Una vida compartida casi al cien por cien

Alberto López y Olalla Pampín imparten docencia en el Conservatorio Profesional de Música de Lugo.
photo_camera Alberto López y Olalla Pampín imparten docencia en el Conservatorio Profesional de Música de Lugo.

Pertenecen a ámbitos profesionales muy diversos, a veces diametralmente opuestos, pero todos han aplicado una fórmula de vida muy similar: son parejas que no solo lo comparten todo en la esfera privada, sino que también han elegido la misma profesión y, en la mayoría de los casos, la desarrollan en el mismo lugar de trabajo. El buen entendimiento y sentirse más respaldado en todos los ámbitos por una persona con la que se tiene una complicidad especial parecen ser las claves para que todos atestigüen encontrar muchas más ventajas que inconvenientes a su situación.

Javier Fernández Vilaro y Pilar García Piñeiro. DOS DÉCADAS CON LAS MANOS EN LA MASA

Veinte años es el tiempo que esta pareja lleva manejando el timón de la emblemática panadería Pallares de Sarria, un negocio centenario que siempre ha estado en manos de la misma familia desde que lo pusiera en marcha, hacia 1876, el bisabuelo de Pilar García Piñeiro. Ella trabajó allí desde que tuvo edad para hacerlo, ayudando a sus padres, y cuando contrajo matrimonio con Javier Fernández Vilariño, este se sumó a la empresa, cogiendo ambos, un tiempo después, el testigo de la gestión. «O meu home fíxose moi rápido co oficio, pese a que comezou de cero, porque é unha persoa moi creativa e ten conseguido innovar moito», señala Pilar, quien alaba esta cualidad para lograr «que o noso traballo non se faga monótono». No lo son, según ella, ni las facetas laboral ni personal, porque «aínda que pasamos moitas horas xuntos no lugar de traballo, tamén tentamos facer cousas fóra del. Os sábados pola noite case sempre saímos, aínda que esteamos ben cansos, e os domingos pechamos o negocio e tomámonos o día para nós e a familia». Aun así, los temas relacionados con la panadería no son ningún tabú en las horas de asueto. «Amamos a nosa profesión e gústanos comentar cousas dela pero -matiza- sabendo separar». Nunca han vivido junto a su lugar de trabajo, «aínda que, sobre todo cando a nosa filla era pequena, sería máis cómodo, pero preferimos ter separados os dous espacios», concluye.

Jesús Sánchez Fernández y Adela Fernández Armesto. JÓVENES Y DECIDIDOS A APOSTAR POR LA AGRICULTURA

Él tenía un trabajo como asalariado en una planta embotelladora de agua y ella había cursado estudios de diseño y tenía una propuesta en firme para comenzar a trabajar para una importante firma de moda pero, tras contraer matrimonio, decidieron dar un giro a sus vidas e iniciar un proyecto personal y laboral en común: la gestión de la explotación ganadera familiar, que hasta entonces habían llevado los padres de Adela en la parroquia sarriana de Nespereira. En el año 2004 adecuaron las instalaciones para vacuno de leche, con 70 cabezas de ganado, actividad a la que Adela suma una página en el sitio de internet Granxa Familiar, a través de la que venden en la red excedentes de producción. «Ela dedícase sobre todo á páxina, porque temos bastantes pedidos de distintos puntos de España e supón un bo complemento para a nosa economía, pero tamén ten que axudar na explotación, da que eu levo máis o peso coa axuda dun empregado», indica Jesús. Aunque trabajan en lo mismo y su casa y su trabajo se solapan en espacios físicos, asegura que «temos pouco tempo para estar xuntos, incluso hai días que prácticamente só nos vemos á hora de comer». Para él, ese es uno de los pocos momentos de descanso que permite la atención a una explotación ganadera que se pone a funcionar sobre las siete y media de la mañana y en la que trabaja hasta la noche. Pese a ello, y a que tampoco para la agricultura corren tiempos de bonanza, la pareja no se arrepiente de haber optado por un modo de vida que les gusta a ambos, si bien reconocen su mayor inconveniente: «Desde que traballamos nesto non puidemos dormir nin un día fóra de casa, as vacacións non existen».

Alberto López Hermida y Olalla Pampín López. CON LA MÚSICA A TODAS PARTES

Su relación, primero de compañerismo y amistad, y más tarde de pareja, ha estado siempre mediatizada por una pasión compartida: la música. Alberto López y Olalla Pampín ya se conocían de niños, desde el colegio, pero fue cuando coincidieron de nuevo en la adolescencia, tocando en la misma banda, cuando afianzaron unos lazos de amistad que, con el tiempo, llegarían a mucho más. De nuevo la casualidad, y su vocación, los unió al cursar estudios en el conservatorio de música, y ahí ya comenzó una relación de pareja que culminó en boda hace dos años. Ambos han conseguido hacer de su pasión, su profesión, ejerciendo como docentes en el Conservatorio de Música de Lugo «e tocando sempre que podemos», cuenta Alberto.

Además de lugar de trabajo, comparten horarios similares «pero organizámonos ben, sobre todo porque aínda non temos fillos e o resto de tarefas domésticas ou xestións doutro tipo repartímolas en función de quen estea dispoñible», añade. Tampoco es para ellos un problema llevarse temas de trabajo a casa. «Facemos unha posta en común dos problemas que resulta moi útil, porque son moi semellantes e podémonos axudar. Ademais, traballamos en algo que nos apaixoa, compartimos o gozo coa música e emocionámonos co mesmo», acaba.

Juan Bautista Pérez López y Eva Díaz Álvarez. JUNTOS DELANTE Y DETRÁS DE LA BARRA

Juan Bautista Pérez comenzó a trabajar en hostelería, como camarero, a los 16 años y, ya con mucha experiencia en un sector «que me gustaba e vía que funcionaba», dice, decidió montar su propio negocio a los 23, recién casado. Su mujer tenía entonces otro trabajo, pero decidieron que lo dejase para incorporarse al bar y afrontar esa aventura empresarial juntos. Y no se han arrepentido. Tras aquel primer negocio, un bar alquilado en el barrio de A Milagrosa que mantuvieron durante casi una década, decidieron comprar su propio local al otro lado de la ciudad, en la zona universitaria, donde en la actualidad regentan su restaurante y bar, O Venecia.

También para ellos el compartir oficio y lugar de trabajo tiene muchos más pros que contras «porque, cando existe un bo entendemento entre a parella, os coñecementos que temos os dous do sector fan que traballemos con máis tranquilidade e confianza, sabendo que en calquera momento podemos delegar un no outro», atestigua Juan.Él asume un horario más intenso, desde que sube la persiana del local a las siete y media de la mañana hasta que cierra, a las doce y media de la noche, con un paréntesis de descanso por la tarde -tienen dos empleados-. Eva arrima el hombro en las horas centrales del día, en torno al horario de comidas, cuando se concentra el trabajo. «O resto do tempo está máis pendente da casa e do noso fillo, sempre nos ocupamos nós del e non delegamos cas tarefas, as actividades extraescolares... nunca quixemos que o neno pasase as horas no bar», recuerda. Es precisamente el tiempo que les falta para estar con su hijo, de 14 años, lo que más pesa entre los inconvenientes del trabajo que han elegido. Buen jugador de baloncesto, «dóenos moito ter perdido moitos dos seus partidos, pero facemos o que podemos... o ano pasado pechamos unha semana o bar para ir a Córdoba a velo xogar o campionato de España».

Miguel Pereiro y María Queiroz. UN MATRIMONIO QUE DEJA ‘CON LA BOCA ABIERTA’

La decisión de estudiar Medicina fue previa a conocerse -fue en el segundo año de carrera-, pero la dentista María Queiroz reconoce que en la elección de la especialidad de Odontología pesó definitivamente su por aquel entonces novio y ahora marido, Miguel Pereiro. «Ya entonces decidimos estudiar lo mismo para en el futuro montar una clínica dental juntos. Teníamos claro que no solo queríamos una vida juntos, sino también formar una familia con hijos, y por ello enfocamos nuestra profesión hacia una actividad que nos permitiese tener calidad de vida, que no nos absorbiese por completo ni nos alejase de la familia», indica María. Y parecen haberlo logrado. Aunque prácticamente tienen horarios coincidentes, precisa que en la clínica «cada uno tiene su especialidad y sus pacientes y apenas nos vemos, pero somos una pareja muy cómplice, sabemos que el otro está en todo momento cerca y eso da mucha seguridad a la hora de trabajar», añade. El tiempo para compartir llega cuando termina la jornada laboral. Fuera de la clínica se habla poco de lo que en ella ocurre, «aprovechamos para hacer nuestra vida juntos, y por separado, porque al contrario que en el ámbito laboral, tenemos aficiones muy diferentes», apostilla María.

Javier Díaz García e Inés Gómez Gernández. HACIENDO FRENTE DE LA MANO A CUALQUIER TEMPESTAD

Inés Gómez es una de las poquísimas mujeres de la costa de Lugo que sale a faenar en un barco de pesca, y lo hace desde Viveiro y junto a su marido, Javier Díaz, a bordo del ‘Nai Alicia’, la lancha que adquirieron hace un lustro. Inés reconoce que el mar siempre ejerció una fuerte atracción en ella, aunque no era el modo de vida de su familia. No así en la de Javier, hijo de pescador y enrolado en el barco de su padre desde los 15 años. Pese a ello, tardó en cumplir uno de sus anhelos: trabajar como marinera en un barco de pesca.

Casada desde 1992, durante años pasó por diferentes empleos en tierra, mientras que Javier seguía en el mar. El punto de inflexión se produjo cuando la pareja decidió comprar su propia embarcación. La casualidad hizo el resto, poniendo ante Inés su oportunidad en bandeja. «Quedamos sen os dous mariñeiros que tiñamos e a min acababa de rematarme un contrato, así que me ofrecín para axudar». Funcionó tan bien que se quedó trabajando en la lancha hasta que encontró de nuevo un quehacer en tierra. Esa situación se ha repetido en varias ocasiones, la última aún vigente. Desde el pasado septiembre, Javier e Inés vuelven a ser patrón y marinero. Ambos se confiesan encantados con la experiencia, a la que solo ponen pegas por «estar os dous como autónomos e non ter ningún soldo fixo na casa». No hay más quejas de un oficio que, esperan, siga dando frutos para continuar ‘navegando’ juntos.

Herminio Panizo Viñambre y Loli Lombardía Deiros. UNA ‘SÚPER’ PAREJA

Herminio y Loli fueron de esas parejas que se ‘mimetizaron’ laboralmente después de contraer matrimonio. Él trabajaba en la sección de pescadería en un supermercado y ella no tardó en incorporarse como cajera en la misma superficie. Esa situación se prolongó durante unos años. Pero tuvieron dos hijos y su fórmula para poder llevar ambos un sueldo a casa y, al tiempo, ocuparse de los pequeños, pasaba por pedir siempre turnos diferentes, teniendo incluso que renunciar a coincidir en vacaciones. «Durante unos años nos tuvimos que ir por separado en verano, pero siempre lo llevamos bien», afirma Loli quien, como la mayoría de parejas en su situación, cree que de trabajar juntos «todo son ventajas, conocemos bien la labor del otro y eso nos hace entendernos mejor». Pero los asuntos del súper suelen quedarse en el súper. Explica que «en casa nunca se habla de cosas de allí, es una especie de norma que establecimos y que se suele respetar». Ahora, aunque en la misma cadena, trabajan en establecimientos diferentes y, con los hijos ya mayores, se pueden permiten coincidir en los descansos.

José Manuel Vila y Mercedes de Santaló. MATRIMONIO PARA MEDALLA

Los dos atesoran en sus vitrinas trofeos que los reconocen entre los mejores a nivel nacional en sus respectivas disciplinas deportivas -él en lanzamiento de jabalina y ella, de disco- pero entre los atletas José Manuel Vila y Mercedes de Santaló no hay competitividad ni envidias profesionales, sino un vínculo sentimental y también una vocación común. Se vieron por primera vez al entrenar en Lugo en el mismo recinto y con el mismo entrenador, y aunque eso fue en la adolescencia, son pareja desde hace cinco años y están casados desde hace dos.

Dada la dedicación que requiere el deporte de élite, con horas diarias de entrenamientos y continuas ausencias en temporada de competiciones, ambos coinciden en la importancia de que «los dos estemos en la misma situación, así es mucho más fácil asumir y entender el tipo de vida que impone el deporte», aclara José Manuel. Esa práctica dejará pronto de ser la principal pasión compartida de la pareja, que espera para dentro de apenas dos semanas la llegada de su primera hija. Se impondrá entonces un nuevo planteamiento en su rutina, «pero confiamos en organizarnos bien, porque Mercedes pretende seguir compitiendo al máximo nivel». La compenetración es la clave.

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