumplido ya los 20.

"Gracias a las licencias PDA, estos niños por fin están viendo cubiertas unas necesidades de ocio, tiempo libre, formación y relaciones sociales que hasta ahora se habían visto muy limitadas", dice Xurxo Fortes, profesor en el instituto monfortino Río Cabe, impulsor de la iniciativa y artífice en 2019 en Vigo del caso Álex, jugador del AD Montecastelo que dispuso de la primera licencia PDA en España.

Gracias a este tipo de fichas federativas se consigue que jóvenes y niños con diversidad intelectual —con trastornos del espectro autista (TEA) o síndrome de Williams, por ejemplo— jueguen en una categoría adaptada a sus capacidades, aunque no sea la que les corresponda por edad.

Ese es el caso de Hugo, quien con 20 años golea junto a los cadetes del Calasancio. Fue el día de su debut, una sorpresa de sus entrenadores, Diego y Christian.

"Pensé que venía solo a ver el partido y animar al equipo, pero mi madre metió las botas en mi mochila y cuando llegué, Christian me dijo que jugaba. No sabía que ya tenía la licencia activa y no me lo creía", recuerda Hugo.

Empatía

Sus entrenadores lo pusieron a jugar y sus compañeros le dejaron lanzar el penalti. A la semana siguiente, incluso le cedieron el brazalete de capitán. Son gestos que prueban los valores de integración e inclusión que se transmiten en el fútbol base con este tipo de iniciativas. Y no han sido los únicos.

¿Recuerdan a Vlad, un niño ucraniano que llegó a Monforte con su madre huyendo de la guerra en su país y que a los pocos días empezó a entrenarse con el Calasancio? Ahora juega como portero en el alevín B del club. "En el entrenamiento de hace unos días paró un balón y rápidamente lo dejó entrar en la portería, sin que nadie le dijese nada, para hacer feliz a Roi", relata Xurxo. Roi es otro de los jugadores del Calasancio con licencia PDA. A sus doce años tendría que ser infantil, pero juega en la categoría justo anterior, la alevín.

"Las licencias PDA favorecen que los niños disfruten del deporte y que sus familias sean felices viéndoles, pero también ayuda a que veamos diferentes gestos en todos los demás chicos y chicas, que colaboran en la inclusión", explica Fortes.

Los protagonistas

Además de Hugo y Roi, en el Calasancio también se benefician de una licencia PDA Luis, de 13 años y jugador del alevín B, y Mateo, jugador de ocho años (benjamín), que forma parte del conjunto prebenjamín B. Por otro lado, esta semana ha empezado a entrenarse con los alevines Robert, que cuenta 13 primaveras, y el próximo lunes lo hará Noa, con los prebenjamines.

"También estoy orgulloso de los alumnos del IES Río Cabe, que me ayudan en los entrenamientos con estos niños y participan en la organización de eventos para favorecer la inclusión social. Desarrollan empatía y favorecen una sociedad mejor", concluye Fortes.

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