La crónica de un horror: diez días de infierno en O Courel

Los incendios en la sierra están bajo control, pero el negro lo cubre todo. Hay dos pueblos calcinados y pérdidas económicas millonarias. Será difícil recuperar este pulmón de la provincia
Un brigadista en el incendio de O Courel. PIRO
photo_camera Un brigadista en el incendio de O Courel. PIRO

Ceniza que tiñe de negro cualquier lugar al que se mire, un olor que penetra hasta lo más profundo del cerebro, rostros tatuados de arrugas y ojeras tras jornadas continuas de insomnio y preocupación, y mucha pena, muchísima, en los corazones de los vecinos y de todos aquellos que se dejaron la piel para que las montañas de O Courel, con sus aldeas, sus casas y los animales no fuesen pasto de las llamas.

Eso es lo que queda después de que hace diez días comenzase el infierno en la sierra y quedase herida de por vida un área que es una de las joyas naturales y geológicas de Galicia y de la provincia, Reserva de la Biosfera y Geoparque Mundial de la Unesco.

En estos diez días ardieron unas 12.000 hectáreas de monte, dos pueblos quedaron arrasados (Vilar, en O Courel, y Río de Bois, en A Pobra do Brollón), y un millar de vecinos llegaron a estar desalojados en las jornadas más duras del fuego.

EL INICIO. El jueves 14 de julio todo el mundo estaba preocupado por la ola de calor, se miraban con lupa los termómetros y la tormenta que llegaba a última hora de la tarde traía semejante fuerza de viento y lluvia que, de primeras, nadie reparó en la sierra.

Los árboles caídos, la falta de suministro eléctrico y las inundaciones en varios puntos de la provincia alcanzaron tal calibre que no fue hasta el día siguiente, el viernes, cuando se tomó conciencia de lo que ocurría en el triángulo que forman los municipios de A Pobra do Brollón, O Courel y Quiroga, al sudeste de la provincia. Allí la tormenta había sido seca, cientos de rayos cayeron en un terreno plagado de especies pirófitas, a cero de humedad y a muchos grados de temperatura por lo que las chispas prendieron y el viento hizo el resto en las horas posteriores. Dicen los expertos que los incendios por tormenta eléctrica tienen ese riesgo. El fuego empieza debajo de la tierra, en el interior de los árboles y cuando se detectan ya tiene un calibre muy importante.

Lucha contra las llamas en O Courel. PIRO
Lucha contra las llamas en O Courel. PIRO

A lo largo del viernes se confirmaron siete focos de fuego. Los de Saa (A Pobra do Brollón), Seceda, Vilamor y Froxán (O Courel) y Nocedo, Outeiro y A Conchada (Quiroga) y ya se arrojaba un balance de 2.200 hectáreas calcinadas. Lo peor estaba por venir, pero ese día ya había poblaciones en jaque por la proximidad de las llamas. Preocupaban especialmente O Carballal y Froxán, en O Courel y O Busto en A Pobra do Brollón. En esta última población se desalojaba un campamento de 40 niños scouts que tenían que pasar la noche en el pabellón municipal.

El sábado y el domingo no fueron mejores. De los focos detectados progresaron con fuerza los de Saa y Vilamor y también cogió alas el incendio de Seceda. Detallaban los agentes forestales que nunca habían visto fuegos de tal virulencia y que las llamas se propagaban "por el aire" llegando en minutos a zonas completamente sanas. En esas horas también empezaban las quejas que fueron en aumento en las jornadas siguientes: los medios eran insuficientes para hacer frente al fuego pero Ourense también ardía de cabo a rabo y la Xunta insistía en que estaban a pleno rendimiento con todo lo que tenían. Además, la UME se sumaba a los trabajos.

DURO REVÉS. La jornada del domingo fue engañosa y dura. Por la mañana se abrió una brecha de optimismo, estaba prevista una bajada de temperaturas e incluso se anunciaba que podría llover y las fuentes oficiales comenzaban a emplear el término "estabilizar", para referirse a los focos.

Pero la tarde truncó todos los planes y se vivió una jornada negra tanto en A Pobra do Brollón como en O Courel. El fuego de Saa obligaba a desalojar lugares como Salcedo, un aldea de cierta envergadura, famosa por su Entroido en la que los vecinos resistieron hasta el último momento. No querían dejar sus casas porque, insistían, "se nos vamos aquí non queda ninguén para protexelas". Ahí estaban, pelando con su espíritu guímaro.

Esas escenas se vivían igualitas en O Carballal, un poco más arriba, y también en Froxán, Parada dos Montes, Valdomir, Santa Eufemia o Leixazós, amenazados por los fuegos de Saa, Vilamor y Seceda. Algunos vecinos se fueron a los pabellones y los albergues habilitados en A Pobra, Quiroga y Triacastela y otros jugaron al despiste con la Guardia Civil y se quedaron toda la noche protegiendo sus casas del diablo.

El lunes llegaron malas noticias. El presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, acudía al puesto de control de incendios de A Pobra do Brollón, daba cuenta de los medios en activo, hablaba de más de 300 personas desalojadas y de que se estaba haciendo todo lo posible. No se refería a más daños pero en los corrillos ya se comentaba otra cosa: habían ardido casas de Río de Bois (A Pobra do Brollón) y Vilar (Courel).

Río de Bois no llega a la media docena de viviendas que eran, en su mayoría, segundas residencias.

Por su parte Vilar es, era mejor dicho, una aldea muy simbólica de O Courel porque conservaba la arquitectura tradicional de montaña y porque albergaba un museo etnográfico único, el de Xan de Vilar, un octogenario apasionado de la música y la montaña que durante décadas atesoró enseres, herramientas y todo tipo de piezas que daban testimonio de la vida en la sierra antaño. Xan, como otros vecinos, intentaba asimilar la noticia evacuado en Triacastela.

Ese mismo día los frentes de los fuegos iniciados en Saa y Vilamor alcanzaron tales proporciones que se juntaron y se comenzó a hablar del macroindendio de O Courel que ya rondaba las 4.500 hectáreas de terreno arrasado y que al final de la jornada obligaba a un desalojo masivo. Más de un millar de vecinos de una veintena de núcleos eran llamados a dejar sus hogares. Los de la zona limítrofe con A Pobra do Brollón, pero también los de los pueblos comprendidos más sierra adentro hasta el norte. Desde Folgoso al propio Seoane, pasando por Ferreirós o Moreda, entre otros. Se hizo una evacuación masiva de la que solo se salvaron Hórreos (que horas más tarde se desalojaría) y Romeor.

Desolación en la aldea de Vilar. ELISEO TRIGO (EFE)
Desolación en la aldea de Vilar. ELISEO TRIGO (EFE)

En los días centrales de la semana la película se repetía. Los vecinos de las parroquias por las que el fuego ya había pasado comenzaban a volver a sus casas, que en la mayoría de las ocasiones seguían el pie pero alrededor solo había cenizas. En otro frente, las llamas corrían hacia la montaña del Lor y las evacuaciones crecían en esa área. Por ejemplo, seguían desalojados (desde el fin de semana) los vecinos de Xestoso o Vilar de Lor y a ellos se sumaban los de Lamas, Bustelo y Orxais. También peligraba el valle de la Seara y tenían que marcharse los de Vilarbacú, A Seara, Ferramulín y Vieiros.

En estos días se daban por estabilizados los incendios que habían prosperado menos tras los rayos del jueves como los de A Conchada, Nocedo y Outeiro, pero seguía fuera sí el fusionado de Vilamor y Saa y el de Seceda.

LA REBELIÓN. Con tal panorama los vecinos se rebelaron, desoyeron la Guardia Civil, volvieron a las aldeas, a las orillas de las devesas y se pusieron a defender lo suyo con uñas y dientes. A veces solos, a veces con la coordinación de algún brigadista en solitario o alguna motobomba. Además, los agentes forestales de descanso o los que todavía estaban a la espera de firmar su contrato de trabajo se sumaron a la lucha. Se vivieron escenas marcadas por la tensión entre los mandos públicos y los vecinos voluntarios. Nadie puso en duda el trabajo que las cuadrillas desplegadas en la zona pero todo el mundo insistía en los mismo: "No son suficientes y además no conocen la zona, las carreteras, las pistas, las tomas de aguas".

Fue ese arrojo y unión de fuerzas las que permitieron parar el fuego a las puertas de muchas aldeas y fueron también esos vecinos camuflados en las pistas ejerciendo de centinelas incansables los que se percataron el jueves de que el fuego llegaba peligrosamente a la Lagoa da Lucenza, de origen glaciar y que, aunque en verano está seca, guarda un ecosistema único. Además, este punto es la antesala de la Devesa da Rogueira, el bosque más variado y mejor conservado de Galicia.

A ROGUEIRA. Los vecinos que avistaron llamas en la Lucenza dieron la voz de alarma y se lanzaron a la lucha contra varias lenguas de fuego. Los medios aéreos aparecieron en masa, así como las brigadas, las palas y los buldózer. Se trabajó bien, en equipo y coordinados. Se derribó un pinar y se tomaron medidas que no impidieron que ardiera el entorno de A Lucenza, pero se salvó A Rogueira.

Desde la jornada del viernes O Courel sigue echando humo pero ya no hay llama. La Xunta dio por controlados los incendios pequeños y perimetró el macroincendio que se llevó por delante el solo más de 10.000 hectáreas. También el de Seceda, con otras 1.100. Los vecinos obtuvieron permiso para regresar a sus casas y ya han llegado los primeros balances. En Saa se quemó una masa forestal cuyo valor sería de 1,5 millones de euros. Hay decenas de colmenares arruinados, que tardarán años en sobreponerse. Cientos de animales muertos y numerosas infraestructuras por recuperar.

Los incendios de O Courel no se han llevado vidas humanas por delante pero sí una parte imprescindible del patrimonio natural, geológico y biológico gallego, Ardió más de 12% del territorio del geoparque Montañas do Courel.

La Xunta de Galicia ya anunció paquetes de ayudas a los afectados para viviendas y para actividad económica en el territorio, pero queda una tarea pendiente: replantearse desde cero la gestión de la sierra porque lo hecho en el último medio siglo solo sirvió para echar más leña al fuego.

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