Roban en el Hula 1.500 euros a un taxista tras no pagar por aparcar

El conductor, que acudía con pacientes desde Burela, atribuye la acción y el destrozo del coche a un gorrilla que antes le había pedido dinero. La actividad de los aparcacoches ilegales se mantiene e indigna a los automovilistas
Abelardo Maseda, junto al coche con la ventanilla rota
photo_camera Abelardo Maseda, junto al coche con la ventanilla rota

Abelardo Maseda, taxista de Burela que acude con pacientes al Hula como mínimo un par de veces a la semana, se encontró este miércoles el coche destrozado y sin los 1.500 euros que guardaba dentro cuando, tras aproximadamente hora y media en el complejo sanitario, acudió a recoger al automóvil al ‘leirapárking’ en el que había dejado el vehículo. El conductor está convencido de que el autor del robo fue un gorrilla -o alguno de sus colegas- que antes le había pedido dinero, que se negó a darle. "Mellor me fora darlle un euro, porque saíume bastante máis caro", se lamentaba horas después del suceso, con sensaciones encontradas, porque en realidad considera "lamentable" y una "vergoña" que se permita la actividad de estos aparcacoches ilegales. "Ten máis dereito calquera quinqui ca un traballador. Eu pago relixiosamente e ninguén me vén socorrer", denuncia.

El enfado de esta víctima es mayúsculo porque asegura que muy pocas veces se ve a la Policía por el entorno del Hula y que, cuando este miércoles tras el suceso recurrió a la Policía Local, esta le indicó que llamara a la Policía Nacional, quien tampoco quiso acudir al lugar de los hechos, según explicó el conductor. "Dixéronme que a Policía científica non podía ir, que fora eu á Comisaría. Subín os clientes ao coche e para alí fun, perder o tempo, porque está claro que non vou recuperar nada. Non creo que esa xente [los gorrillas] teña solvencia de ningún tipo".

Maseda non tiene ninguna duda de que el robo tuvo que ver con el hecho de que se negara a dar dinero a un gorrilla tras dejar el coche en una de las fincas aledañas al Hula, donde diariamente aparcan decenas de conductores. "Pediume unhas monedillas, pero díxenlle que non lle dába nada. Veño gañar diñeiro e voucho dar a ti, díxenlle. É o que me faltaba, fomentar a sinvergüencería", reprocha la víctima.

El taxista acompañó a sus clientes al hospital -"fun, coma sempre, para meterlles a tarxeta na máquina", explica- y cuando acudió a buscar el coche se encontró la ventanilla rota, la parte superior de la puerta y una parte del techo abollados y un pedrusco de tamaño considerable y varios kilos de peso al lado del vehículo. Además, del interior faltaban varios objetos, entre ellos, un bolso que había dejado debajo del asiento con documentación y 1.500 euros. "Acababa de facer unha viaxe a Barcelona e ía ingresalos no banco, pero non cheguei a tempo. A verdade é que o bolso víase un pouquiño dende fóra, pero non imaxinei que ninguén fora roubar", lamenta.

"Os gorrillas están ás súas anchas, pídenlle a un, pídenlle a outro..., sen que ninguén tome medidas", denuncia el conductor

El taxista no solo se quedó sin documentación y sin dinero, sino también sin medio de trabajo durante unos cuantos días. "A ver se mentras tanto me deixan un coche na Mercedes. Se non, terei que alugar un", explica.

Maseda acude al Hula varias veces a la semana y asegura que la presencia de aparcacoches es constante. "Están ás súas anchas. Pídenlle a un, pídenlle a outro..., sen que ninguén tome medidas", denuncia.

La actividad de los gorrillas es, en efecto, diaria e intensa. Hay mañanas en las que hay aparcacoches cada 50 metros a ambos lados de la calle principal. También ‘trabajan’ en los terrenos y en los caminos del entorno del hospital, donde suelen aparcar muchos usuarios del Hula, que a menudo se sienten intimidados. La lucha policial contra los gorrillas se ve dificultada por la inexistencia de una ordenanza que prohíba expresamente esa actividad. El pleno acordó esta primavera, por iniciativa del PP y con el apoyo del PSOE, la elaboración de una ordenanza de civismo que incluya medidas sociales y reeducativas, pero también coercitivas, para tratar de evitar esta molesta actividad así como otras relacionadas con la marginalidad, como el top manta o la mendicidad. El resto de los grupos políticos rechazaron la medida porque creen que una ordenanza no acabará con el problema. Consideran que lo que se necesita son medidas de reinserción social para esas personas, así como ayudas.

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