Una simbiosis altruista y afable

María Fernández (Foto: J. Vázquez)
photo_camera María Fernández (Foto: J. Vázquez)

Es cierto que, por mucho que digan que el tiempo es oro, pagar con tiempo y no con dinero supone un ahorro importante. Sin embargo, los lucenses que participan en el banco de tiempo no ven el ahorro como la principal ventaja, sino que lo que más agradecen es el contacto interpersonal.

Es el caso de Pilar Yáñez, una lucense que ofrece clases de macramé. Pilar se apuntó en el banco de tiempo después de jubilarse porque «levaba moi mal o de quedarme na casa e isto é un xeito de permanecer activa».

Ahora hace ya seis meses que está apuntada «e aberta a todo o que supoña un entretemento» y lo que más le gusta de esta iniciativa es, precisamente, la oportunidad de conocer gente e intercambiar impresiones. «Ensino macramé, pero esto tamén serve para intercambiar experiencias e retomar as relacións persoais que hoxe en día semellan estar bastante esquecidas». Por eso, Pilar se ofrece para enseñar todo aquello que conoce.

Instruye también en cestería e informática para colectivos con ceguera, ya que ella es invidente y maneja un sistema electrónico basado en la combinación de teclas. «Eu non vexo, pero dentro das miñas limitacións podo facer moitas cousas». Y es que en el banco de tiempo cualquier persona puede tener mucho que ofrecer. «Todos temos algo que ensinar e por iso participar no banco resulta tan enriquecedor» asegura entusiasmada Pilar.

Los servicios que se ofrecen aquí suelen ser pequeñas habilidades y conocimientos que los usuarios están dispuestos a compartir con otros miembros de manera altruista, por lo que no se trata de una actividad intrusiva. «Non lle quitamos o traballo a ningún profesional, tan só aprendemos cousas novas mentres pasamos o tempo», explica Pilar.

Ella se apuntó en el banco hace seis meses y desde entonces ha ayudado a una chica interesada en aprender macramé. «Auxilia púxonos en contacto e nós falamos co conserxe do centro Uxío Novoneyra e concertamos un local. Non tivemos inconvinte en conseguilo porque a nosa actividade non era lucrativa. Durante o mes de xuño quedabamos pola tarde para deseñar un tapiz co que cubrir un cadro de luces».

Desde la decoración de interiores a la creación de cortinas, bolsos, cinturones o broches, el macramé que enseña Pilar, al igual que muchas actividades que los lucenses ofrecen en el banco de tiempo, es «unha boa solución en tempo de crise», asegura. Ahora Pilar está buscando a alguien con nociones de costura que le arregle una falda y un pantalón. «Auxilia xa me avisou dunha muller que me podía axudar así que a chamarei en canto poida». De momento, esto es lo único que necesita Pilar pero no descarta que en un futuro solicite «acompañamento a zonas que non coñezo e nas que non me podo desenvolver».

VUELVE EL GANCHILLO

En Auxilia les sorprende la cantidad de gente joven que quiere retomar el arte del ganchillo que antaño poseían las abuelas. Una buena muestra de esto es María Fernández, quien desde hace cuatro meses está descubriendo los secretos de la calceta gracias a una septuagenaria lucense con la que queda dos veces al mes. «Por fin estoy aprendiendo a hacer mis propias bufandas, llevaba mucho tiempo queriendo hacerlo y no tenía a nadie que me enseñara», confiesa María. A cambio, ella ayuda a su aprendiz a lograr pequeñas hazañas en el mundo de la informática. «Está aprendiendo cosas básicas como escribir a ordenador o ser capaz de crear una cuenta de correo electrónico», explica. «Creo que si no fuese a través del banco de tiempo ella no estaría aprendiendo informática, porque ir a otro lugar le daba mucho coraje».

Al igual que Pilar, María considera que entre los donantes de tiempo «se crea un vínculo muy especial con cada persona» y que el mejor premio no es el ahorro económico sino «las relaciones que estableces». Además, su aprendiz en informática es al mismo tiempo su maestra en calceta, algo que «ayuda a que esta señora, ya jubilada, se sienta útil y cuente con alguien que le haga compañía porque vive sola», asegura.

María no ejerce sólo como profesora de informática, pues no ha dudado en apuntarse a muchas más actividades en el banco de tiempo. «También me ofrezco como niñera y guía turística, porque enseñarle la ciudad a los extranjeros me parece algo muy interesante». Incluso está inscrita para asistir a las reuniones que Auxilia organiza entre los miembros del banco de tiempo. «Me apunté a todo esto porque me parece una idea genial que hace que te sientas muy satisfecha».

María recomienda encarecidamente que cualquiera dé el paso de acudir a Auxilia para ingresar en este banco que «cada vez se está llevando a cabo en más ayuntamientos gallegos». Ella, cuando vio los carteles en la calle anunciando el banco de tiempo, llamó «rápidamente para conocer cómo funcionaba» y hoy en día no se arrepiente.

Ahora, los lucenses cuentan con un banco alternativo, el único que se olvida de los billetes y valora sólo las habilidades de cada uno. Una iniciativa que, por primera vez, no contabiliza los beneficios con el dinero de sus miembros sino con su felicidad. Con este banco, la falta de dinero ya no serán un problema para ampliar las capacidades.

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