Una vida en pausa

IRIA, SU MARIDO y su hijo abandonaron el país justo antes de las revueltas, una decisión que tomaron en previsión de la que la cosa se complicase. «Nos sorprendió que pudieran reunir a tanta gente y nos empezó a dar miedo, no por la población, porque teníamos claro qué es lo que pedían, que además es lo que merecen, sino la reacción del Ejército y la Policía», explica.

La familia optó por regresar a España el mismo día en que el Gobierno cortó las comunicaciones «y tuvimos que hacer las reservas de los billetes con un teléfono de satélite, de lo que se usan para ir al desierto», una salida que tuvieron que volver a retrasar hasta la mañana siguiente por el toque de queda impuesto por la noche.

Lo único raro que vieron por el camino fueron soldados en el aeropuerto, pero nada más, casi como un día normal, ya que apenas vieron conflictos y eso que el marido de Iria, David, trabaja en las proximidades de la ya conocida como Plaza de la Liberación. Tampoco sufrieron desabastecimientos, porque se encargaron de llenar la nevera, por precaución.

De momento, siguen esperando a que puedan regresar, que es lo que más desean todos sobre todo el pequeño Adrián, de dos años y medio, para quien en El Cairo está su verdadera casa. «Estás en tu país, con tu familia, pero realmente tu vida está allí y ahora estamos como si le diéramos al botón de pausa y eso que en nosotros estamos en nuestra casa y es como si viniéramos de vacaciones, por tengo amigos que están viviendo de prestado con familiares y con los niños sin ir al cole».

El trabajo de su marido en una empresa de gas llevó a Iria hasta Egipto, una oportunidad que decidieron aprovechar y de la que no sólo no se arrepiente sino que confían en ampliar. «Nuestro plan inicial era quedarnos tres años, que vencen enseguida, pero la idea  es poder estar dos o tres más porque creemos que podemos sacarle más jugo a esta experiencia».

«La vida de un expatriado es cómoda, porque te pagan todo, te ofrecen vivir en la mejor zona, te pagan el cole, te ponen coche, chófer. Eres un privilegiado en un país donde la media vive por debajo del umbral de la pobreza, aunque los verdaderos ricos nos dan 14.000 vueltas», afirma.

Independiente
Iria es una persona joven y muy formada y aunque el primer año lo dedicó casi en exclusividad al cuidado de su pequeño, «una suerte en un país en que se puede hacer mucha vida en la calle», ahora,  aprovechando que Adrián ya acude a la guardería, asiste a clases de idiomas y ha hecho un máster on line.

«Que uno trabaje fuera y otro se dedique a la intendencia está muy bien, sobre todo en un país en que cualquier gestión lleva un mundo», dice Iria, sabedora de que «a los egipcios el tiempo les importa poco». «Realmente soy yo la que vivo el día a día, la que se pelea con los obreros que vienen a casa, la que va a la frutería, a la pescadería...», aclara.

Más tiempo libre le permite conocer mejor la ciudad, en la que se adentra conduciendo su propio coche, un ejemplo de que se trata de un país totalmente seguro, «con un índice menor de delincuencia y robos que en cualquier país europeo», afirma la joven, embarazada de su segundo hijo.

«Otra cosa es el reparo que te pueda dar que te miren», asegura. «Cuando llegas a Egipto te pones las gafas de sol de madame y no te las quitas», dice en broma, en alusión a cómo los egipcios se dirigen a las europeas. «Al principio te parece raro pero luego te acostumbras, porque lo hacen con mucho respeto y siempre nos han tratado muy bien», afirma.

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