Detrás de la gran cueva de O Courel

Guillermo Díaz y sus compañeros de Troglobios descubren y catalogan las cavidades que todavía están ocultas gracias a los testimonios aportados por los vecino de las aldeas

Estalactitas y estalagmitas de la cueva de Troglobios. GUILLE DÍAZ
photo_camera Estalactitas y estalagmitas de la cueva de Troglobios. GUILLE DÍAZ

MONFORTE. «Hay que buscar un equilibrio entre la divulgación y la protección». Son palabras del biólogo monfortino Guillermo Díaz Aira que resumen su labor y la de sus compañeros del club de espeleología Troglobios durante los últimos años. A través de la recopilación de los testimonios de quienes todavía viven en las aldeas de O Courel se encargan de catalogar las cuevas existentes y de intentar llegar a aquellas que aún están ocultas.

Este año, el grupo ha visitado varias cavernas, como la de Tralacosta, Chaos dos Mazairos, Sobredo, Ceza, Taro da Cruz y Reibarba. «Salvo tres, todas las demás están muy bien conservadas porque son de muy difícil acceso», reconoce el Díaz . Muchas de estas cavidades se «autolimitan», según este biólogo y espeleólogo, por la dificultad que ofrecen para ser visitadas, lo que ayuda a su adecuada conservación al evitar «visitas poco amistosas, que es algo que ha ocurrido durante estos años. En una cueva de Lóuzara alguien entró con una sierra radial y arrasó con todo y en otra aparecieron pintadas con espray que obligaron a cerrarla con una puerta», señaló.

El trabajo de Troglobios se centra, precisamente, en la conservación de estas cuevas para evitar tales situaciones. «No soy partidario de que no vaya nadie a visitarlas. La gente quiere vivir del turismo y necesita de estos recursos, pero hay empresas que crean actividades con sentido para evitar la masificación perniciosa, como ha ocurrido en otras zonas de Galicia», apunta Díaz Aira.

LAS MÁS GRANDES. Entre las cuevas descubiertas durante estos años se encuentran las de Aradelas y A Teixeira, dos de las más grandes de O Courel. Aradelas es la cavidad más profunda de Galicia, con unos 150 metros de caída. A Teixeira, por su parte, cuenta con cuatro kilómetros de desarrollo. Ambas son de interés más deportivo que geológico por su escasez de formaciones y facilidad de entrada.

Por contra, están la cueva de Arcoia, «para mí la más delicada», dice Guillermo Díaz, por su alto interés paleontológico, y la de Sobredo, descubierta el año pasado y revisitada este verano en tres ocasiones. Según palabras de Guillermo Díaz, esta gruta es «una auténtica pasada». Su acceso solo es para profesionales y se pueden encontrar floritas, formaciones calizas y galerías con estructuras cristalinas «que recuerdan a discotecas de los años 70. Es alucinante», apunta Díaz.

El objetivo es impulsar la candidatura del geoparque a través de un amplio análisis de estas cavidades para que sean visitadas

Entre lo encontrado a lo largo de todos estos años por Troglobios se cuentan todo tipo de objetos, como huesos y restos que demuestran que estas cavidades fueron habitadas. «En Mostaz hallamos restos de cerámica y huesos de oso pardo de más de 2.000 años y en otras hasta esqueletos de osos de las cavernas», señala Díaz Aira.

El descubrimiento y catalogación de estas cuevas es un eje importante del futuro geoparque. «Si lo queremos, hay que cuidarlo», asegura. Para ello, el biólogo de Troglobios incide en la importancia de la concienciación de los vecinos de la zona, sobre todo de aquellos que viven en las aldeas. «Es su terreno. Tienen que ver una repercusión económica por esto. Si existe oposición al geoparque por parte de algunos es porque no se ha explicado bien la iniciativa», concluye.

Las leyendas sitúan en las grutas serpientes voladoras o cabras de oro
Muchas son las leyendas que ha recogido Guillermo Díaz Aira y su equipo. «Es importante hablar con los vecinos porque saben donde están las cavidades». Entre todos los testimonios llaman la atención aquellos que alertan de posibles peligros o tesoros dentro de estas grutas. «Me dijeron que en la cueva de A Piñeira do Courel vivían serpientes voladoras», dice.

Otro caso es el de una vecina de Sobredo que tiene constancia de una cueva cerca de Folgoso en la que asegura que hay «una cabra de oro», un caso similar al de la mina de Torubio, donde vive «una ‘moura’ con un telar dorado». La existencia de minas en la zona propició la aparición de estos mitos. «Mi favorita es la que dice que la gran cueva del Courel está todavía por descubrir. Ojalá podamos convertirla en realidad».

Comentarios