Xu Zhimo, el maestro de la despedida

Le pide a su amada que se despida de todo, de las rigideces, de las tradiciones, de las normas, de las mezquindades y que se vaya con él por el mar

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CREO QUE es la mejor despedida de todos los tiempos. Nadie se ha despedido mejor en la literatura. "Muy suavemente yo me voy/ Tan suavemente como llegué/ Suavemente yo digo adiós/ como las nubes rosadas en el cielo del Oeste", dice Xu Zhimo en Despedida a Cambridge.

Xu Zhimo escribió Una noche en Florencia, título que recuerda las Noches florentinas de Heinrich Heine con su delirio, e Impresiones de París. Tenía mucho de chino pero estaba fascinado por Europa. Rompió con la mujer que le impuso su familia y se fue con Lin, una mujer bohemia y musical, aunque ella después se casó con otro. Luego amó a Lu , y rompió con ella, y la reencontró varias veces, y cuando se iba a reconciliar con ella murió en un accidente de avión. Fundó la Escuela de la Luna Llena inspirándose en Shelley y Tagore.

Llevó a Tagore de viaje por la China del Norte para enseñarle las magias de su país. Fue amigo y tal vez amante de P. S. Buck , y ella le ayudó a cuestionar las rigideces de la China más tradicionalista. Y más tarde esa China maoísta donde millones de chinos visten ese uniforme impersonal de mecánico lo consideró pequeñoburgués, decadente , qué sé yo… Pero ahora le llaman el Shelley chino, el más romántico de los poetas chinos, y lo leen los jóvenes como símbolo de libertad e intensidad, y enseñan su casa en Haining al sur de Shangai como un lugar encantado. Desde hace años sueño con visitar esa casa.

La casa está en Haining, a la entrada de la bahía, donde nació el poeta. Está muy cerca de Hangzhou, la ciudad de los lagos y los poetas, que fue la capital gloriosa de la dinastía Song del Sur. En ella reunió las características chinas y las europeas. Puso libros por todas partes, un retrato de Keats, un cuadro que lo representa hablando con Tagore, paneles con caligrafías en las paredes. Puso galerías de madera, puso pasillos abovedados como en una catedral. Allí pensaba abrazar a su amante y escribir poemas, pero los japoneses invadieron China y se fueron a vivir a Shangai.

Xu estaba harto de que la familia le impusiese sus normas, de que las costumbres gobernasen sus sentimientos, de que los cuerpos estuviesen tapados por ropajes y protocolos


Otro poema famoso es una despedida apasionada. Le pide a su amada que se despida de todo, de las rigideces, de las tradiciones, de las normas, de las mezquindades y que se vaya con él por el mar. Que los dos digan adiós "a todo eso" como Cernuda cuando se iba al olvido: "Suelta tu espesa cabellera,/ muestra tus pies descalzos/ y sígueme, amor mío/ El mundo de los hombres queda atrás./ Mira, mira el mar claro, inmenso./ La libertad sin fin, tú y yo, el amor". Que una mujer en China a principios del siglo XX se suelte el pelo es una audacia y una liberación increíble. Y no digamos que se metan los dos el mar sin caminos obligados, que se hablen directamente sin ceremonias, que miren la inmensidad sin cortapisas.

Xu estaba harto de que la familia le impusiese sus normas igual que hace cientos de años, de que las costumbres gobernasen sus sentimientos, de que los cuerpos estuviesen tapados por ropajes y protocolos. Por eso le dice a su amada, como los románticos europeos, o como los beats de San Francisco, que dejen este mundo real y se vayan al paraíso soñado, a la fantasía y el mito. Y entonces la despedida es una liberación: "Mira allá, donde apunta mi dedo:/ la estrella azul,/ la isla cubierta de verdor,/ flores lozanas, pájaros, animales hermosos./ Sube a este barco frágil y ligero,/ y vámonos, vámonos al paraíso soñado./ Adiós, mundo, adiós."

La Despedida a Cambridge es la levedad y al mismo tiempo la pasión. Sentir algo con fuerza pero no querer controlarlo, entregarse sin presiones a la vida. Tiene sutileza y nostalgia, un recuerdo del taoísmo, un dejar que las cosas ocurran y se muestren como son libres de los conceptos. Hay una aparente ligereza y hay toda la intensidad de un momento, lo mismo Li Po hace siglos como un hippie sentía inmensamente los paisajes del Yang Tse y se despedía de ellos. Pero, yo lo sé por experiencia, cuando uno se despide de algo es cuando lo percibe más intensamente, por eso el mejor homenaje que hizo Xu a Cambridge fue cuando se despedía de él.

De todos modos, Xu Zhimo aporta una sensibilidad china a la Europa demasiado conceptualista, se libera de los conceptos y las frases que enjaulan a los europeos, mira de verdad las cosas y siente el espíritu de las ciudades. Xu llamaba xingling a ese tipo de sensibilidad. Lo más pasajero es lo más profundo, lo más cambiante indica la permanencia de la vida: "Los sauces dorados en la orilla del río/ son jóvenes novias en el sol poniente/ sus reflejos en las olas brillantes/ siempre persisten en el fondo de mi corazón".

Con razón miles de chinos peregrinan a Cambridge y leen el poema en una piedra rota en los jardines del King College. En esa piedra se unifican China y Europa, se complementan dos mundos que desconfiaron tanto tiempo.

Otra despedida está en el poema Accidente: "Nos encontramos de noche en la oscuridad/ tú en tu ola y yo en la mía./ Soy una nube en el cielo,/ una sombra casual en las olas de tu pecho./ No necesitas asombrarte/ ni alegrarte tampoco". Tal vez es una despedida más intensa y desgarrada, que provoca una nostalgia agresiva. Hay un encuentro ilimitado y una despedida torrencial. La vida entera se concentra en un segundo y se despide. "Nada dorado puede permanecer", decía el norteamericano Robert Frost. Tampoco toda la intensidad del mar puede durar. Lo que parece una casualidad es una revelación entre dos seres. Pero no hay que intentar atraparla. Y Xu nos dice: no estorbes con tus gestos, tus palabras , tus definiciones, el prodigio que ocurre, el movimiento, la vida. El ‘xingling’ es tener esa acuidad, ese contacto sutil con las cosas, esa sensibilidad abierta y sin barreras. La misma que tenían los pintores de la dinastía Song cuando pintaban templos sumergidos en las montañas.

El xingling es despedirse de las cosas, pero también captarlas mejor que nunca en ese momento. Dejar que se manifiesten las cosas y sentirlas en lo que tienen de inatrapable. Es no dar solemnidad a lo que se siente y por eso sentirlo sin fronteras. Es percibir cómo se mueve la vida sin fin, la vida, el espíritu.

Entonces todo es casual, todo está más allá de nuestros conceptos, tenemos que despedirlo y dejar que sea como quiera. Para captar una vida hay que saber decirle adiós.

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