Un par de calcetines

NO SÉ CÓMO ha pasado, pero el país entero se ha convertido en una sansilvestre perpetua, todo dios corriendo como pollos sin cabeza, unos para huir de sí mismos, otros para encontrarse y el resto, supongo, para justificar su inversión en el Decathlon.

El Decathlon ha hecho mucho daño, creo yo, crea mucha ansiedad y falsas expectativas. A mí me pasa un poco lo mismo que cuando voy al Ikea, que lo necesito todo y desearía que mi casa estuviera llena de columnas mal colocadas y ángulos raros para poder decorarlos con todas esas baldas tan útiles, y después de tres horas salgo con un cubo para la basura y una bombilla de bajo consumo.

Cuando paseo por los pasillos del Decathlon me animo a comenzar a practicar cualquier deporte, lo mismo trinquete que rafting que alpinismo en alta montaña, lo que sea con tal de poder usar todo ese material tan estupendo, y después de tres horas salgo con una linterna a manivela y unos calcetines de travesía para el invierno, que ni siquiera uso bien porque no son intercambiables, cada uno es específico para su pie y si te equivocas igual hasta te lesionas. ¡Lo que es la ignorancia!

Digo yo que será el Decathlon, que a lo mejor no, pero otra explicación no le veo, porque esto de correr se nos está yendo de las manos, como lo de los gintonics o lo de la democracia, que nos pasamos de vueltas. Reconozco que soy de los que vio truncada su carrera deportiva muy pronto, tal vez una lesión a los cuatro o cinco meses de gestación, pero aún así nunca se me dio mal correr mientras tuve motivos. Cuando la cosa pasó de la diversión al sacrificio, del recreo a la superación, me quedé sin ellos. Luego, como es lógico, me fui quedando sin piernas.

Entiendo, aunque no comparta, el ejercicio físico como fuente relativa de salud, como el vino de Rioja o el jamón ibérico, pero el salto que hemos dado en los últimos años es hacia el abismo.

Desconozco cuál es proceso que lleva a una persona, por lo demás perfectamente normal, a pasar de dar unas vueltas al trote por el adarve a regir su vida por el calendario de medios maratones del occidente peninsular. Un proceso natural, quizás, como el que lleva de fumarse un porro a conocer por su nombre de pila a la mitad de los pobladores de la Cañada Real.

Tengo un amigo que se hizo el triatlón de media distancia de A Coruña nutriéndose con trocitos de tarta de manzana envueltos en papel de aluminio pegados al cuadro de la bicicleta; cuando la organización le ofrecía barritas energéticas en los puestos de avituallamiento, él tiraba de los pedacitos de tarta. «Es que era tarta de Ousá», trató de aclarar cuando vio mi cara mientras me lo contaba, y se quedó tan ancho, como si Ousá fuera el Silicon Valley de los centros de alta tecnificación deportiva.

Habrá que aceptar que el ser humano está destinado por genética a buscar sus propios límites, que el ansia de superación es uno de los motores de la evolución. Lo que ya no tengo tan claro es que completar una carrera del Corre con Nós sitúe a cualquiera en un plano de superioridad respecto de los que encontramos más verdad en una hora de sofá y mantita que en quince kilómetros de huida hacia delante.

Ni siquiera en un plano de superioridad física, porque muy a menudo se olvida que tanto o más han aportado al conocimiento de la condición humana aquellos que se arriesgaron a desafiar los límites más angustiosos de la degradación propia que aquellos señalados por la gloria efímera de la conquista deportiva.

Quizás Decathlon debería pensar también un poco en nosotros, desarrollar una línea de productos que nos ayude en nuestro esfuerzo, como reconocimiento a nuestro sacrifico por el bien común. Sensores para medir la intensidad de los chasquidos de las rodillas al agacharse, fajines de precalentamiento de hígado, mallas de contención de glúteos para siestas prolongadas... no sé, algo se les ocurrirá.

Mientras, un respeto. Hay que tener una resistencia física de ultramaratoniano y la convicción personal de los héroes más oscuros para buscarse a uno mismo, y de este modo a todos, en las simas más profundas del deterioro personal. Su conquista y conocimiento han aportado mucho más a la especie que cualquiera de las gestas deportivas, que no por admirables dejan de moverse en el terreno del individualismo egoísta. No es fácil correr hacia ningún sitio, sin una meta.

(Publicado en la edición impresa el 28 de diciembre de 2014)

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