La hora en Belesar desde 1927

La iglesia del pueblo compartido por Chantada y O Saviñao posee un reloj manual al que una vecina acude a dar cuerda tres días a la semana para que funcione
Interior del reloj de Belesar, en el que un manubrio da cuerda a la campana y otro a las agujas. MIGUEL PIÑEIRO
photo_camera Interior del reloj de Belesar, en el que un manubrio da cuerda a la campana y otro a las agujas.

Son las cuatro de la tarde y un sonido desde la iglesia rompe el silencio en Belesar. En su interior, una vecina de este pueblo compartido por Chantada y O Saviñao acaba de dar cuerda al reloj que desde 1927 no ha faltado a su cita con la puntualidad, informando a los residentes del paso del tiempo cada media hora.

Se trata de una llamativa pieza que ha sido testigo de múltiples acontecimientos históricos, entre ellos el que cambió para siempre la vida en Belesar y los alrededores. Hasta el reloj de la iglesia se vio afectado por la construcción de los embalses. Cuando se levantó el de Os Peares, en los años 50 del siglo pasado, el antiguo templo quedó anegado bajo las aguas del río Miño y hubo que construir uno nuevo, el actual, en un alto, donde sobresale hoy en día rodeado de viñedos.

Desde allí sigue el reloj con su trabajo, del que no se ha ausentado nunca desde hace más de 90 años. "Os máis vellos adoitaban dicir que no 1927 inauguráronse o reloxo e a planta de luz", dice la vecina que se encarga de dar cuerda al aparato tres veces a la semana. La mujer elude el protagonismo y prefiere conservar el anonimato, pero accede a abrir la iglesia a este periódico para descubrir en el interior de un gran cajón de madera la parte interna del reloj.

RUTINA. Los domingos, martes y jueves, esta habitante de Belesar cruza el puente que une los dos núcleos separados por el río para evitar que el reloj se quede sin cuerda. Debe hacerlo de forma manual y, a poder ser, antes de que el péndulo esté muy cerca del suelo. Tiene un peso importante y la mujer debe dar 35 vueltas a los manubrios para que coja altura.

Uno de estos dos objetos sirve para dar cuerda a la campana (suena dos veces a las horas en punto y una en las medias horas) y el otro, a las agujas. Es de los pocos relojes manuales (son casi todos eléctricos) que quedan por las iglesias de la zona, como confirma el párroco, Manuel Areán.

Cuándo se construyó y dónde no está claro, aunque el sacerdote cree que estos aparatos se fabricaban fuera de Galicia. "En Castro Caldelas hai un moi parecido na torre museo", explica la vecina de Belesar, quien añade que cuando se hizo cargo de mantener el reloj, hace unos diez años, llamó al lugar para pedir información sobre su funcionamiento y los cuidados necesarios y complementar así los contenidos que ella misma había encontrado en internet.

Antes que ella, otro vecino de Belesar se encargaba de esa función y más atrás lo hacía un antiguo párroco. Cuando este se hizo mayor delegó en los vecinos el cuidado de algunos de los elementos de la iglesia, que ya no acoge misas diarias ni semanales, solo mensuales. Como sucede en muchos lugares de Ribeira Sacra, son las personas que tienen cerca su residencia quienes se ocupan de mantener cierta actividad alrededor de los templos para evitar que les invadan el abandono y el consiguiente deterioro.

SERVICIO VECINAL. Una de las razones por las que la mujer encargada del reloj de la iglesia de Belesar quiere mantener su anonimato es que ni ella ni el resto de habitantes del pueblo desean que el aparato se convierta en una atracción turística. Es un mero servicio para los vecinos que todavía quedan en las casas de los alrededores, cada vez menos habitadas.

No han querido venderlo ni donarlo como pieza de museo. Los residentes en Belesar quieren su viejo reloj como siempre, en lo más alto de la torre de su pequeño templo dando la hora cada día puntualmente, como ha hecho desde 1927 con muchas generaciones que han habitado uno de los parajes más idílicos y admirados de toda la provincia de Lugo.

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