Violencia apadrinada

EN UN país en el que caben pocas sorpresas, no todos entienden las nulas o exiguas consecuencias penales, o de cualquier otro tipo, en que derivan los episodios violentos en manifestaciones o concentraciones callejeras, muy legítimas si son pacíficas y respetuosas. Son sobre todo los radicales los que sacan tajada, sin importarles el porqué de la reprobación; y lo que es peor, suelen irse de rositas tras ser detenidos y desfilar por los juzgados pese a la gravedad de los daños que ocasionan, en el mobiliario urbano, establecimientos y también en personas, caso de los agentes del orden. Les sale gratis o a un precio muy asequible. Pero siendo inexplicable, más lo es (intolerable en toda regla) que reciban la cobertura de los convocantes, sindicatos grupos u organizaciones, que apadrinando la violencia son conniventes en los desórdenes cuando debieran apresurarse a censurarlos. ¿Cómo puede exigirse que se exonere a los autores de un presunto delito? ¿Para qué están el Estado de Derecho, las leyes, los jueces…?

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