Una escritora portuguesa

"Soy un prodigio de sentido común y me pregunto si no estoy muerto"

HACE SEIS AÑOS pasamos un fin de semana en Braga. A pesar de que hizo un tiempo de perros, pudimos pasear y comprobar lo bonita que es. Y en una acera llena de edificios preciosos encontramos una de las librerías más agradables -con su jardín- y acogedoras -y su café- que he visto: Centésima Página.

En contra de lo habitual, pero debido a mi magno desconocimiento de la literatura vecina, pedí consejo al librero. Me llevé dos novelas; una todavía la tengo pendiente y la otra me gustó muchísimo. Era Jerónimo e Eulália, de Graça Pina de Morais, y fue toda una sorpresa -es lo que tiene la ignorancia, que es fácil de sorprender-. Disfruté de cada página, y además resultó ser uno de los libros con cuyas reflexiones, o, mejor dicho, con las reflexiones, las actitudes y el carácter de cuyos protagonistas más identificado me he sentido nunca.

Me llamaron la atención algunas frases de Eulália, pero muchas más de Jerónimo. Parecía yo: "Tenía una naturaleza dispersa: se interesaba ligeramente por todo, pero por nada en profundidad. O tal vez solo mi yo más triste: Potencialmente cada hombre posee decenas de vidas que vivir. Apenas puede escoger una. Casi siempre escoge mal y la nostalgia de las otras que podría haber vivido comienza a ensombrecer sus días a partir de cierta edad. Yo escogí mal. Fui un hombre cauteloso que solo recorrió caminos seguros". O al menos esa parte de mí que no sé si tiene miedo o me lo provoca: "Mi vida transcurrió bajo el signo y bajo todas las miserias que el buen sentido trae consigo. El buen sentido no sirve para nada. El sentido común con su vil mediocridad aniquila. Soy un prodigio de sentido común y me pregunto a mí mismo si no estoy muerto".

Conocerme mejor, de la mano de una portuguesa. Leer sobre mí, observar una de mis posibilidades, en un libro escrito en Oporto un año antes de que yo naciese. La grandeza de la literatura, decíamos ayer.

Que además se tratase de la obra de una escritora, que todo eso que parecía estar diseccionándome lo hubiese dicho una mujer, fue un motivo añadido de satisfacción. Aunque soy consciente de que mi lado femenino -sea eso lo que sea- tiene mucho peso en mí, me chocó sentirme tan cerca de un personaje que al fin y al cabo era otra voz de ella. En estos tiempos de sensibilización y reivindicación, a veces de enfrentamiento, fue reconfortante y en cierto modo conciliador. Como si todo pudiese ser mucho más fácil.

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