Perfil: Isaac Prado Villapol

El verso de esta ranchera, que le cantó un rival cuando dejó el cargo, define bien los tiempos felices de 'El pistolas' y la piedad que inspiraba ya condenado y enfermo

Con el verso de esta ranchera despidió uno de sus enconados opositores a Isaac Prado Villapol tras el pleno en el que renunció a la alcaldía de O Vicedo. La ranchera Fallaste corazón define bien los tiempos felices y el posterior derrumbe del prepontente regidor, que derrotado y enfermo despertaba una piedad que él nunca tuvo.

Su mandato, al más puro estilo Tirano Banderas, convirtió la vida política de O Vicedo en un esperpento que derivó en tragedia. La figura de Prado Villapol estuvo vinculada siempre a un modo personalista y convulso de gobernar. El último gran dinosaurio de la política lucense anteponía siempre sus impulsos e intereses particulares.

Su presentación en público se produjo con bata blanca y maletín, como médico del municipio. Atrás quedaba su breve etapa de cantante de la orquesta Los Maseda en su O Valadouro natal. El nudo de la tragicomedia lo protagonizó como alcalde, casi siempre del PP y en su última época de independiente, lo que realmente siempre fue. Entonces Villapol era un ser más allá del bien y del mal, que iba por libre.

Su sobrenombre de El Pistolas, derivado de su afición a estas armas de fuego, que alguna vez exhibió en público, infundía respeto y contribuía a endurecer una figura cuya mirada iracunda congelaba. Una comisión de políticos de A Mariña viajó al País Vasco a finales de los 70 para conocer el funcionamiento de una planta de celulosa, cuando se proyectaba ubicar una fábrica de este tipo en Fazouro, De repente, las alarmas comenzaron a sonar. La causa del sobresalto, como es fácil de imaginar, era la pistola de Villapol, quien construyó un foso de tiro olímpico en el municipio que pronto quedó sin uso y olvidado.

El yugo y las flechas se mantuvieron en la fachada de la casa consistorial vicedense en los tiempos de Villapol 


Era Isaac Prado un hombre acostumbrado a imponer su voluntad. Ya mayor y con salud achacosa, a la vez que hundido por los avatares judiciales, aún levantaba su voz por encima de los demás. Su imagen pública era la de un ogro amenazante, aunque tuviese detalles que denotaban sentimentalismo. Pese a su genio, tenía también habilidad para ganarse a quienes consideraba fieles y se plegaban a sus intereses.

Que era un verso suelto lo sabían bien sus compañeros en AP y en el PP. Fueron célebres los enfrentamientos que protagonizó a principios de los 80 con su compañero de partido y presidente de la naciente Mancomunidad de Municipios de A Mariña, José María López Noceda, hasta el punto de que llegó a ser el más crítico opositor en el ente mancomunado. El origen de las discrepancias era la falta de acuerdo para pasar la línea de suministro eléctrico al repetidor de televisión de O Cadramón por unos terrenos propiedad del mandatario vicedense, con el que no se llegó a un acuerdo.

No le molestaba a Prado Villapol lo más mínimo que el yugo y las flechas presidiesen la fachada de la casa consistorial. Echaba mano de las bravuconadas para acongojar al adversario, como en la catarata de amenazas contra el fiscal García Calderón que le grabó la policía.

El dinero fue otra de sus grandes ambiciones o, dicho en palabras del fiscal Jesús Izaguirre, "la rapiña". Su empleo político le reportó suculentas dietas que tuvo que devolver por orden de la Justicia. Tanto quiso abarcar que incluso figuró como asesor de la Consellería de Sanidade en el primer Gobierno de Manuel Fraga, aunque en un debate parlamentario surgieron dudas de que llegase a realizar tal función. Los solares y edificios también estaban en su punto de mira y le convirtieron en un importante propietario rural y urbano.

El hombre que se creía el rey de todo el mundo, que se sentía capaz de aguantar cualquier envite, se vio arrollado por el tiovivo judicial. Aunque adaptó el papel de víctima, e incluso llegó a hablar de ensañamiento, las sentencias judiciales dejaron claro su perfil político y ético y le recordaron que el poder no es eterno, y mucho menos omnímodo.

Este exalcalde de O Vicedo cayó en desgracia por sus propios desafueros. Pero si su gestión económica parecía puro disparate, los choques con compañeros de partido y rivales políticos le dejaron solo mucho antes de su condena público en los tribunales. Tuvo que abandonar el Partido Popular por la puerta de atrás, pero no por ello perdió el apoyo de sus fieles votantes, que le otorgaron la mayoría absoluta a su candidatura independiente e hicieron una comida campestre para celebrar un cuarto de siglo de gobierno. Pero la gente tiene poco memoria y también esas gentes le dieron la espalda o se pusieron de lado cuando vinieron mal dadas. Hasta a sus excompañeros del PP no les quedó más remedio que aceptar la retirada de la calle.

Sus disparatadas actuaciones y sus anécdotas fuera de lugar son cosas del pasado. El hombre que dio tantos titulares como frases pronunció se marchó en silencio. O Vicedo dejó de ser un triste ejemplo de la Galicia profunda, con un regidor surrealista que vivió un triste epílogo.

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