Unas cabras y Beethoven

"Al vernos, las cabras se quedaron quietas. Nosotros también. Parecían desconcertadas. Nosotros también

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ESTE SÁBADO fui a la provincia de Ourense, que para estar tan lejos recuerda bastante a Galicia. Y allí, cerca de A Cañiza, dando un paseo con los niños, en una corredoira nos topamos de frente con un rebaño de cabras.

Al vernos, las cabras se quedaron quietas. Nosotros también. Parecían desconcertadas. Nosotros también. Nos miramos un rato y juraría que alguna carraspeó porque la situación era, ciertamente, un poco incómoda. Hasta que, viendo que no hacían ademán de moverse, decidimos meternos por un hueco de un valado y escondernos. Inmediatamente, siguieron andando, pero conforme llegaban a nuestro escondite y nos veían volvían a dudar. Apareció la primera y se paró, mirándonos sorprendida: "Oh, aquí están otra vez". Apareció otra y se quedó a su lado: "Vaya…". Un chasquido de lengua hizo que se fuesen, pero solo para dejar sitio a la siguiente, que nos observó a los cuatro allí agachados con verdadera curiosidad. Chasquear de lengua. Siguiente: "¿Se puede saber a qué viene esto?". Una a una iban deteniéndose a nuestra altura y clavando en nosotros sus pupilas rectangulares. Aunque no son muy expresivas, saltaba a la vista que estaban confusas. Más lengua, más cabras, más ruidos, cabras nuevas, que sin excepción se paraban. Hasta que no sé qué hizo que cundiese un pánico irracional entre ellas y echasen a correr, atropellándose y asustándose cada vez más unas a otras.

De noche, en el coche, todos dormían. 

Llevo décadas escuchando Radio Clásica, que me parece un oasis de cultura en el desierto mediático, un alivio en medio del dial. Y le estoy muy agradecido, pues ha sido mi compañera infatigable de estudios, lecturas, siestas y miles de desayunos. A esa hora emitían Los colores de la noche, de Sergio Pagán, una de esas voces extraordinarias de la emisora, y juntos hicimos el último tramo del viaje. András Schiff tocaba la sonata nº 31 en La b menor del divino divino Ludwig van y me hacía más llevadera una autovía, además de carísima, interminable.

Aunque si tuviese que quedarme con una época en música clásica elegiría el Romanticismo, mi compositor preferido es Beethoven, que es más un precursor. Es menos encorsetado, menos formal que el Clasicismo, pero tampoco se deja llevar constantemente por los arrebatos, a diferencia de los que vinieron después, que parecían vivir en una permanente montaña rusa emocional. Como las cabras. Para mí, es una combinación maravillosa de estructura y fuerza, de razón y sentimiento. Así me gusta la música. Y las personas.

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