Vivir es fácil con los ojos cerrados

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Título: Vivir es fácil con los ojos cerrados.Director: David Trueba. Reparto: Javier Cámara, Natalia de Molina, Francesc Colomer, Ramón Fonteserè y Ariadna Gil. Cines: As Termas (Lugo). Calificación: 2 / 4

EL ÉXITO hace dos semanas en los Goya da una segunda oportunidad a la película de David Trueba en la cartelera. Con una recaudación modesta, quizá demasiado corta para la promoción que se le había hecho y para sus objetivos claramente comerciales, ‘Vivir es fácil con los ojos cerrados’ revive gracias al impulso de unos premios que conviven con la duda perpetua sobre su propia esencia. Tal vez no sirvan para levantar la taquilla de una película de Rosales, pero sí parece eficaz en artefactos diseñados para públicos muy concretos.

En ‘Vivir es fácil...’ un profesor de inglés usa las canciones de los Beatles para enseñar a sus alumnos. Motivado por la necesidad de completar las letras, sacadas a oído, inicia un viaje por carretera hasta Almería con el objetivo de conocer a John Lennon y pedirle que incluya los textos en los discos.

Esto le sirve a Trueba para colocar en un espejo los conflictos generacionales actuales y los de una España predemocrática. Los diálogos transcurren en los sesenta, cuando una parte de la población veía el futuro con ilusión e intentaba transmitir unos valores luminosos a los más jóvenes, pero están pensadas para que la audiencia de 2014 realice su propia lectura desencantada en la oscuridad de la sala. Natalia de Molina repitió una de las frases de la película cuando subió a recibir su Goya a la mejor actriz revelación -«Yo no quiero que nadie decida por mí»-, y hay líneas que el profesor Carrión (Javier Cámara) escupe a los espectadores de hoy con la cámara muy cerca, todas referidas a la necesidad de referentes y a una juventud que, si tiene un futuro, es lejos de aquí.

Trueba hace una ‘road movie’ canónica y sienta en un 850 a un triángulo emocional que se irá explicando mediante largas conversaciones. ‘Vivir es fácil…’ es un cuento moral sobre personajes nobles y casi puros en un país túzaro y hecho a golpes con la mano abierta. Todas las figuras opresoras -el padre, los directores de los colegios y el campesino- usan la bofetada como medio de expresión frente a la palabra del profesor protagonista y el humor cortante del dueño del bar El Catalán.

A Trueba se le va la mano en los contrastes y en la candidez del trío protagonista. Abusa de un discurso moral tan rígido que no deja margen a que los personajes tengan opciones reales para escoger sus decisiones. Se adivina un resquicio de duda en la conveniencia de una relación profesor-alumna que vaya más allá, pero esa bonhomía y ese carácter tan limpio del profesor impide que la que podría ser la escena clave de la película encienda un conflicto problemático y cargado de matices. Quizá entonces ese ‘Help’ iniciático adquiriese su valor completo.

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