Lo de Andrea Obenza con la Ribeira Sacra fue amor a primera vista. Nacida en O Morrazo, estudiaba en Lugo cuando las prácticas la llevaron a Monforte, al consejo regulador de la denominación de origen de los vinos. Allí forjó su pasión por la viticultura. Más tarde, estudiando Enología en Tarragona, encontró otra de las piezas claves para entender esta historia con mucho apego por la tierra y que decidieron llamar Tolo do Xisto.
En Cataluña coincidió con el enólogo Toni Coca i Fitó, con quien rápido estableció amistad al tener "mucha afinidad a la hora de entender los vinos". Ya por aquel entonces Andrea deseaba poner en marcha su propio proyecto y hacerlo, precisamente, "en la zona donde había descubierto lo que me gustaba", la Ribeira Sacra.
Los hermanos Coca i Fitó —Toni y Miquel— ya dirigían bodegas consolidadas en Montsant, una denominación de origen compuesta, en su mayoría, por bodegas del Priorat. En una de sus conversaciones con Andrea decidieron venir a conocer la Ribeira Sacra y su visita estuvo marcada por el vino, como es lógico. Probaron caldos de diferentes bodegas, subzonas y variedades.
Desde el principio tuvieron claro que esta tierra tenía algo especial y que la idea de Andrea era acertada. Ambas partes se pusieron manos a la obra en busca de viñedos de calidad. Los encontraron en la ribera de Val do Frade, en Vilachá. Con las primeras uvas que compraron elaboraron 3.000 botellas, en 2013. Poco después compraron la parcela.
Trabajan dos hectáreas en la ribera de Val do Frade y les gustaría crecer hasta las 30.000 botellas
Ahora cuentan con varias fincas pequeñas a lo largo de la ladera que suman unas dos hectáreas. Allí están las uvas con las que elaboran tres referencias muy particulares, que suponen unas 20.000 botellas por cosecha, aunque la cifra varía, pues cada año evalúan si elaborar o no determinadas marcas.
Los vinos
Es el caso de Os Conventos, de la que salieron solo dos cosechas. Este mencía se hace con uvas de cepas que se abren camino como buenamente pueden entre las piedras de la viña homónima. Es un tinto exclusivo del que salen, cuando lo hacen, entre 900 y 1.000 botellas. El vino pasa seis meses en barrica y un año embotellado antes de comenzar a ser comercializado.
Andrea explica que Os Conventos destaca por su "frescura y mineralidad, es un vino excepcional, fresco y elegante que producimos o no dependiendo de si muestra características diferenciales".
Ruxe Ruxe es otra de sus marcas. En la actualidad, y durante los próximos meses, están comercializando la añada de 2021. "Siempre vamos con atraso, y la pandemia lo acentuó más, pero creemos que le sentó bien al vino", indica Obenza, que habla de Ruxe Ruxe como "un joven no joven".
Lo elaboran con las uvas de las partes más altas de su viñedo, mientras que las de los puntos más bajos e intermedios quedan reservados para la joya de esta bodega, el mencía Tolo do Xisto. "Es el vino que más nos representa, es elegante en nariz y fresco en boca", dice Andrea. Ahora están con la cosecha de 2018 de este tinto que tan bien marida "con carnes, pescado azul o cebiche".
El nombre de la bodega tiene que ver con la esencia mineral que reflejan los vinos por los suelos de pizarra
Tolo do Xisto pasa cuatro meses en barrica de roble francés, pero no con la intención de convertirlo en un crianza —para ello debería esta al menos seis—, sino con el objetivo de "dotarlo de complejidad". Así se obtiene este vino delicado que transmite la esencia mineral de la zona a través de los suelos de pizarra de la orilla del Sil.
Y es que Tolo do Xisto debe su nombre a esto último. "Que se haya mantenido la viticultura en esta zona y de esta manera es de locos", celebra Andrea, que ahora disfruta de los viñedos de la Ribeira Sacra, esos "que me llenan de paz y me cargan las pilas".
Tanto ella como los hermanos Coca i Fitó son "mentes activas y cargadas de ilusiones" que no descartan sorprender en cualquier momento con alguna novedad. Por el momento se centran en crecer de forma sostenible en una ribera donde no es demasiado fácil ampliar superficie. "Alcanzar las 30.000 botellas sería lo ideal", concluye Andrea Obenza.