Un oficio digno

Carta de ajuste. (Foto: Biel Aliño / Efe)
photo_camera Carta de ajuste. (Foto: Biel Aliño / Efe)

SALE DE LA cárcel de Teixeiro Domingo Troitiño, después de 26 años. Fue condenado a mil y pico, por los 22 asesinatos del atentado de Hipercor. Le recibe el despligue mediático de rigor y le acompaña la habitual guardia pretoriana. «Buscaros una profesión más digna», conminan los gudaris asesinos a los periodistas. A estas alturas, no vamos a conceder carácter de dogma a las recomendaciones de un grandísimo hijo de puta, por decirlo de un modo suave, pero sí que puede servir de punto de partida.

No por nada, sino porque me coincide en el tiempo con algunas opiniones mucho más a tener en cuenta, como la de dos jueces que, como tales, discrepan entre ellos pero coinciden en los básico con los terroristas de antes: los periodistas somos parte del problema cuando deberíamos ser punta de lanza de la solución. Estoy de acuerdo, pero me pongo gremial solo por no darle la razón al tercer poder, ejemplo paradigmático de dejación de funciones, corporativismo suicida y negativa a asumir su propia responsabilidad en el camino que nos ha traído justamente hasta aquí. Y, para qué mentir, por dar tiempo a que se rellenen los vasos de chupito con un licor de hierbas digno de homenaje que ayuda a desatascar argumentos y a desatar lenguas, pero eso no viene al caso.

Coincide, además, con la presencia en Lugo de Victoria Prego para recibir el premio Puro Cora de Periodismo. Cuando el DVD jubiló definitivamente al vídeo, de mi colección de cintas de VHS solo conservé la de las últimas navidades que pasé con mi hermana, que aún no he tenido fuerzas para volver a ver y que es el motivo de que todavía conserve el reproductor, y las trece de la colección ‘La Transición’, la serie que dirigió Victoria Prego para televisión. «Si el periodista no sobrevive, no sobrevive la sociedad», alerta Prego, «si no hay periodistas, los ciudadanos pasarían a ser súbditos porque no se ejercería control del poder».

Vi por primera vez ‘La Transición’, como todos, en TVE, una televisión pública de la que muchos estuvimos orgullosos en algún momento. Hasta hace un par de años, sus Telediarios seguían siendo la referencia informativa para la audiencia. Ahora llevan el mismo camino que Canal Nou, el canal autonómico de la Comunidad Valenciana, hasta hace un par de años modelo de gestión del partido en el gobierno y hoy paradigma de la corrupción y la irresponsabilidad política. Resulta doloroso que, de momento, los únicos condenados en firme por el desastre valenciano sean los trabajadores de su televisión. Cosas de los jueces y sus circunstancias, supongo.

Lo que más nos debe entristecer a los periodistas es que ni siquiera podemos asegurar que los valencianos sean hoy más súbditos, menos ciudadanos, que hace una semana. Hace mucho tiempo que las audiencias tomaron la decisión soberana de darle la espalda a Canal Nou, como se las han dado a muchas otras autonómicas que corren el mismo riesgo en un futuro no muy lejano.

No me cabe duda de que los principales responsables de esta situación son los políticos, de todos los colores, que siempre han entendido los medios públicos como un instrumento de propaganda a su servicio, hasta vaciarlos de su único sentido, el servicio público.

Pero también estoy seguro, y eso es lo que realmente duele, de que no lo hubieran podido lograr con esa facilidad sin la colaboración activa o pasiva de muchos de los que nos llamamos profesionales de la información, los que deberíamos haber sido los principales interesados en mantener nuestro oficio en los estrictos límites de la dignidad.

Ahora, mis compañeros de Canal Nou descubren en sus estertores profesionales que hacer periodismo, contarle la verdad a la gente, funciona y, además, es rentable. Regresan al lugar del accidente del metro que silenciaron, retoman los casos de corrupción que ignoraron, buscan el por qué y apuntan al quién. Y los ciudadanos que antes les daban la espalda responden concediéndoles picos históricos de audiencia, picos que hubieran convertido a este canal en intocable para los políticos valencianos, por mucho que manejasen el presupuesto.

«Buscaros una profesión más digna», nos escupen los asesinos. Se equivocan, otra vez. Este es el oficio más digno que existe, pero necesita que cada uno de nosotros actuemos como periodistas y no como súbditos. Da miedo, pero no tanto como el que damos nosotros cuando lo hacemos.

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