Una soledad mitigada

Pasillo de hospitalización del Hula. (Foto: Xesús Ponte/AEP)
photo_camera Pasillo de hospitalización del Hula. (Foto: Xesús Ponte/AEP)

Lleva un abrigo de ‘mouton’, una falda gruesa y no suelta el bolso. En un primer vistazo, parece la acompañante de un enfermo o una de las visitas. No es hasta que la auxiliar la busca para entregarle su yogur de la merienda, llamándola por su nombre, que la tesis inicial empieza a flaquear. Una mirada más atenta confirma el error: no lleva medias, pero sí una gasa cubriéndole una herida en una pierna, y en su silla figura una pegatina con su nombre y el número de su habitación.

La mujer, Ana (nombre figurado), lleva un mes viviendo en la cuarta planta del Hula, pero al menos mes y medio en el hospital. Residía con su marido en un edificio de cuatro pisos de un barrio de la ciudad, del que según cuenta en el discurso nublado que le permite su demencia salía muy a menudo en taxi para ir a comer a distintos restaurantes de la ciudad. Su esposo, nonagenario, enfermó un día de las pasadas Navidades y, en esa ocasión, abandonaron los dos su apartamento, al que no han vuelto. Él falleció pasado poco tiempo y ella, que tiene un buen estado físico, se quedó en el hospital por la imposibilidad de vivir sola.

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