Un galardón de entre las nieblas

La cocina de Rogelia fue una de las fotorafías premiadas por Hasselblad (Vicente Ansola)

Rogelia, Raquel, Suso, Elena... sus arrugas, sus siestas, sus tertulias, su día a día, su ropa de labor, la intimidad de sus cocinas en Vilarxubín, en Sampaio, en Bogo o en Sanxés le han valido a Vicente Ansola el máster de fotografía Hasselblad, uno de los premios más prestigiosos del mundo, en la categoría de artista emergente.

La gente que vive entre las brumas de A Pontenova, protagonista de la publicación ‘O pobo das néboas’ —recorre una treintena de aldeas en más de medio centenar de fotos—, y sus miradas han convencido a un jurado internacional que ha distinguido el trabajo de Ansola de entre miles. El artista, un cántabro que lleva cuatro años en A Pontenova y que ya firma sus instantáneas como ‘O retratista de Vilaeimil’, quiere que cada disparo de su cámara contribuya a salvar de la ruina aldeas «que son una auténtica maravilla arquitectónica», sobre las que pende la espada de Damocles del abandono o del hormigón.

Cuando le hablan del tópico de la Galicia profunda, Ansola lo tiene claro: «¡A mí dame Galicia profunda y no Madrid superficial!». Y añade: «¡Esta gente es magnífica! No sabes la aportación importantísima que me han hecho. Cómo prevalecen aquí las historias, aprender cómo se hacen los chorizos, a ‘esmelgar’ la miel, ver cómo es eso de ‘lousar’; cómo se enfadan si no entras en todas las casas a tomar algo o a comer».

Ansola tiene guardados más de 12.000 archivos de trabajo fotográfico tomado en A Pontenova y a veces piensa que hasta la cámara «interrumpe la comunión entre el ojo y la arquitectura». Como ganador del Hasselblad, ahora dispondrá de un equipo de primera — «el Ferrari de la fotografía»— para desarrollar un nuevo proyecto durante tres meses. Y él quiere que el proyecto se desarrolle en A Pontenova, en las cocinas de piedra y entre los caminos retorcidos que ha convertido en su casa.

«Se trata de equipos muy pesados. La mayoría de los ganadores de Hasselblad hacen trabajos muy producidos, en estudio, con modelos y equipos de diez o doce personas... y yo pretendo hacerlo allí», asegura desde Cantabria.

Con las nuevas fotografías se editará un libro en cinco idiomas y con difusión mundial y participará en la feria Photokina de Colonia (Alemania), «la más importante del mundo».

Algo antes —mañana—, Ansola asistirá en A Coruña al estreno del cortometraje ‘Adivina quién viene a cenar’, con Chete Lera y María Castro y grabado en la aldea de Bogo a partir de la publicación de ‘O pobo das néboas’. Para el fotógrafo, dar a conocer las vidas de estos pontenoveses anónimos es una forma de «devolverles» parte de lo que le han dado, dice.

Y en un relato absolutamente cunqueiriano cuenta de qué forma le ayudan incluso los que ya no están, porque ya casi una docena de los protagonistas del libro ‘O pobo das néboas’ han fallecido.

«A veces pienso que todas esas personas todavía me ayudan. El otro día estábamos inaugurando la estatua del trasno en Vilarxubín y sentí que José Benito me hacía una travesura; que Soledad buscaba sus vacas en la niebla. Alguien se quejaba de que no habíamos traído cohetes y, en ese momento, sonó a lo lejos pólvora de alguna fiesta y se abrió un arcoiris entre las nieblas bajas mientras se leía el texto inaugural...», cuenta Ansola, como gestos mágicos que él quiere atribuir a sus vecinos recientemente desaparecidos.

El fotógrafo se siente como un «gallego exiliado» desde unas vacaciones en las Rías Baixas cuando tenía siete años, «pero Combarro o Cambados ya no tienen nada que ver con lo que fueron». Desde la primera juventud, «cuando pasaba por los valles de Mondoñedo», a Ansola se le metió en la cabeza la idea de vivir en Galicia, pero cuando vio el momento, al volver de una temporada en Irlanda, temía que ya no existiese la Galicia que él quería como hogar.

Hasta que llegó a Vilaeimil y vio la que hoy es su casa. Y Manolo, el ‘louseiro’, le puso techo a su vivienda. «Y ahora tengo mi ‘lareira’, mi ‘palleira’, mis ‘macieiras’ y mi sidra y quiero acabar aquí». Por empezar, Vicente Ansola está empadronado en A Pontenova y en las generales fue presidente de mesa electoral.

Por seguir, iniciativas a las que se suma como el Festival máis Pequeno do Mundo, en la Casa do Fidalgo do Machuco, de Bogo, a donde sueña con desplazar a alguno de los músicos de folk cántabro que admira.

Para esta primavera quiere darle salida al Festival da Uralita, un proyecto para recaudar fondos para hacer la guerra a uno de los más terribles enemigos de la arquitectura tradicional.

El cántabro se da un plazo de unos dos años para trasladarse definitivamente a Vilaeimil y hacer de la casa techada por Manolo A Casa do Retratista de Vilaeimil, con su galería de arte y su museo fotográfico, «que sea el museo de todos en la aldea».

Ya ha conseguido que la vecindad adopte toponimia de nuevo cuño —TDT, Triángulo dos Trasnos— para Vilarxubín, Sampaio o Bogo y suena muy convencido de hacer realidad su nuevo sueño. 

'Polavila' con Suso, Corona y Andrés en Vilarxubín (Vicente Ansola)

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