Un gesto subversivo

Jantjie, la palabra. EFE
photo_camera Jantjie, la palabra. EFE

A THAMSANQA Jantjie le pasó en el funeral de Nelson Mandela lo que a millones de personas que lo estábamos viendo en todo el mundo, que empezamos a escuchar voces misteriosas en nuestras cabezas y a tener alucinaciones: vimos a primeros ministros, presidentes, príncipes, sátrapas, dictadores y dictablandos reunidos para venerar a alguien que hubiera encontrado motivos más que suficientes en cualquiera de sus países para refundar la Lanza de la Nación.

Ante tan obscena apropiación de la memoria de Mandela, Jantjie, encargado de traducir al lenguaje de los signos las palabras de estos desvergonzados, sucumbió, como le pasaría a cualquier hijo de vecino: «No pude hacer nada. Estaba solo en una situación muy peligrosa. Traté de controlarme y no mostrar al mundo lo que estaba pasando. Es la situación en la que me encontré», trató de justificarse después, innecesariamente.

Sé sobre lengua de signos todavía menos que él, lo que me aproxima a la nada, pero aún así considero que sus absurdos movimientos de manos constituyeron la mejor traducción a cualquier idioma de los discursos vacuos que han podido oírse en esta semana de eterno funeral. Si fuéramos justos, debería ser nombrado de inmediato jefe de traductores de la ONU.

Lo único que lamento es que el acto más subversivo al que hemos asistido desde que Mandela tendió la mano a sus enemigos al día siguiente de cumplir 27 años de prisión, se haya debido a un supuesto ataque de esquizofrenia y no a la planificación. Le resta la grandeza que lo hubiera convertido en gesta.

Este soberbio jetas solo tuvo dos problemas: tomar por gilipollas a todo el planeta a la vez -puede hacerse, pero se necesitan logos comerciales consolidados- y no haberlo hecho en España. Si este hombre llega a nacer en Valladolid, ahora es subsecretario de Estado de Hacienda o de Interior, como mínimo.

Así a bote pronto, se me ocurren unas cuantas situaciones en las que Thamsanqa nos podría ser sumamente útil si los sudafricanos quisieran prescindir de él. Ministro portavoz del Gobierno, por ejemplo. Lo veo en las ruedas de prensa junto a Mariano Rajoy, si las hubiera, y no creo que lo que él fuera capaz de comunicar con sus gestos inventados se alejase sustancialmente de lo que nuestro presidente nos estuviera contando en ese mismo momento. Y su ‘palabra’ tendría el mismo valor.

Además, dado que ahora Rajoy acaba de arrogarse el poder de elegir no solo las preguntas que se le hacen, sino además los periodistas que deben hacerlas, podría llevar los gestos estudiados, como Rajoy lleva escritas las respuestas, y limitarse a hacer el paripé, como en aquel mítico sketch de Tip y Coll y el vaso de agua.

Tampoco sería pequeña la ayuda que podría prestar en el referéndum catalán, quizás con una gira por toda Cataluña para ir aclarando a los ciudadanos lo de las dos preguntas, que parecen recientes y muy pensadas pero son las de toda la vida: ¿A quién quieres más, a papá o a mamá? y ¿tú que quieres ser de mayor?

El problema de Artur Mas es el mismo que el del intérprete, que ha tomado por gilipollas a todo en país a la vez, solo que él sí ha tenido la suerte de haber nacido en España. No así en Galicia, donde el cristo con las preguntitas se hubiera arreglado en un momento: «¿Y de la independencia... qué?». Lo peor es que probablemente habría un empate técnico entre el «depende» y el «ti vai facendo», así que lo más seguro es que quién sabe.

El admirable Jantjie también habría sido un puntal en la mesa de negociaciones para la instalación de Eurovegas en Madrid. El resultado hubiera sido el mismo, solo que un par de años antes, con lo que nos hubiéramos ahorrado sustos e ilusiones, según corresponda.

Tras las torpes explicaciones dadas por los responsables de este intento de timo del siglo, no sería extraño pensar que hubiera sido este intérprete el que transmitía a los gobiernos madrileño y español, a base de gestos disparatados, las peticiones no menos descabelladas de Sheldon Adelson. Solo así se entendería que desde el primer momento nuestros políticos no entendiesen que se la estaban jugando al todo o nada contra el dueño de la banca, que siempre gana.

Podríamos seguir, porque trabajo en España no falta para quien ha sabido condensar en un gesto todo nuestro absurdo.

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