Cuando arbitrar es vocación

Adrián Rodríguez (primero por la izquierda), durante su debut como árbitro. EP

Adrián Rodríguez Pacio debutó como colegiado en un Calasancio-Arenteiro con solo doce años de edad

Muchas veces se ha dicho que los buenos futbolistas se forman en la calle y en el patio del colegio, donde la creatividad fluye sin obstáculos y lo único que importa es divertirse. Sobre cemento, tierra y barro se forjaron algunas de las mejores piernas de la historia de este deporte antes de llegar al césped. Sin embargo, poco o nada se habla de cómo empiezan los que quizá sean los actores más incomprendidos del fútbol, criticados cuando fallan y desapercibidos en el acierto: los árbitros.

Adrián Rodríguez Pacio solo tiene doce años de edad, pero ya puede presumir de haber dirigido un partido oficial. Con el silbato se encargó de aplicar las normas del fútbol durante un encuentro de prebenjamines entre el Calasancio y el Arenteiro, en el campo de los Escolapios de Monforte. Dice que fue "tranquilo, no hubo faltas". Tampoco sacó tarjetas, pues no es hasta el escalafón alevín cuando se empiezan a enseñar.

Cuando se habla de fútbol con un niño es habitual que se exprese con pasión acerca de lo mucho que disfruta con el balón en los pies y que se refiera sus ídolos, que suelen ser jugadores. Adrián rompe con ese esquema. "Me gusta el fútbol, pero no jugar. Arbitrar, en cambio, me apasiona, porque noto que tengo el control en el campo", relata.

Y como pasa con los futbolistas, que se forman junto a sus amigos en esa anarquía donde el encuentro solo se acaba cuando no hay luz o el dueño de la pelota tiene que marcharse, Adrián descubrió su gran pasión en el patio del colegio A Gándara. "Había muchos problemas en los recreos cuando se jugaban los partidos, así que hablé con Óscar, el jefe de estudios, para que me dejara arbitrarlos y accedió", señala el joven trencilla.

De las pistas de A Gándara no tardó en llegar al verde de los Escolapios. El Calasancio le permitió dirigir varios choques amistosos de sus alevines para complementar su formación teórica, que recibe cada viernes de ocho a nueve de la noche en A Pinguela de la mano de Saúl López Parga, delegado de los árbitros en Monforte y colegiado en Tercera División.

Él es una de sus grandes referencias, al igual que Ramón Sánchez Armental (su primer profesor) y David Pérez, quien le echó una mano durante su debut. "Se encargó de anotar los goleadores y de ayudarme desde fuera. Fue como mi VAR", dice Adrián.

El pequeño árbitro solo tiene buenas palabras para los tres, a los que da las gracias por las enseñanzas y el apoyo. También afirma estar muy agradecido al Calasancio por dejarle dictaminar justicia tanto en amistosos como en entrenamientos.

En los profesionales dice no fijarse mucho todavía. "Veo a los que dirigen al Real Madrid y al Barcelona, pero no sé cómo se llaman. Sí es cierto que me gustaría ser árbitro y estar muchos años en el fútbol", asegura.

El primer encuentro como colegiado de Adrián acabó con 4-4 en el marcador. Una lluvia de goles con un niño como juez. Quién sabe si habrá sido el inicio de una fructífera carrera con el silbato.