Una feria para disfrutar del pasado

Rubián acogió la 17ª edición de la muestra etnográfica Outrora, que se llenó de público

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photo_camera Una de las casetas de la feria Outrora. L. A. R.

En la localidad bovedense de Rubián hubo un verdadero trajín de personas a lo largo de la jornada de ayer, todas deseosas de participar en la edición número 17 de la feria Outrora, una muestra etnográfica que tiene como fin que el público pueda entender cómo era una feria a principios del siglo XX. El encuentro tiene como añadidura que se celebra en un entorno privilegiado, junto a la capilla del Ecce Homo.

El encuentro resultó redondo, pues además de las cientos y cientos de personas que acudieron hasta Rubián hubo un récord de participación de casetas de artesanía y de demostración de antiguos oficios, un total de 40. Outrora sirvió para recuperar el esplendor de los mercados que funcionaban en los pequeños pueblos hace cien años, convirtiéndose en el escenario perfecto para disfrutar también de la gastronomía. La convocatoria sigue el patrón de otros eventos similares en diferentes puntos de la comarca, con puestos ambulantes y locales para comer el pulpo en un ya inexistente mercado ganadero.

EL ORIGEN. Hace 17 años, el Ayuntamiento de Bóveda quiso que la principal feria del año, la del 14 de julio, volviese a tener el esplendor de antaño aprovechando el tirón de los turistas, dándole un carácter más festivo y que al mismo tiempo se diferenciase de los mercados que se organizan el resto del año.

Así nació Outrora, una feria que echa la vista atrás y recupera la esencia de unos foros que eran la base comercial de hace un siglo. En las ferias todo se vendía y se compraba, eran puntos de intercambio de bienes, pero también de reunión y de relación social.

Los que ayer se acercaron a Rubián se encontraron con ese espíritu de confraternidad y pudieron disfrutar de talleres en directo de herrería, cantería, alfarería y telares, así como del buen hacer de un vecino de la parroquia de Guntín, José López Castro, quien sorprendió a todos con sus réplicas de coches, motos y aviones realizadas con latas de cerveza o de refrescos.

No menos atractiva fue la recreación de una malla que tuvo lugar pasadas las ocho y media de la tarde, que movió a decenas de nostálgicos. Los visitantes no perdieron detalle y quisieron inmortalizar el proceso con sus cámaras fotográficas.

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