Un terremoto en el silencio

Luis Ángel Rodríguez Patiño, en la carballeira de Momán, una de sus ''pequeñas grandes'' parroquias (Foto: C. ARIAS)
photo_camera Luis Ángel Rodríguez Patiño, en la carballeira de Momán, una de sus ''pequeñas grandes'' parroquias (Foto: C. ARIAS)

Sin miedo a decir lo que piensa y consciente de que las cosas para cambiarlas hay que lucharlas desde dentro, el cura de Momán, Luis Ángel Rodríguez Patiño, no pierde la ocasión de polemizar para «despertar conciencias». Pese a quien pese.

sin medias tintas. O lo quieres, o lo odias. Contestatario. Polemizador. Luis Ángel Rodríguez Patiño (3-6-1957) es un grito en un mundo de silencios, un terremoto en una institución que «va en Talgo mientras la sociedad viaja en Ave». Un hombre de fe, con vocación misionera, que entró en la Iglesia con la decisión de ayudar a la gente y se convirtió en un malabarista en la cuerda floja.

«Tuve jaleos desde el principio», asegura un cura que llena iglesias, pese a los asientos vacíos de cientos de templos y a escandalizar a la jerarquía eclesiástica a diario, de la que recibió «muchas reprimendas» y tirones de orejas. Incluso el destierro. Dos veces.

Nació en A Coruña, emigró a Londres con sus padres -pertenece a una familia numerosa de seis hermanos que se oponía a verlo con sotana- y volvió a España, donde se crió con su abuela. «Viví en Monelos, veía el sufrimiento de los mayores, las dificultades que tenía la gente, no había ni agua, conocí de cerca la lucha obrera», rememora. Un caldo de cultivo que, tras trasladarse a Santiago y ponerse en contacto con los combonianos, lo impulsa con 17 años y en la etapa final del franquismo a embarcarse con los misioneros por España.

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