En memoria de Antonio Rodrigues Afonso

Qué razón tiene la copla: «Algo se muere en el alma, cuando un amigo se va...». Conocerte, amigo Antonio, fue como tocar un pedacito de cielo y ver lo hermoso de su espacio. Sin embargo, con tu despedida silenciosa no puedo ni tocarme el alma, ya que está lastimada por tu inesperada partida y no puede ver la hermosura de la técnica de tu pintura. Fueron momentos inolvidables los que pasé contigo y con tu esposa Elsa, que siempre guardaré en lo más hondo de tu corazón. Tú siempre fuiste y serás el espejo del óleo en el cual yo siempre quiero reflejarme. Espero y vcreo que algún día nos veremos para poder pintar juntos antes de que amanezca el arcoíris del cielo, teniendo como bastidor y pinceles a nuestras mujeres Manoli y Elsa y como disolvente el suave murmullo del viento. Hasta entonces, un abrazo.

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