Un testigo vio la llama y logró escapar

Poco después de las seis de la madrugada de ayer, la única persona que caminaba por la Rúa da Pravia de Vilalba era Antonio Chafarica, un vecino del municipio que se disponía a coger su coche para desplazarse a su puesto de trabajo en Ribeira de Piquín. La casualidad -ya que el hombre reconoció que no pasa a diario por la zona- quiso que este vilalbés se convirtiera en el único testigo presencial de un suceso que conmocionó al municipio.

A pesar de la oscuridad del momento, Antonio Chafarica pudo ver el artefacto y escapar a tiempo de la explosión. «Ía camiñando pola beirarrúa onde se atopa a casa de Fraga e de súpeto vin un artefacto con lume e crucei a rúa rapidamente, aínda que nun principio pensei que se trataba dun petardo», explicó.

Gracias a la rapidez de su actuación, el hombre evitó que el susto acabara en tragedia, ya que la detonación se produjo en cuestión de segundos. «Os cristais saltaron polo aire e rozáronme o corpo. Por sorte non me alcanzaron, pero treméronme as pernas», relató.

Acto seguido, y todavía con los nervios a flor de piel, Chafarica entró en un bar cercano para reponerse del sobresalto y alertar a la Policía Local. «Cando chegaron as forzas de seguridade conteilles o que sucedera, aínda que soamente escoitei un tremendo estrondo e vin bastante fume. non observei ningunha outra cousa que me parecese sospeitosa», dijo.

Según explicó el testigo a este diario, además de no cruzarse con nadie por la calle, en el momento de la detonación tampoco pasaba ningún vehículo por la zona, por lo que no pudo aportar ningún dato sobre el posible autor o autores del ataque.

Policía

Por su parte, el primer agente de la Policía Local de Vilalba que llegó a la sede de la Fundación Manuel Fraga tras el suceso señaló que si alguna persona hubiese pasado por esa acera en el momento de la deflagración, hubiese sucedido «una auténtica desgracia».

En declaraciones a la agencia Efe, este policía local confirmó que recibieron aviso de la explosión pasadas las seis de la madrugada y que cuando llegaron al lugar del atentado -en pleno centro urbano-, lo primero que comprobaron fue que no hubiese heridos. Posteriormente, observaron que la explosión había provocado desperfectos en la puerta de la fundación, así como en las ventanas de las viviendas contiguas y en el cartel de una droguería.

Este agente explicó igualmente que, a pesar de que la explosión se produjo cuando todavía no había amanecido, el fuerte ruido provocó que muchas personas vieran truncado su descanso y saliesen a la ventana de sus viviendas para enterarse cuanto antes de lo que estaba pasando.

Expectación

Poco a poco, la noticia del atentado se fue propagando por todo el municipio, así que a media mañana, pocos vilalbeses desconocían ya lo que había sucedido en la Rúa da Pravia. De hecho, la zona se convirtió rápidamente en una concentración vecinal en la que se podían escuchar todo tipo de opiniones, de las que se desprendía un sentimiento generalizado: la indignación.

«Cando mo contaron pensei que se trataba dunha broma, xa que non me podía crer que puxesen unha bomba neste pobo», comentaba un vecino. «Pois eu non entendo a que vén isto nin o que pretenden conseguir con estas cousas. É facer dano por facelo», apuntaba otro.

Además de rechazar el atentado, los vilalbeses no se cansaban ayer de reconocer la suerte que habían corrido al no tener que lamentar daños personales. «Hai que miralo polo lado bo e confiar en que todo quede nunha anécdota», repetían. 

Alberto, vecino de un inmueble dañado

 

Aunque su vivienda sufrió daños materiales como consecuencia de la explosión, Alberto -que prefirió no revelar su apellido- asegura que no pasó miedo en ningún momento. «Viví veinte años en Bilbao en una época muy mala, cuando se ponían bombas casi a diario, así que estoy acostumbrado. Por desgracia, escuché muchas explosiones e incluso vi a personas fallecidas. Esto no fue nada», dijo.

Sentado frente a su casa - y mientras los operarios retiraban los cristales de su galería, que estallaron con la detonación- Alberto recordaba ayer otro suceso que vivió hace unos años, cuando un temporal tiró la chimenea del edificio colindante. «Atravesó el desván y cayó en una mesilla de noche de mi vivienda. Yo estaba durmiendo y aquello sí que hizo ruido», apuntó.

En un primer momento, este vilalbés imaginó que había explotado un transformador eléctrico de la calle, mientras que su prima María Jesús -que reside en otro piso del mismo inmueble, el número 17, contiguo a la casa de Fraga- creyó que se había producido un derrumbe. «Pensé que se desplomara un piso y me llevé un susto tremendo», dijo.

María y Eva, dependientas de la perfumería de al lado

 

Las dependientas de la perfumería y droguería Muchas, contigua a la casa familiar de Manuel Fraga, no daban crédito cuando las informaban de camino a su trabajo de que hubiera una explosión junto a su local.

«Quise pasar por delante porque no acababa de creérmelo, pero no me dejaron», explicó Eva, una de las empleadas, quien reconoció también que «vivo dos calles más arriba y no me enteré de nada».

Tanto ella como su compañera María temían lo que se podrían encontrar una vez que les dejaran acceder a la tienda. «A ver cómo están las cosas por dentro, porque al estar pared con pared no sabemos qué nos vamos a encontrar y cuando estuvieron en obras se notaba mucho y tuvimos algunos problemas», explicaron antes de que se levantara el cordón policial.

Una vez que pudieron abrir su negocio comprobaron que no hubo ningún daño y estaba todo como lo dejaron en la jornada anterior. «Seguro que estos días habrá un poco más de control en la zona hasta que inauguren la sede de la fundación», afirmaron.

Ángeles Cordal, empleada de una farmacia próxima

 

Ángeles Cordal, empleada de una farmacia ubicada en el número 17 de la Rúa da Pravia, se encontró ayer con una desagradable sorpresa al llegar a su puesto de trabajo. «Cuando me iba aproximando a la farmacia vi que la calle estaba acordonada, pero en un principió pensé que era por las obras que están haciendo en Cándido Peña. Al acercarme un poco más ya vi a los agentes de la Guardia Civil y me contaron lo que había sucedido».

Tanto ella como su compañera, Carmen Prado, reconocen que les hubiera «horrorizado» vivir el suceso en primera persona. «El ruido tuvo que ser tremendo. Si llego a estar de guardia por la noche me muero de miedo», comentaron ambas.

Aunque el bajo en el que se ubica la farmacia está pegado al edificio que sufrió el ataque, las empleadas confirmaron que el establecimiento no sufrió daños materiales. «No hubo desperfectos, pero la alarma no funciona, ya que debió desactivarse con la explosión». Aun así, las fuerzas de seguridad no les permitieron acceder al interior del local y abrir al público hasta las once y media de la mañana, «ya que querían asegurarse de que no había ningún peligro».

Jesús Felpeto, vilalbés que escuchó la explosión

 

Desde su casa situada en la calle Porta de Cima -próxima al lugar del suceso-, el vilalbés Jesús Felpeto escuchó el ruido de la detonación, aunque no imaginó en ningún momento que se tratara de un artefacto explosivo colocado para causar daño.

«Sentín o ruído cando estaba durmindo, pero pensei que sería un petardo e non lle dei máis importancia. Cando a miña muller chegou a casa -xa que traballa de noite- contoume o que pasara e quedeime moi sorprendido», explicó.

Al igual que otros muchos vecinos del municipio, Jesús Felpeto considera que Vilalba es un sitio muy tranquilo, «polo que non pensei que fose unha bomba», comentó. Este vecino no recuerda ningún otro suceso similar en la zona y reconoce que la calma que se respiraba hace unos años comienza a escasear. «Antes non pasaba nada disto, pero as cousas estanse complicando moito en todas partes», opinó.

Al margen de la inquietud que causa un percance de estas características, los vecinos del lugar reconocen que tuvieron «moita sorte», ya que nadie resultó herido. 

Pilar Fraga, residente en la vivienda contigua

Pilar Fraga, vecina del número 21 de la Rúa da Pravia -que colinda con el inmueble atacado- pudo percibir el ruido de la explosión desde su dormitorio. «Escuché el estruendo, pero ya no oigo muy bien y pensé que estaba soñando. Cuando me enteré de lo que había pasado no me lo podía creer. Estamos pegadas a la casa de Fraga y cualquier día saltamos por los aires», comentó.

Su hija, Pilar Ramil, tampoco tuvo ayer un despertar apacible, ya que el sonido de la detonación la hizo saltar de la cama. «El susto fue matador porque noté claramente como se rompían los cristales y caían al suelo. Inmediatamente me asomé al balcón, pero no tuve agallas para bajar a la calle, así que esperé en casa hasta que llegaron los agentes de la Guardia Civil y me explicaron lo que había sucedido».

Cinco horas después de la explosión, madre e hija -que regentan una tienda de golosinas próxima a su vivienda- todavía se mostraban visiblemente nerviosas y afectadas. «Fue una experiencia horrorosa, aunque por suerte no pasó nada grave y todo quedó en un gran susto», apuntaron.

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