Cuando ir al banco es la excusa

La inmensa mayoría de los usuarios son personas mayores de 70 años que acuden casi a diario a sacar pequeñas cantidades
Decenas de vecinos hicieron cola en la Rúa Cardenal de Monforte para acceder a una entidad bancaria. L.A.R.
photo_camera Decenas de vecinos hicieron cola en la Rúa Cardenal de Monforte para acceder a una entidad bancaria. L.A.R.

Todos aquellos que han estado en primera línea de fuego, los que han tenido que atender a la población desde la declaración del estado de alarma, coinciden en destacar las triquiñuelas diseñadas por el vecindario para salir de sus casas y no exponerse a una multa administrativa por desoír el confinamiento.

Dicen los que están a pie de cañón que las artimañas para andar por la calle comenzaron con la necesidad de unos y otros para abastecerse de alimentos en los supermercados. Cuentan los que regentan las cajas registradoras de las tiendas que no era raro ver varias veces al día a la misma persona, que acudía para comprar una barra de pan; poco después para adquirir unas chuletas y a última hora para darse una vuelta por el supermercado y salir de él con un producto que bien había podido comprar en sus dos anteriores incursiones.

Todo cambió cuando la policía comenzó a vigilar a estos, llamémosle así, reincidentes. Sin tique de compra o con uno que no justificaba una necesidad imperiosa de salir al supermercado se enfrentaban a una sanción administrativa de al menos 601 euros.

Ese fue el punto de inflexión para todos aquellos que sea como fuese tenían la imperiosa necesidad de andar por la calle, por lo que pensaron en las farmacias. Provistos de su tarjeta sanitaria, si un agente de la autoridad les paraba decían que iban a buscar unos medicamentos, pero todo cambió cuando se intuyó que era otra triquiñuela para dar un paseo, para salir.

Llevar una cartilla de ahorros en el bolsillo es suficiente para que ningún policía pueda interpretar que uno se salta el confinamiento

La reiteración en conductas impropias desde el punto de vista cívico hizo que se comenzase a pedir el resguardo de la compra del medicamento y afloró que la inmensa mayoría no llevaban en sus bolsillos ni unas aspirinas para su casa. Algo semejante ocurrió con los estancos, donde acabaron por dar comprobantes de compra a los clientes.

La última tendencia es salir para hacer alguna gestión en una entidad bancaria. Llevar una cartilla de ahorros en el bolsillo es suficiente para que ningún policía pueda interpretar que uno se salta el confinamiento o, en el mejor de los casos, las franjas horarias estipuladas.

Lo visto en la mañana de este jueves en la calle principal de Monforte, la Rúa Cardenal, es buena muestra de ello. Numerosos vecinos hacían colas de decenas de metros para entrar en las oficinas de Abanca. En el otro extremo de la vía, otras tantas personas se comportaban de forma similar para acceder a la sucursal del banco Santander.

Trabajadores de ambas entidades consultados por este diario señalaron que tal afluencia de público a mediados de mes es “inusual”.

Destacaron el hecho de que hay muchos vecinos, la mayoría mayores de 70 años, que acuden a pagar recibos que no tienen demora, que otros están día sí y día también para retirar entre 20 y 50 euros y que algunos acuden a hacer consultas peregrinas.

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