Un ribadense aficionado a la historia halla el documento más antiguo sobre la villa

Las pinturas más antiguas de Ribadeo, en Arante. AMA
photo_camera Las pinturas más antiguas de Ribadeo, en Arante. AMA

Un ribadense aficionado a la historia, y de forma singular a la de ámbito local, acaba de hacer un descubrimiento que obligará a corregir los libros sobre la materia, ya que consiguió hallar el documento más antiguo conocido hasta la fecha en el que se hace referencia a la existencia de la villa de Ribadeo. Se trata de un texto encontrado en el Archivo Histórico Nacional y que data del año 1177, lo que retrasa en cinco años la referencia más antigua conocida sobre la villa de Ribadeo, que es la que aparece recogida en el libro sobre la historia local más importante hasta el momento, el ‘Ribadeo Antiguo’, de Francisco Lanza.

El encargado del descubrimiento es Alberto Paraje Méndez, de 39 años de edad, que lo hizo de una forma casual, pero menos. Aunque es cierto que en sus investigaciones no se había propuesto encontrar el origen de Ribadeo o el documento más antiguo sobre la localidad,lleva rebuscando en legajos de distintos archivos históricos de toda España más de una década y aprovechando en todo momento el tiempo libre que le deja su trabajo, siempre muy escaso. El rastreo constante que fue realizando le llevó hasta el documento de 1177 y también al de 1180, ambos más antiguos que el recogido por Francisco Lanza.

Explica que el primero de ellos es en realidad una compra-venta de propiedades firmado «en el concilio de Ripa de Euve». Comenta que esas palabras parecen evidenciar que la villa «existía ya desde hacía tiempo porque ya había un ‘concello’». También relata que la compra-venta «no fue ninguna tontería. Los protagonistas son la condesa doña Sancha, madre del conde don Rodrigo, y el arcediano de Compostela Pedro Vela». Los testigos estaban a la altura de los protagonistas porque eran «los abades de los monasterios de Meira y Lorenzana y cuatro representantes de la nobleza local». Como anécdota, apunta que «parece evidente que no se llevaban muy bien con el obispo de Mondoñedo, ya que es el único pez gordo de la comarca que no estuvo presente en el cónclave». De hecho, él está convencido de que la reunión «tenía como trasfondo hacer causa común contra el obispo de Mondoñedo, con el que por entonces todos estaban enfrentados y que, precisamente, fue el que comenzó aproximadamente una década más tarde la construcción de la catedral de Ribadeo».

Entre las propiedades a las que se hace referencia en el documento están Couxela, Folgosa, Dompiñor o Villagüiz.

Segundo

El otro documento, el de 1180 es si cabe más interesante. Se trata de una bula papal que localizó también en el Archivo Histórico Nacional.

Para ambos casos, Alberto Paraje matiza que es consciente de que existen referencias anteriores, ya de 969, en las que aparece el nombre de Ribadeo. Cuenta que concretamente ese documento es del famoso Conde Santo de Lourenzá, Osorio Gutiérrez, quien hace mención de la actual Vilaousende indicando que se encuentra ubicada en «Ripa Euve». Para él, tanto esta anotación como otras algo posteriores en realidad «se refieren, por el contexto en el que están escritas, genéricamente al territorio ribereño de la desembocadura del Eo, en ambas márgenes, las de Galicia y Asturias actuales, diferencia que entonces no existía ni por asomo; y no a la población o villa concreta de Ribadeo».

El rastro seguido por Alberto Paraje emparenta a Ribadeo directamente con una historia muchísimo más compleja y al mismo tiempo apasionante como es la de las cruzadas.

En 1167 fallece el llamado conde Álvaro y su heredero es el conde don Rodrigo. De él dice Paraje que «fue todo un personaje. En su alocada juventud llegó a destruir e incendiar una iglesia en la zona del interior de Lugo. Hay quien asegura que en 1148 partió para Tierra Santa para participar en la II Cruzada y que permaneció allí muchos años. A la muerte de su padre regresa al reino de León, pero no muestra demasiado interés por su condado de Sarria y su herencia, dedicándose a pelear contra los musulmanes».

Dice que en 1173 abandona la orden de Santiago y funda la suya propia «con algunas propiedades entre las que seguramente ya estaba Ribadeo. Regresa a Tierra Santa y participa en la mítica batalla de Montsigard junto al ‘rey leproso’ Balduino IV. El episodio le permite regresar como un héroe y el Papa confirma la validez de su Orden, bajo el nombre de Santa María de Montegaudio, que por cierto, todavía existe y tiene a su Vicario Magno en Málaga». «En la Bula Papal de confirmación de la Orden», añade, «se relacionan las propiedades que ésta tenía, entre las que se menciona ‘la meýtat de la uilla que ef dita Riba d'ua’. Ésta sería la segunda mención más antigua conocida hasta la fecha a la villa de Ribadeo».

La rueda no se para ahí y él sigue rebuscando en papeles que ya casi nadie lee, algunas incógnitas como la conexión de Ribadeo con San Julián, que viene muy a mano como patrón de los barqueros que tanta falta hicieron en la ría.

PORCILLÁN
El inicio de la localidad se conecta con su puerto y éste con el Camino Norte

El inicio de la localidad de Ribadeo parece conectarse claramente con su puerto original, Porcillán. Alberto Paraje desarrolló una especie de teoría al respecto que arranca en 1164, cuando los condes de Sarria adquirieron Vilaselán, Piñeira y Santiago de de Vigo, como se llamaba a la Villavieja. Él cree que lo que querían era «crear un núcleo comercial en torno al puerto natural de este lado de la ría, y de hecho su primer éxito comercial fue conseguir que se estableciera en él un alfolí, los antiguos almacenes de sal».

La sal era un monopolio real de uso obligatorio, pero aún así, él cree que trabajaron para vincular Ribadeo con el Camino Norte. La forma de ‘obligar’ a los peregrinos a pasar por Ribadeo sin que se desviasen por Abres, donde cruzaban la ría por un puente de madera ya derruido, más socorrida era la instauración de reliquias.

Aunque no tiene pruebas, él teoriza que algo que pudo pasar es que se vinculase a San Julián, que dio nombre al puerto, que era barquero y conocido con el sobrenombre de El Hospitalario.

Algo que pudieron haber hecho es tratar de vincular el río en el que San Julián trabajaba como barquero a la propia ría ribadense, lo que daría un motivo perfecto a los peregrinos para pasarse por Ribadeo, aunque tuvieran que cruzar la ría.

Fuese así o no, Paraje constata como algo probado que «en 1.183 Ribadeo ya era un importante núcleo comercial, y por si fuera poco, el Rey había ordenado que se construyera allí una catedral y se trasladara a ella la sede episcopal de Mondoñedo, refiriéndose siempre al Portum Iuliani, el Puerto de Julián».

Aún falta por saber «quién fue realmente el impulsor de darle semejante nombre a nuestro puerto primitivo», porque comenta que «lo más probable es que hubiera una capilla del santo en la antigua catedral, cosa que, que yo sepa, nunca hubo».

Camino

La presencia del Camino Norte en Ribadeo es doble, ya que al margen de los peregrinos que debían de salvar la ría, eran muchos los que se desviaban y, si no disponían de medios para cruzar de forma directa, se desviaban para hacerlo por un puente existente ría arriba, concretamente en Abres.

Esta variante de la senda norte está bien documentada y tuvo una gran importancia.

RECUPERACIÓN
La historia local revive en libros ahora rescatados en varias parroquias

Los libros parroquiales de Cubelas, Couxela o Arante del siglo XIX se recuperaron y reflejan la vida diaria de esa época

El cura párroco de varias parroquias del interior del municipio ribadense, José Emilio Silvaje Aparisi, se encuentra recuperando, con ayuda de dos chicas que le ayudan en esa labor, los libros parroquiales de localidades como Cubelas, Couxela o Arante, muchos de ellos del siglo XIX, que está rehabilitando en lo posible antes de ser enviados al archivo mindoniense.

Estos volúmenes son especialmente importantes porque en ellos se refleja a la perfección la estructura social del Ribadeo de las distintas épocas gracias a las anotaciones, muy detalladas, de los diferentes párrocos que trabajaron en cada parroquia.

Por entonces, no había un registro civil entendido como hoy en día, ni notarios, así que en estos volúmenes aparece toda la vida de la gente, incluidas sus propiedades y su capacidad económica, vinculada siempre directamente al número de misas u obras de caridad que ordenan impartir para conmemorar sus fallecimientos.

Un cura en Cubelas se queja amargamente de la invasión napoleónica y define abiertamente a los franceses como «nuestros enemigos en todo».

Otro aspecto importante que reflejan estos libros parroquiales es el que se deduce de la salud de la ciudadanía, porque se puede comprobar la altísima mortalidad infantil, que además desgraciadamente aparece siempre con una simple anotación de «muerte natural». Silvaje reconoce que es una suerte poder contar con esta serie de volúmenes y que todavía se encuentren en buen estado.

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