Un prestigio ganado a base de campeonatos

La explotación barreirense acumula un buen número de premios en los distintos certámenes a los que acude con sus vacas frisonas
Mejora genética, apostando por el desarrollo.
photo_camera Mejora genética, apostando por el desarrollo.

EN VILAMARTÍN Pequeno se deja tocar, como si fuera tangible y moldeable, ese aire ganadero de la antigua Galicia. Sobrevive en esta parroquia de Barreiros la Ganadería Cid, frente a las miles de explotaciones que el siglo XXI transformó en cadáveres en Galicia. Hermógenes, Narciso y Bonet, tres nombres que representan tres generaciones que han cuidado y desarrollado con mimo y tiento una empresa que desde los lejanos 70 produce leche y acumula premios en diferentes concursos nacionales.

Sentado a la mesa en una amplia bodega, decorada con fotos y galardones, Bonet Cid, socio propietario junto a su padre de la explotación, habla con cadencia de un prestigio epidérmico que brota tras años de trabajo. La última muesca que anotaron en la culata vacuna fue en Silleda, en la Feria Cimag-GandAgro 2015, donde Griselda se coronó como campeona de Galicia adulta. Pero no fue la única. Moni ET colaboró por ensanchar el prestigio de la explotación mariñana con el título Gran Campeona Reserva.

Estos premios son la consecuencia de una forma de entender la ganadería, que cultiva desde hace décadas la familia Cid. Un esfuerzo que se dedica a la mejora genética, al trasplante de embriones y a los cruces con los mejores toros que puede haber en el mercado, a través de la inseminación artificial. Fruto de ello nacen y se crían vacas frisonas que rozan la perfección morfológica. El I+D+I (investigación, desarrollo e innovación) existe en el campo gallego.

Hoy en día, los premios no llevan adosado un beneficio económico. Más bien al contrario. Ir a estas ferias, a pesar de los reconocimientos, no es rentable. Es una tradición familiar que comenzó en la década de los noventa, como recuerda Bonet: «Empezamos con un vecino, a llevar un par de terneras cada uno a un concurso, y poco a poco mantienes ese camino iniciado».

Añora Bonet como hace cinco o seis años «si traías dinero a casa de estas ferias, con algún premio, pero la cosa ha cambiado», apunta, pausadamente. Él lo entiende como un «vicio». Reconoce que si bien económicamente se asemeja a una mala mano al póker ir a estas competiciones, aprecia con orgullo que «das a conocer la explotación, cómo trabajas, y el éxito que recoges con estos premios».

Incluso han llegado a poner dinero encima de la mesa por sus ejemplares. A finales de los 90 vendieron a Perlita a la conocida ganadería asturiana Baldiola. Por Rosalía James, que en 2007 fue la Gran Campeona Nacional, llegaron también con un jugoso cheque, pero negaron el traspaso. Unos ganaderos holandeses también aparecieron con un buen fajo de billetes para comprar una ternera sin parir de 14 meses pero se encontraron con la negativa por respuesta. Hoy, Bonet, con más años de experiencia en la mochila, considera un error aquellas negativas. «Hubieran competido por todo el mundo y el prefijo lo llevaban puesto», indica.

En los concursos, los jueces aprecian la estructura del animal morfológicamente. Hay un patrón, una vaca ideal. Y por lo que trabajan en la Ganadería Cid es por acercarse lo más posible a esa perfección. Lo máximo son cien puntos en un concurso, pero en España la vaca más calificada posee 96. En la Cid, la más cercana a ella posee 91 puntos. Se valoran la estructura lechera del animal, la ubre, las patas y los pies. Todo un reto el competir con vacas que se asemejan a las modelos en las pasarelas de moda, desde Milán a París, pasando por Madrid.

En la explotación barreirense cuentan con seis box individuales, lo más parecido a las suites de los hoteles de cinco estrellas, donde las elegidas, las más bellas frisonas, las que viajan a las olimpiadas vacunas, son la envidia de sus compañeras, que comparten habitación. Pero lo que se deja sentir a cada paso, al conocer la explotación, es la pulcritud y el esmero con que trabajan. «La leche es toda parecida, pero nosotros tenemos unas pautas de limpieza y trabajo que cumplimos», subraya Bonet. La Ganadería Cid entrega una leche que está certificada por una cooperativa y la granja está en diversos programas de calidad de leche. Unas señas de identidad que, a la hora de vender su producto, no se reflejan en el precio. «No lo valoran», destaca Bonet.

Es martes. Llueve. Bonet se ha levantado de madrugada. Hay dos ordeños diarios, uno a las seis de la mañana y otro a las seis de la tarde. Además de los dos socios, trabaja con ellos en la explotación un obrero. La rutina diaria se pasea por la vida de Bonet, al que se ve feliz y dichoso andando entre sus vacas, a las que conoce a cada una por su nombre. «Esta es llama Griselda», dice orgulloso, acariciándola.

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