Veinticuatro días interminables

CONSEGUIDO el objetivo, las preguntas asaltan a los aficionados: ¿por qué hay que esperar ahora 24 días para jugar la final de la Liga de Campeones? ¿para eso tanta prisa en liquidar las semifinales en apenas una semana? En verdad, el calendario futbolístico, y quienes lo confeccionan, es una de las mayores lacras de este bello deporte. Es que hay cosas inexplicables, como los absurdos y siempre inoportunos parones para que jueguen las cada vez más anacrónicas selecciones, entendido esto dentro de un contexto de superprofesionalización como el que se vive desde hace muchos años. Poco sentido tiene también el parón invernal de las competiciones europeas, desde primeros de diciembre hasta mediados de febrero, cuando apenas ningún campeonato se interrumpe ya por este motivo.

Sí, hay muchas cosas en el fútbol que escapan a la razón. Quizá por eso atrae a tantos aficionados por todo el planeta. Escapaba a la razón, antes del partido, que el Madrid fuese capaz de marcarle cuatro goles al Bayern en Múnich. Visto el choque, el marcador quizá hasta resulte corto. Costaba trabajo también apostar por el Atlético en la guarida del Chelsea de José Mourinho y, en cambio, el partido resultó poco más que un paseo militar para Diego Simeone y sus chicos. Como para pronosticar qué puede pasar en la final.

Tampoco estamos aquí para eso, sino más bien para analizar qué pasó y por qué. En Múnich, por ejemplo, el Madrid impuso su gran calidad y, por fin, con unas altas dosis de trabajo y solidaridad entre sus futbolistas pocas veces vistas en este equipo. Por supuesto que eso no garantiza nada si no hay acierto ante la portería. Si lo hay... Ayudó lo suyo, qué duda cabe, el empecinamiento de Pep Guardiola con su fútbol de toque, toque, toque, toque, toque... sin profundidad. Se ha zurrado lo suyo al técnico catalán por su planteamiento del partido, pero lo cierto es que los planes los hacen buenos o malos los jugadores sobre el campo y no se puede decir que los futbolistas del Bayern anduviesen muy lúcidos el otro día. Respecto a las ácidas críticas de dirigentes y exfutbolistas del Bayern a Guardiola, habría que preguntarles si no sabían el fútbol que propone el exentrenador del Barcelona. Es posible que se hayan enterado ahora, casi año y medio después de anunciar el fichaje. Guardiola es como es y no va a cambiar. Ve el fútbol de una manera y hasta ahora le ha ido muy bien. Su propuesta es tan lícita como las demás. Otra cosa es que desde su entorno se haya querido vender su fútbol como el único posible.

Igual que el Madrid se plantó al fin en la final también lo hizo, para sorpresa del continente, el Atlético, un equipo que recuerda por su resistencia más allá de lo razonable al Barcelona de Guardiola. Apenas trece jugadores entran en los planes de Simeone, y esos trece han cargado con toda una Liga, toda una Champions y casi toda la Copa del Rey (el Atlético solo faltó en la final). De la irrepetible campaña del Atlético dan fe varios datos: los cinco jugadores de campo con más minutos en la Liga son del Atlético, que acumula seis entre los nueve que deberían andar con más fatiga (los otros tres son los madridistas Pepe y Cristiano Ronaldo y el realista Íñigo Martínez). Es más, Koke y Gabi, del Atlético, son el segundo y tercer jugador que más distancia han recorrido en la Champions, según las estadísticas de la Uefa, tras el portento físico del Bayern David Alaba. Alex Ferguson dijo en los días de esplendor del Barça de Guardiola que quería conocer a los miembros de los servicios médicos del club azulgrana porque sabían algo que los demás desconocían. Quizá ahora el escocés, con todo el tiempo libre del mundo tras jubilarse el pasado verano, tenga un rato para darse un paseo por los laboratorios del Vicente Calderón.

El fantasma de Bela Guttman, aliado del Sevilla

Es archiconocida la maldición que arrojó el técnico húngaro Bela Guttman sobre el Benfica al ser despedido hará cosa de 50 años. «Sin mí, ni en 100 años el Benfica volverá a ganar un título en Europa», dijo Guttman. No lo ha vuelto a hacer. Desde entonces, las águilas de Lisboa han disputado cuatro finales de Champions (en 1965, 1968, 1988 y 1990) y dos de la Copa de la Uefa o Liga Europa (1983 y 2013) y las han perdido todas. Con Guttman ganaron la Copa de Europa en 1961 y 1962. De nuevo lo vuelve a intentar el Benfica este año en la final turinesa de la Liga Europa. La jugará el miércoles 14 ante el Sevilla. Ya saben los supersticiosos por quién deben apostar.

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