Una pancarta y una comisión

GRAN PUESTA EN ESCENA PARA LA COMISIÓN del supuesto e imposible Pacto de Estado. Y tierna manifestación sindical para aparentar confrontación con el Gobierno cuando el motivo de la protesta tan sólo era una propuesta. El retraso de la edad de jubilación a los 67 años ya había sido rechazado por el Pacto de Toledo en su modalidad obligatoria cuando los sindicatos se entregaron a la pancarta de la hipocresía, y parte del PSOE y el propio Zapatero ya habían virado de nuevo en cuanto Méndez y Toxo, ministros sin cartera del anti-pensionazo, habían enseñado los dientes.

Lo peor de todo este lío de la crisis y la recesión no es sólo la gravedad de los números de España. Lo peor es que da la impresión de que Zapatero sigue sin una idea clara de qué hacer, y por eso gobierna a golpe de medidas que amaga y rectifica. Todo el mundo, menos Zapatero, tuvo claro hace dos años que había crisis. Y todo el mundo, menos Zapatero, supo que el remedio pasaba por reducir el gasto y el déficit para no seguir aumentando la deuda; reformar el mercado laboral y el sistema productivo para combatir el record de paro; y asegurar el futuro de las pensiones con trabajo y afiliaciones a la Seguridad Social y no bajo la excusa demográfica del retraso en la edad de jubilación con el que cuadrar así las cuentas de la bancarrota en la que se ve la caja de la Zeta. 

Los sindicatos supieron elegir muy bien su paripé contestario contra el Gobierno. Los sindicatos que incrementaron las ayudas directas del Gobierno un 50 por ciento entre 2005 y 2008 sabían muy bien que si elegían una propuesta para sus manifestaciones la cosa era reversible. Sin embargo, si hubieran elegido para la pancarta el lema del NO AL PARO, que es su razón de ser en la defensa del trabajador, el Gobierno no tenía ahí capacidad de simular la marcha atrás. El objetivo ha sido una maniobra conjunta e interesada de Gobierno y sindicatos para recuperar su credibilidad perdida, un intento para recobrar la confianza social dilapidada con tanto compadreo y decisiones erráticas. Zapatero necesitaba mandar un mensaje exterior y de consumo interno en la buena dirección, con marchamo de medidas duras pero siempre con el límite de no enfrentarse a los sindicatos. Y las centrales necesitaban disipar esa imagen de mamporreras gubernamentales contra empresarios y PP, complacientes geishas de la paz social aún a costa de cuatro millones y medio de parados. La prueba la encontramos en los titubeos del plan de estabilidad mandado a Bruselas que incluía una nueva tabla de cotizaciones que fue rectificado en sólo dos horas o el globo sonda de la congelación salarial de los funcionarios, también rectificada. Gran parte de las medidas se han adoptado de forma improvisada, por mucho que esa mala fama le duela a Zapatero, porque redunda en la antítesis de estadista con planes de firmeza y seria ejecución gubernamental.

De modo que la envolvente diseñada por la factoría de Moncloa incluyó un papel conciliador para el Rey, una oferta de pacto de Estado para CIU ante el horizonte electoral catalán y la sentencia del Estatut que no llega, y una comisión para empujar al PP a comulgar con la responsabilidad de una política económica equivocada consistente en "arrimar el hombro", como el monarca. Zapatero y sus estrategas, ante la caída en picado de las encuestas y la credibilidad exterior e interior, dividieron en compartimentos la ofensiva.  Así, por un lado el diálogo social con sindicatos, empresarios y reforma laboral. Por otro, cuestiones como la austeridad con cargo a la famosa comisión. Y finalmente las pensiones dentro del marco del Pacto de Toledo pero con una singular forma de filtrar propuestas públicamente para dejar un escape a los sindicatos amancebados con el poder desde 2004. No hay ni un sólo analista objetivo que no piense que si el partido gobernante hubiera sido el PP los sindicatos ya hubieran hecho una huelga general y bastantes más manifestaciones. Porque recordemos que las anteriores, de forma insólita, fueron contra los empresarios o contra gobiernos del PP como el de la comunidad de Madrid.

AL CIELO AL INFIERNO
Orlando Zapata Gaspar Zarrías

Orlando Zapata, héroe anticastrista. Murió en la cárcel tras 85 días de huelga de hambre. Zapatero tardó 24 horas en hacer una condena explícita del régimen. El PP exige al Gobierno que reclame la transición a la democracia y no la sucesión familiar en la dictadura. Los disidentes recuerdan que las dictaduras no son de derechas ni de izquierdas. Son, simplemente, dictaduras.

El malo de la peli. Numero 2 de Chaves, ideólogo del socialismo andaluz y negociador del Gobierno central con la Xunta sobre la ley de Cajas. Dicen que consulta constantemente y no tiene voluntad de cerrar un acuerdo. Algunos relacionan esta actitud con la "movida de las dietas de Laura Seara" y la negativa de Feijóo a callarse ante esta política del miedo al estilo del señorito andaluz. 

PRIMERA PERSONA
♦ A. Puerta.
El reo, en la calle por 10.000 euros. Salió el agresor de Neira, que siente "asco".

♦ Camps. Declara unos 2.000 euros. Como Chaves y otros ministros. ¿Bajo el colchón?.

♦ John Cobra. El chikilikuatre maleducado. La lió parda en la gala de Eurovisión con gestos obscenos.

♦ R. Díez. Soberbia a la vasca de progre reaccionaria. Desafortunada con lo de gallego peyorativo.

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CHISMES
El PSOEmiedo. Pavor a las decisiones de ZP. Por un lado las erróneas. Y por otro las represalias por criticar al líder. "Se hace lo que él dice", por la cuenta que les tiene.

Celebración ebria. Nacho Uriarte ha tenido que dimitir de la comisión de Tráfico por duplicar la tasa de alcohol en un accidente. Rajoy le deja seguir como líder de las Nuevas Generaciones del PP. Venía de celebrar su despedida de soltero.

Tensión judicial. Gómez Benítez lanzó acusaciones de apaños en nombramientos que él negoció. Las malas lenguas dicen que era pataleo contra el CGPJ por no parar la investigación a Garzón. Benítez fue abogado del juez estrella e interlocutor del Gobierno en la negociación con ETA.

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