Fátima Donado, una periodista monfortina confinada en la selva de Perú

Lleva cinco meses en Santa Clara del Ojeal, en plena Amazonía, donde trabaja para dotar a esta aislada comunidad de una radio propia
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photo_camera Fátima Donado, en Perú. EP

Desde hace cinco meses vivo en una comunidad de la ribera del Amazonas, en la selva peruana, trabajando en un proyecto social de comunicación, AmazOndas. Resido en una casa de voluntarios que a su vez es un proyecto social educativo que trabaja con niños. Cuando hace un mes y medio empezamos a leer noticias sobre el coronavirus nos sonaba lejano y temporal. Incluso ahora, cuando mis amigos y familiares desde España me cuentan la situación en los colegios, trabajos y supermercados no era capaz de ser consciente de la magnitud. Incluso vivimos una escena surrealista: bromeábamos con que en Barrio Florido, una comunidad vecina, habían echado a un grupo de turistas chinos que intentaban visitar "Fundo Pedrito" subidos en un bote y protegidos con mascarilla. Les gritaron y les impidieron pasar. Nos reímos, claro. Era una escena de "Black Mirror" en plena Amazonía. El mensaje, por su parte, fue el de la prudencia. Se puede considerar racista, sí, porque actuaron desde el miedo y la desinformación, pero actuaron contra algo que el resto estábamos viendo como inofensivo.

Y así fue hasta que comprendimos la facilidad con la que este ente invisible y viajero se propaga; que era incontrolable y que lo único que podía frenarlo era la responsabilidad social y la solidaridad, no solo un gobierno; hasta que nos hicimos cargo de que vivimos en una comunidad en la que somos las únicas extranjeras que además reciben voluntarios de todas las partes del mundo.

Os invito a entrar en este estado de iluminación. Las directoras de Proyecto Iquitos (autosostenible gracias a los voluntarios) han decidido cerrar el voluntariado para evitar que el virus entre a una comunidad sin acceso por carretera que vive sin luz, sin agua y con familias sin un plato de comida asegurado al día. ¿Cómo nos lavamos todos las manos tres veces al día si casi no tenemos agua para beber o ducharnos? Dependemos de la lluvia para eso. ¿Cómo nos aislamos si las familias del pueblo viajan cada semana a Iquitos para abastecerse y vender sus cosechas para tener algún ingreso que saque a los suyos adelante? ¿Cómo nos encerramos 15 días si no tenemos neveras para hacer grandes compras y poder mantenerlas en buenas condiciones? La opción de las conservas, económicamente, no son una opción para familias que viven en condiciones de extrema pobreza. ¿Cómo nos aislamos cómodamente en casas de madera con tejados de chapa expuestos a altas temperaturas y humedad? ¿Cómo nos aislamos si las familias viven hacinadas con seis u ocho miembros en viviendas sin habitaciones ni divisiones?

No hay medidas concretas desde los gobiernos para las comunidades más vulnerables

Hablamos de una comunidad con una posta médica que no abre siempre y que solo dispone de botes que cruzan el Amazonas hasta la ciudad más cercana (Iquitos) por las mañanas. ¿Qué ocurre si hay una urgencia por la tarde? Tu propia suerte. Primero llega a Iquitos y luego págate un hospital privado. Y en una situación de alerta sanitaria. Iquitos tiene los hospitales colapsados con más de 4.000 afectados por dengue. Estamos atados y abandonados. No hay medidas concretas desde los gobiernos para las comunidades más vulnerables. Todas son demasiado globales para un país con tantas desigualdades. Dependemos de vosotros, de cada uno de vosotros, para que esto no llegue. Esta y miles de comunidades en Latinoamérica y el mundo.

Hemos comprendido que nosotras, y esta comunidad, poseemos ese aislamiento tan preciado (aunque en estas condiciones), pero puede ser una trampa mortal si en el mundo impera la inconsciencia. Queremos cuidar este lugar, a sus habitantes, a eso hemos venido, pero en esta crisis nos toca dar un paso más y privarnos de nuestra propia libertad cuando todavía no ha ocurrido nada grave aquí porque, ¿por qué esperar? Aprendamos a prevenir de verdad. A no esperar a que algo llegue para empezar a prepararnos y llegar tarde. La globalización está aquí con todas sus consecuencias y China es Europa en cuestión de horas y España es Perú en cuestión de días. La unión más fuerte de esta crisis pasa por esperar, ser pacientes, resguardarnos y cuidarnos para así cuidar a los más débiles contra este virus. Dependen en gran medida de nuestras decisiones.

El coronavirus puede enseñarnos a crear conciencia por fin. Entender que lo que hacemos cada día influye en los demás. Algo simple, ¿no? Pues nos lo viene a explicar a lo bestia. Porque cuando actuamos y hablamos sin conciencia en nuestro día a día hacemos daño a los demás, incluso a personas que queremos. Pero es que ahora tenemos que demostrarnos que esa conciencia es necesaria para salvar a miles de desconocidos, nuestros abuelos y abuelas, que esperan de nosotros la mejor versión. La más pura. La más consciente. La más difícil.

Ahí están todos nuestros sanitarios, farmacéuticos, camioneros, cajeras, policías o periodistas a los que agradezco cada minuto de entrega a su trabajo

Vivimos en un momento en el que queremos formar parte de todo, pero cuando se nos pide formar parte de la comunidad más grande de todas, la humanidad, para salvarnos, nos olvidamos de la globalización, de ese sentimiento de pertenencia que se crea desde la solidaridad. ¿Desde dónde actúas? ¿Miedo? ¿Pánico? ¿Egoísmo? ¿Hipocresía? Prueba a hacerlo desde la responsabilidad, la solidaridad, el respeto, la empatía y el amor. Dedícale un momento a las consecuencias de tus actos, a las desigualdades del mundo y que el coronavirus no respeta: nos ataca a todos, pero no todos pueden defenderse por igual.

Parece que si te quedas en casa no se nota tu granito de arena. ¿Qué tal si piensas en la integridad? ¿En que los verdaderos héroes y heroínas son los que hacen lo correcto sin necesidad de espectadores? Ahí está el verdadero valor. Ahí están todos nuestros sanitarios, farmacéuticos, camioneros, cajeras, policías o periodistas a los que agradezco cada minuto de entrega a su trabajo. Por todo esto, aun en estas condiciones, yo me quedo en casa y sigo las recomendaciones. ¿Te apuntas?

E como di unha marabillosa canción da artista galega Sés: «Que pertinente andar pola vida humanamente».

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