¿Un negocio con futuro?

Un trabajador, en las instalaciones de Bgal (Foto: Xesús Ponte)
photo_camera Un trabajador, en las instalaciones de Bgal (Foto: Xesús Ponte)

La planta de producción de biodiésel Biocarburantes de Galicia (Bgal) funciona en Begonte desde enero de 2008, tras su constitución como sociedad en 2007. Pese a su reciente creación sus responsables aseguran que la crisis les está pasando factura y que, de continuar así la situación mucho tiempo, podrían verse obligados a “cerrar antes de este verano”.

A día de hoy Bgal es la única empresa de la provincia lucense especializada en la producción de biodiésel (no trabaja el bioetanol) y en sus instalaciones dispone de capacidad para producir 35.000 toneladas anuales de biodiésel puro a partir de soja. La materia prima la compra ya que aquí no se cultiva ni existen perspectivas de hacerlo, dada la climatología. También puede producir 100.000 toneladas de biodiésel mezclado con gasóleo, el producto final que comercializan las gasolineras.

Con una inversión de aproximadamente 5 millones de euros, los responsables del proyecto —se halla aproximadamente al 60% de ejecución— reclaman “ayuda institucional” para capear el temporal y continuar desarrollando su actividad. “Necesitamos el aval que pide la Administración y los bancos no quieren saber nada”.

Añaden que tienen “cobros pendientes” hace 11 meses y “subvenciones sin cobrar. Sólo nos han ayudado el Concello de Begonte y la Agencia de Aduanas”.

En tanto, dicen no haber recibido notificación alguna del Concello de Lugo para colaborar en la campaña de reciclaje de aceite usado que esta institución prevé poner en práctica para transformar el aceite en biocombustible.

“Estamos un poco sorprendidos, nadie nos ha contactado para estudiar la posibilidad de realizar esa campaña conjuntamente”, explica Raúl Rodríguez, el gerente de la empresa. Considera que lo más lógico sería cerrar el ciclo de reciclaje y transformación “en su origen”, o sea, “en la provincia”.

Según Bruno Abad, jefe del departamento comercial, resulta contradictorio que desde las instituciones se fomente el reciclaje para después “perder eficiencia medioambiental en el transporte “ del residuo que se pretende valorizar, sobre todo si existe una planta especializada cerca de donde se efectúa la recogida. Critica además que, en este caso, pueda existir la necesidad de realizar traslados a “fuera de la comunidad “, tal y como se “intuye”, añade, contribuyéndose “a la destrucción de empleos en la provincia”.

De este modo, tanto Rodríguez como Abad insisten en la necesidad de que el transporte del material que se quiere reciclar y la producción resultante se haga en camiones que funcionen con biodiésel para que el efecto real de las campañas no sea simplemente “una pegatina en los buses”.

Lo ideal, dicen, sería que empresas e instituciones trabajasen conjuntamente a favor de un desarrollo medioambiental sostenible basado en criterios de eficiencia energética y responsabilidad.

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