Un viaje al pasado por las vías del tren

Una veintena de personas efectuó un viaje reivindicativo desde Guitiriz a Madrid el fin de semana para tratar de poner en valor uno de los medios de transporte más seguros, en decadencia en la comarca por los recortes constantes de Adif y Renfe
Una veintena de personas viajó en tren desde Guitiriz a Madrid para denunciar la reducción de servicios
photo_camera Una veintena de personas viajó en tren desde Guitiriz a Madrid para denunciar la reducción de servicios

La lucha por mantener vivas unas vías en decadencia es el ‘leitmotiv’ que ha llevado a una veintena de chairegos a pasar unas diez horas subidos a un tren desde Guitiriz a Madrid y otras tantas de regreso.

Este viaje reivindicativo celebrado este fin de semana, y promovido por el Concello con su regidora, Regina Polín, a la cabeza, surgió como consecuencia del deterioro que en los últimos años está sufriendo este servicio, y que ya ha sido denunciado y criticado en numerosas ocasiones y de formas muy diversas.

Los objetivos principales de este viaje reivindicativo eran poner de manifiesto que Guitiriz no acepta la pérdida de un medio de comunicación que consideran el más «seguro e ecolóxico».

Además, entienden que es imprescindible colaborar para que las autoridades locales sean escuchadas y atendidas en las administraciones de la Xunta y el Estado, para que la línea Lugo-A Coruña/Ferrol tenga buenos servicios que ayuden a potenciar el rural, tan castigado en los últimos años.

Este desplazamiento a la capital esperan que sea «o punto de partida para levar a cabo outras moitas actividades relacionadas co tema que nos permitan conquerir a mellora buscada», precisa la alcaldesa, esperanzada en que sus peticiones tengan respuesta.

La cuestión es la siguiente: ¿Este viaje servirá de algo? Esa es la pregunta que se hacen muchos vecinos de la villa termal, y cuya respuesta solo depende de Adif y Renfe, las empresas que para muchos se han ido cargando poco a poco uno de los medios de transporte más útiles y cómodos, «poñendo uns horarios moi pouco axeitados» para los propios intereses de los usuarios y reduciendo cada vez más el número de paradas. La crónica de una muerte anunciada.

Pero esta situación gris y triste, con unas vías del tren casi en desuso, no siempre ha sido así. Terra Chá, durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX, contaba con varias estaciones, consideradas de las más punteras de la provincia. Además de en Guitiriz, también hay otra en Parga, y una más en Baamonde, a mayores del apeadero de Begonte.

Los vecinos recuerdan con nostalgia aquel trajín incesante de trenes de uno a otro lado. Un sueño que se esfumó, en torno a los años 70, con la misma rapidez que lo hizo el vapor.

«Antes había uns horarios fixos, a xente utilizaba moito o tren para desprazarse polas boas combinacións, pero iso foi indo a menos», explica un vecino de Guitiriz, que recuerda trenes repletos de gente «que viña a tomar as augas ao Balneario, eran como formiguiñas».

Precisamente, los veraneantes y agüistas fueron durante muchos años los principales usuarios de este medio de transporte en esta villa chairega, ahora en decadencia, pero no los únicos. Los vecinos también hacían uso del tren para sus desplazamientos a la capital lucense y a otros emplazamientos.

Los que tampoco se pueden olvidar del esplendor de antaño son los vecinos del núcleo de Parga, a los que las vías del tren dividen en dos su casco urbano, en el que hay varios pasos a nivel con una historia lamentablemente negra, de accidentes y fallecidos.

«Na época que viñan militares ao campamento de Santa Cruz isto era incrible», relata la propietaria del bar de la estación, que continúa abierto, pero sin gente.

Esta mujer, que vivió tiempos mejores en su negocio, reconoce que le da pena que este servicio vaya muriendo. «Era marabilloso ver os trens con xente, pero isto acábase, coma todo, que lle imos facer», dice resignada.

Las dos estaciones ubicadas en el municipio de Guitiriz contaban con un muelle de carga, y en ellas trabajaban guardeses o guarda gujas, factores de circulación, barreras y el jefe de estación, que se encargaba de coordinar a todo el equipo, en el que también se incluían una brigada de obreros de vía, en algunos casos compuesta hasta por diez personas.

De eso hoy no queda ni rastro. Los billetes se cogen en el propio tren y los usuarios esperan horas sentados en unas marquesinas frías y solitarias. Eso sí, para que el tren pare, de los pocos que lo hacen ya por aquí, hay que levantar la mano y advertir al maquinista. Toda una odisea que hace que los usuarios se lo piensen dos veces a la hora de escoger este medio de transporte para sus desplazamientos.

«Pouco a pouco Renfe vai suprimindo servizos e faino de xeito sixiloso, xustificando con argumentos que lle dan a razón. Se a liña non ten usuarios, non é rendible e suprímese. Pero hai que demostrar que se non os hai é porque non ofertan os servizos axeitados e por riba en moitas ocasións non cobran o billete co que o número de usuarios baixa máis», denuncia la alcaldesa.

En su intención de demostrar que un buen servicio es posible, Polín planteó en este viaje a la capital un objetivo complementario, que no fue otro que comprobar el uso que la gente hace en la capital de España de los trenes de cercanías cuando hay un buen servicio. «Este é o mellor exemplo que podemos tomar para reivindicar o uso deste transporte», añade la regidora, satisfecha por el resultado de esta iniciativa.

Lamentablemente, la situación que viven las estaciones de Guitiriz y Parga no es ajena tampoco en Baamonde, donde las vías permanecen prácticamente vacías y sin vida.

En esta estación, los principales usuarios son los peregrinos, que buscan el tren como alternativa para saltarse alguna etapa del Camino Norte. Pero también aquí había hace años un muelle de carga, y un buen número de empleados.

«Hoxe o tren está en desuso, os coches de liña e os particulares fan que a xente xa non o empregue. Iso, e os horarios, que son incompatibles», comenta un joven de Baamonde, mientras recuerda que hace años en este punto había hasta seis vías, donde hoy solo dos permanecen activas.

La lucha de unos y la resignación de otros hacen pensar que será muy difícil devolver a la vida a este medio de transporte. Pero todo se andará.

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