EXTRA | RIBEIRA SACRA E SERRAS DO ORIBIO E COUREL

El aislamiento ayudó a proteger Santa Cristina

El monasterio benedictino es una de las joyas de Ribeira Sacra y destaca por la conservación de sus elementos
Mosteiro de Santa Cristina
photo_camera Mosteiro de Santa Cristina

La naturaleza, el arte y la historia se entremezclan en este concello que presenta un enorme dinamismo social y cultural fruto de la inquietud de sus habitantes. La naturaleza nos asalta en cada rincón y nos permite contemplar soutos con castaños milenarios como  el de Entrambosrrios, justo antes de la aldea y muy cerca de la carretera de acceso. La omnipresencia del Sil ha dado pie a la construcción de numerosos miradores que rivalizan en ofrecer las estampas más bellas de este territorio que espera ser catalogado próximamente como Patrimonio de la Humanidad y Reserva de la Biosfera Ribeira Sacra e Serras do Oribio e Courel. 

En el aspecto monumental sobresale el monasterio benedictino de Santa Cristina, de origen desconocido, probablemente eremítico, uno de los cenobios que dieron lugar a uno de los centros de oración más importantes del primer milenio. Destaca por su indiscutible belleza tanto el monasterio como la iglesia emplazada en uno de los meandros que el Sil forma al bordear el monte Varona, en una pequeña península cubierta por un viejo y frondoso souto.

Estas riberas del curso superior del Sil, fueron siempre refugio de eremitas y por eso, en el siglo IX, se fundó con la definitiva estructura monacal Santa Cristina, según consta en la donación que la iglesia de San Juan de Bisantes hace al monasterio en el año 876. Los autores retrotraen su fundación a las épocas de San Martín Dumiense. Hasta el año 1518 tuvo total independencia, pasando a partir de esa fecha a depender, como priorato, del monasterio de Santo Estevo de Ribas do Sil.

El asombro del visitante es completo cuando en medio de este enclave natural se yergue este edificio románico, conservando en toda su pureza los elementos arquitectónicos después de tantos años de abandono  y depredación, sobre todo a partir del siglo XIX con motivo de la desamortización. Sin duda contribuyó su inaccesibilidad, hoy solventada con una carretera de unos dos kilómetros desde Parada de Sil pasando por el pueblo de Castro, el más inmediato al monasterio.

En el interior, la nave se cubre con una cubierta de madera a dos aguas que se apoya sobre unos arcos apuntados que descansan sobre ménsulas, que están decoradas con motivos geométricos y bolas. En el ábside central, conserva unas pinturas murales, renacentistas, del siglo XVI. En ellas podemos ver a la Virgen y San Juan, acompañados de Santo Domingo, San Antonio y Santo Tomás. En la parte superior, Santa Lucía y Santa Bárbara. En una de las capillas laterales se conserva el altar románico. De las dependencias donde vivían los monjes se conserva poco. Del claustro, tan sólo se conservan dos alas con arcos sobre un basamento corrido de gran sobriedad. Corresponde a las reformas del siglo XVI.

Finalmente, es necesario destacar la necrópolis de San Vítor de Barxacova uno de los mayores conjuntos funerarios rupestres conocidos, con decenas de tumbas antropomorfas excavadas en roca en torno a los siglos IX y X. 

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